Por Carlos Rilova Jericó
El verano se acerca y, por lo que veo, vuelve el interés por las historias con olor a lona de velero impregnada de salitre y humo de pólvora negra,
Por eso este nuevo correo de la Historia va a dedicarse a un asunto que empezará hablando de cierta ciudad sudamericana que se ha vuelto realmente popular en España en los últimos años. Me refiero a Cartagena de Indias. En la actual Colombia.
Esa ciudad, Cartagena de Indias, curiosamente, era casi una desconocida en España en 1984. Y eso a pesar de que fue el escenario de “Tras el corazón verde”. Una de las grandes producciones de Hollywood, protagonizada por pesos pesados de la gran pantalla como Danny DeVito, Michael Douglas y Kathleen Turner.
Eso cambió, radicalmente, a comienzos del siglo XXI. En esa fecha un político colombiano, Pablo Victoria, escribió un libro que conoció un fulgurante éxito a ambos lados del Atlántico. No era para menos con un título que contaba hasta con resonancias de “El Quijote”: “El día que España derrotó a Inglaterra. De cómo Blas de Lezo, tuerto, manco y cojo venció en Cartagena de Indias a la otra ‘Armada Invencible’”. Desde ese día del año 2005 el aludido almirante guipuzcoano, Blas de Lezo, y con él Cartagena de Indias, se hicieron muy famosos en la España actual.
¿Significa eso que hoy conozcamos mejor la Historia de esa ciudad o lo que significó a nivel de la Historia mundial? Tengo serias dudas y por eso voy a contar otra parte de la misma que espero nos ayude a superar unos cuantos abismos que nos separan, todavía, del modo en el que Francia o Gran Bretaña y otros países europeos conocen la suya propia que, como veremos, resulta que es también la nuestra.
Vamos, pues, a dar una vuelta por la Historia de Cartagena de Indias antes de 1741 para comprender y apreciar mejor nuestra propia Historia, como ciudadanos de la culta y desarrollada Europa y no como una sociedad que, según todos los indicios, parece haber sido engañada por una pésima política de recuperación del propio pasado.
El año es 1697, en esos momentos reina en España Carlos II, acaso el monarca de ese país con peor prensa. De un modo no sólo injusto sino inadmisible si de lo que se trata es de hablar de Historia, que no de mitos, leyendas o novelas que, al final, por más que se vendan así en supermercados y aeropuertos, poco tienen de históricas
Y es que casi nada de ese cuento sobre un rey imbécil y un país arruinado a finales del siglo XVII tiene fundamento histórico real. No lo tiene desde luego si nos aproximamos a la Historia con las herramientas adecuadas. Para empezar situar los acontecimientos en el contexto mundial general, no considerar a una potencia como España como una doliente y quejumbrosa excepción y atender a la secuencia de hechos que no se detienen en un año concreto. Sea éste 1643, 1697 o 1741.
Cartagena de Indias era en esas fechas, en efecto, una llave de piedra -como decía Pablo Victoria- para poder entrar en América. O al menos eso es lo que pensaban los enemigos de la poderosa, temible, corte de Madrid. Unos que en 1697 -y aquí vendrá la sorpresa para muchos lectores- resulta que eran los mismos franceses que en 1741 fueron unos inestimables amigos, parientes y aliados de España para llevar a cabo el fin común de derrotar a los británicos. No sólo en Cartagena de Indias sino en todos los frentes. Especialmente en el teatro de operaciones europeo en el que -nueva sorpresa seguramente para muchos lectores- se superó incluso lo ocurrido en el fallido asedio de Vernon a Cartagena de Indias.
Pero en 1697 el tablero geoestratégico mundial es diferente. La casa de Austria trata de doblegar, todavía, a la dinastía Borbón con la que se disputa el control de un mundo que, en buena medida, es propiedad de esa casa de Austria. Luis XIV, sobrino de Felipe IV y primo del “hechizado” Carlos II, se defenderá con denuedo, pese a no ser una gran potencia sino un país que hace lo imposible por evitar ser aplastado por esa mole que es la casa de Austria. Por eso, en 1697, el Rey Sol decidirá arriesgarse y aceptar los planes de ataque a Cartagena de Indias que le propone Monsieur de Pointis. Y eso contra el consejo del mariscal de Tourville, experimentado jefe naval francés del que ya se ha hablado en otros veraniegos correos de la Historia y cuyas más o menos apócrifas “Memorias” contaban ese episodio.
