Por Carlos Rilova Jericó
No es la primera vez que en el correo de la Historia se dan cita VOX y su cuestionable relación con la Historia. El motivo esta vez ha sido un libro de la editorial Akal publicado recientemente (a mediados de 2023) y titulado, sin ambages, de manera directa, “Vox frente a la historia”. Una interesante obra, que nace ya casi como documento histórico para reconstruir los tiempos convulsos que vivimos ahora en España y, en general, en todo ese primer mundo que, vagamente, se ha llamado “Occidente”.
Ese libro, “Vox frente a la historia”, reúne a diferentes profesores entre los que abundan varios catedráticos de bien conocida trayectoria. Como Julián Casanova y Eduardo González Calleja.
El encargado de coordinar a todos estos autores (y a alguna que otra autora) es Jesús Casquete, profesor de la Universidad del País Vasco.
En “Vox frente a la historia” esos historiadores cargan frontalmente contra el partido de Santiago Abascal. En principio no desde la militancia ideológica (que debería estar excluida de todo libro que pretende ser un manual o un ensayo de Historia) sino, precisamente, como historiadores que claman contra la manipulación que se hace de esa ciencia por parte de un partido que es calificado en ese libro de extrema derecha o ultraderecha.
Sin embargo… es difícil sustraerse a la impresión de que los autores de “Vox frente a la historia” no cargan también -aunque sea de flanco- contra VOX por su posicionamiento ideológico y no sólo por la manipulación que hace de la Historia por esa causa.
Edward Hallett Carr, autor de una serie de conferencias básicas sobre el oficio de historiador, decía que todos los historiadores, en tanto que personas, ciudadanos… teníamos un sesgo ideológico. Y que el problema no era tenerlo, sino ocultarlo, o pretender ocultarlo, cuando escribíamos Historia.
No sabría decir a ciencia cierta en qué caso de todos esos se encuentran los autores de “Vox frente a la historia”. Es evidente, desde luego, que aparece con frecuencia en las páginas del libro el juicio político contra VOX al hilo de la crítica sobre el modo en el que ese partido manipula la Historia de España. Así muchos de esos autores señalan que el partido de Santiago Abascal -al igual que otros elementos de “extrema derecha” de Europa y América- utiliza la Historia para atacar a determinados elementos del panorama político actual. Por ejemplo, a los inmigrantes ilegales. Sorprendentemente alguno de estos profesores (como Javier Moreno, catedrático de la Complutense) señala que VOX también se revuelve -usando la deformación de la Historia española- contra las que él llama “élites globalistas”…
Realmente esto me llama la atención. Pues no sé qué clase de confusión ideológica puede darse para considerar a las aludidas “élites globalistas” como un objetivo de la ultraderecha. Sobre todo si tenemos en cuenta que dichas “élites” están integradas precisamente por auténticos perturbados que hablan de un mundo futuro sin elecciones y, en general, elementos claramente identificados con todos los enemigos habituales de la Izquierda… Con lo cual resultaría que el programa de VOX, finalmente, vendría a coincidir con el de muchos sus detractores…
Todo eso hace bastante cuestionable siquiera una buena parte de lo que se dice en “Vox frente a la historia”. Al menos si es que realmente se trata de una critica de ese partido -VOX- desde la Historia profesional.
Sin duda no seré yo quien vaya a defender que VOX hace un uso exquisito de la Historia de España, ni que no haya una carga de razón fundamental en “Vox frente a la historia” sobre la ridícula mano de leyenda rosa que, amateurs y consejeros áulicos de esa y otras formaciones, están dando a la Historia de España.
Sin embargo tampoco puedo pasar por alto las deficiencias de “Vox frente a la historia”, por peligroso que sea plantarse ante cierto “establishment” académico como historiador licenciado y doctorado en ese mundo pero no integrado en él.
Aun así lo haré, porque realmente uno no fue a la Facultad a arriesgarse con una carrera como la de Historia, para dejar correr una deriva explosiva que, por mucho que los autores de “Vox frente a la historia” pasen por alto, o ignoren, tiene más de un cable suelto y no sólo el de VOX.
Tengo -como en aquel viejo chiste sobre Julio César visitando un trirreme- una noticia buena y otra mala para los críticos de VOX. La buena es que quizás en un breve plazo no tengan que preocuparse por esa hidra ultraderechista, tan combativa contra el Islamismo como contra las “élites globalistas”. Las elecciones generales y las gallegas han demostrado que VOX (con una estrategia de dar una de cal y dos de arena) está decepcionando a ese electorado que lo aupó esperando que arreglase lo que él creía que estaba desarreglado en una España que, ciertamente, está bastante desarreglada. Desde el mismo mundo académico hasta muchos otros, en una crisis compartida en una Europa enfangada por una administración torpe, nociva y que realmente parece que hubiera sido alimentada en Pekín o Moscú para destruir la UE desde dentro.
La mala noticia es que precisamente a causa de esa deriva -consulten los académicos críticos con VOX a los agricultores europeos al respecto- la posible desaparición de ese partido (por el mismo sumidero por el que se han ido o se están yendo Ciudadanos o Unidas Podemos) no significará que el problema con la Historia de España vaya a desaparecer.
Y, todo hay que constatarlo, ese mundo académico que ahora crítica a VOX por su manipulación será el principal responsable de esto. Por ignorar el “efecto Díaz-Plaja”. Es decir: aquel escritor, más bien derechista, que en una de sus obras menos conocidas -la ucronía “El desfile de la Victoria”- hacía decir a uno de sus personajes lo que piensa hoy al menos un 90% del público español, con o sin VOX, que su Historia, la Historia de España, ha sido machacada, triturada. Convertida en una vía dolorosa de errores, decadencias varias y desastres abundantes, aislada de las corrientes generales europeas y mundiales. Público ese que, si aparece alguien -llámese VOX o lo que fuere- que trata de limpiar esas banderas sobre el polvo, para devolverles siquiera algo del brillo que alguna vez tuvieron, lo recibirá con un incondicional entusiasmo.
¿Será ese el momento de llorar, otra vez, para los historiadores académicos españoles? ¿Llorar como Boabdil por haberse encerrado en un mundo replegado sobre sí mismo, preocupado principalmente por producir “papers” que sólo lee un reducido grupo de académicos que a su vez escriben para ser leídos por otros académicos y así sucesivamente en un círculo cerrado? ¿Llorarán, como Boabdil, por no haber sabido investigar, escribir y divulgar, por ejemplo, el reinado de Carlos II de Habsburgo o el “Desastre” del 98 y desmentir lo que se ha venido repitiendo, durante décadas, con la misma falta de criterio que ahora se achaca a VOX y ha alimentado a ciertas bestias?
Y ahora sí, si la Academia quiere dar un buen bofetón (otro más) al “enfant terrible” que, aun salido de su matriz, dijo, una vez más, que el emperador iba desnudo por las calles, que se lo den. Cuando el niño terrible se levante (otra vez y para volver a decir lo mismo) el emperador de la Historia de España seguirá igual de desnudo y ese grave problema, como el dinosaurio de Monterroso, seguirá estando allí. Bajo la etiqueta de VOX o a saber de cuál otra. Porque se habrá dejado hacer por quienes más deberían haberlo evitado…