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Carlos Rilova

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Hace 210 años, en Toulouse… Historia de una batalla contradictoria

Por Carlos Rilova Jericó

El miércoles de esta misma semana se cumplen, exactamente, 210 años de una batalla singular. Tanto que no es ésta la primera vez que aparece en estas páginas. Tuvo lugar en la ciudad francesa de Toulouse y los hechos ocurrieron, pues, un 10 de abril del año 1814.

Esa batalla fue, acaso, una de las más extrañas que nunca se hayan combatido, tal y como ya se comentó en alguna ocasión en anteriores correos de la Historia. Y es que las tropas portuguesas, británicas y españolas que se enfrentarán allí con las francesas bajo mando del mariscal Soult, lo iban a hacer sin verdadero motivo. Las pocas unidades francesas que habían conseguido retirarse hasta esa plaza creían estar defendiendo, aún, a su emperador y su imperio. En realidad ni uno ni otro existían ya. Pocos días antes Napoleón había sido obligado a abdicar, pues la situación de París era ya insostenible, rodeada la capital imperial por rusos, prusianos, austríacos…

Los aliados españoles, británicos y portugueses reunidos ante Toulouse creían, a su vez, estar luchando contra ese mismo emperador e imperio que ya no existían.

La lentitud de las comunicaciones fue principalmente la que consiguió que se diera esa batalla que, en realidad, no tenía ninguna razón de ser.

Pero no fue esa la única singularidad de esos hechos. Hay otras más llamativas en torno a ellos. Sobre todo para los habitantes de este lado de los Pirineos. Se trata de cómo han sido narrados esos sucesos históricos ocurridos en Toulouse en abril de 1814.

En general todo lo sucedido, de la Edad Media en adelante, suele tener varias versiones documentadas, algunas de ellas incluso contradictorias.

Es el caso de la Batalla de Toulouse. Comencemos por una narración británica sobre ella, aunque adelanto que no es nada favorable para las tropas españolas involucradas en esa batalla. Lo cual, supongo, no resultará sorprendente.

Tomo los datos de una traducción francesa del diario de uno de los oficiales británicos allí presentes, el teniente Woodberry. Este documento, como es lógico, daba cuenta, día a día, de la marcha de las tropas aliadas desde que cruzan el Bidasoa y comienzan la llamada Campaña del Sudoeste, en la que Lord Wellington pugna por abrirse camino hasta París… si es posible.

En la parte de ese documento dedicada a la Batalla de Toulouse, Woodberry da a esa entrada de su diario un tono enfático, señalando que ese 10 de abril de 1814 es un día de gloria para las armas británicas, portuguesas y españolas. Ese comienzo en apariencia elogioso y generoso para con sus aliados por parte de este oficial británico, sin embargo se altera drásticamente cuando llega a describir la intervención española en la batalla.

Para Woodberry ésta se limita a un fallido intento de asalto contra uno de los reductos franceses que cierran el paso al cuerpo principal de Toulouse. Esa acción se salda, según este teniente inglés, con una vergonzante actuación de los españoles, que, en cuestión de minutos, son batidos por el fuego de mosquetería francesa, haciendo que se retiren a toda velocidad de allí dejando cerca de 1500 bajas entre muertos y heridos. Woodberry tiene a bien puntualizar que uno de los regimientos españoles resiste un poco más a esas descargas francesas, pero sólo para terminar huyendo aún más aprisa que el resto de las tropas españolas.

A esto añade el teniente inglés que seguramente esa ocasión tan desairada era la primera -y única- en la que el Ejército español se había enfrentado así con los franceses… Un ridículo que por otra parte, siempre según Woodberry, fue celebrado por todo el Ejército aliado, viendo a esa chusma española (así se expresa este oficial británico) en situación tan apurada.

A partir de ahí, la intervención de las tropas británicas salvará, por supuesto, la situación y el resto de la batalla.

La versión española de los hechos que podemos encontrar, por ejemplo, en los archivos, difiere notablemente de esta más bien imaginativa y rencorosa descripción del teniente Woddberry.

Así, si tomamos expedientes militares de oficiales españoles presentes en los hechos de Toulouse, vemos que lo único que corroboran es las grandes pérdidas españolas en esos combates. Es el caso del de uno de los principales mandos de esas tropas: el general guipuzcoano Gabriel de Mendizabal e Iraeta.

Según esa documentación, Mendizabal participará en los ataques frontales lanzados por los españoles contra Toulouse y será herido en ellos. En ningún momento se menciona en esa fuente ninguna retirada apresurada y vergonzosa.

Vistos esos dos extremos queda la pregunta esencial en toda cuestión histórica debatida, como sería el caso de esta Batalla de Toulouse: ¿quién falta, pues, a la verdad? ¿El teniente Woodberry o los expedientes militares españoles?

La respuesta es relativamente sencilla: todo apunta a que el teniente inglés se ha inventado la mayor parte de su relato sobre lo ocurrido en Toulouse. O, al menos, ha deformado a conveniencia los hechos. Es fácil descubrir su escasa fiabilidad como historiador de esa Batalla de Toulouse, por mucho que fuera protagonista y testigo de la misma. No es ya sólo que otras fuentes británicas, como los despachos de Wellington, no corroboren lo que dice sobre los españoles, es que no hay versión francesa, británica o española que corrobore algo tan inverosímil como que las tropas españolas sólo se habían enfrentado con los franceses de forma directa en Toulouse y sólo durante unos vergonzosos minutos.

Woodberry debía de saber que pocos meses atrás esas mismas tropas españolas habían batido a Soult en la segunda Batalla de San Marcial, un 31 de agosto de 1813. Y eso después de que Wellington, mando supremo de los aliados, les concediera el honor de formar la vanguardia y principal línea de ataque. Confianza que quedó bien demostrada en esa ocasión y confirmada por todas las fuentes: británicas, españolas…

Si Woodberry hubiese retrotraído su memoria aún más atrás, se habría topado con otros hechos que ponían en solfa su vitriólica (para los españoles) versión de la Batalla de Toulouse. En Burgos, en octubre de 1812, los que se retiran con bastante urgencia serán los británicos y Lord Wellington, acompañados por sus aliados portugueses y españoles. Un fiasco -perdiendo todo lo reconquistado tras los Arapiles- que los londinenses recordaron, con verdadera saña, al propio Wellington, dando el nombre de Burgos a una de sus calles sólo por fastidiar al altivo lord.

En esa ocasión un ejército español, el Séptimo, será el encargado de cortar, o al menos ralentizar, el avance de las tropas francesas que salen en persecución de las que están bajo mando de Wellington. Lo harán combatiendo en varias batallas y liberando poblaciones a comienzos del año 1813: Reinosa, Sámano, Castro Urdiales…

Todo ello, además, se hace a las órdenes de otro de los oficiales que están presentes en Toulouse: el mismo general Gabriel de Mendizabal e Iraeta al que incluso Wellington colma de elogios -en su despacho a Lord Bathurst de 12 de abril de 1814-por haber permanecido en la línea de combate pese a haber sido herido en aquella absurda Batalla de Toulouse de 10 de abril de 1814, en la que se lucha por algo que no existe ya: el Primer Imperio francés, absolutamente derrotado en París pocos días antes.

Esto, en definitiva, es lo que da de sí como fuente histórica el diario del teniente Woodberry… Lo cual, supongo, es toda una necesaria lección sobre cómo se escribe lo que realmente es lo contrario de toda ficción. Es decir: la Historia.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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