Pese a todo, el plan de Monsieur de Pointis tendrá éxito: Cartagena de Indias será tomada al asalto y saqueada a conciencia… Supongo que dado el tratamiento dispensado a nuestra Historia y, en especial, al triunfo de 1741 en esa ciudad, sacar a colación este hecho puede causar hasta furia en muchos lectores en un país donde de aceptar sumisamente la llamada “Leyenda Negra”, se ha pasado a convertir el neologismo “negrolegendario” en un insulto. Dadas esas circunstancias quizás es momento para explicar unas cuantas cosas sobre cómo se desarrolló realmente esa parte de la Historia y cómo los franceses pasaron de enemigos de España a aliados suyos, de saqueadores de Cartagena de Indias a ser un firme apoyo para la gran victoria del virrey Eslava y de su malavenido lugarteniente Blas de Lezo en 1741. Porque, una vez más, así se escribe la Historia, como Ciencia, que no como cuento o propaganda de los famosos vencedores que -según el vacío y manido tópico- serían los que la escriben.
Volvamos al año 1697. Ese asedio, asalto y toma de Cartagena de Indias apenas mereció la pena. Tan sólo mostró que la potencia militar de la Francia de Luis XIV tenía mucha fuerza explosiva, pero no capacidad para una carrera de fondo que Versalles sabía que iba a perder al final ante la calmosa resistencia de España y sus aliados. Potencias que sólo tenían que esperar a que Francia se desfondase en una brillante campaña tras otra. Así Cartagena de Indias, tras ese ataque de 1697 que fue poco menos que un raid de piratas que golpean y huyen, tuvo que ser evacuada por De Pointis y los, en efecto, numerosos bucaneros que le habían seguido a la búsqueda no de gloria militar para aquel teatral y lejano rey de Versalles, sino de botín rápido y fácil.
Así, poco después, durante la firma de la Paz de Ryswick en 1697, los diplomáticos franceses se deshicieron en sonrisas, halagos y parabienes ante sus iguales españoles allí presentes y les ofrecieron toda clase de ventajas que desembocarían en la mejor jugada militar de Luis XIV: la que pondría a España -Cartagena de Indias incluida- de su parte, formando un superestado que abarcaba, entre los dos países, casi medio planeta con todos sus recursos humanos, financieros y de otro tipo destinados a que Francia no pereciera. Lo cual se iba a conseguir por medio de ese cambalache diplomático de Ryswick, que puso a disposición de Luis XIV la fuerza de España -su antigua enemiga, pero también el país de su propia madre- para que le sirviera de seguro refugio y cimiento ante un mundo al que no había podido vencer en tres décadas de guerras que sembraron de muerte, hambre y miseria a un país, Francia, que perdía todo su esplendor apenas se salía de Versalles.
El almirante Blas de Lezo y su magnífica y profesional defensa de Cartagena de Indias en 1741, frente al ataque de quienes eran aliados de España en 1697, fue una parte más de esa nueva estrategia que dio forma al siglo XVIII y al mundo en el que hoy vivimos y en el que, al final. franceses, españoles y británicos formamos ahora parte del mismo bloque político y estratégico.
Esos fueron los hechos, su desarrollo y su explicación de acuerdo al método científico con el que se escribe la Historia -que no la propagada ni de vencedores ni de vencidos- tanto en Madrid, como en Barcelona como en Stuttgart o en Leipzig. Lo cual no creo que les quite nada de interés -más bien al contrario- para quienes gustan de saber de historias de la Historia en las que aparecen gigantescos navíos de línea, moles de lona calafateada y madera de roble, erizadas de piezas de 8, 12 y hasta 36 libras que cañonean, sin piedad, a otras moles similares a ellas o a amenazantes bastiones como los de Cartagena de Indias…