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Carlos Rilova

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¿Quién no luchará por el buen príncipe Carlos? Escocia en el otoño de 1745

Por Carlos Rilova Jericó

Es poco sabido que en Escocia, aparte de inglés y gaélico, se habla otra lengua llamada “lallans”. Es decir, un idioma emparentado con el inglés hablado en las Tierras Bajas escocesas, las Lowlands, palabra que en esa lengua se transforma en “Lallans”.

En la rica y romántica (o más bien romantizada) Historia escocesa, hay interesantes documentos conservados hasta la actualidad en “lallans”. Algunos de ellos, como no podía ser menos, relacionados con las guerras jacobitas que sembraron de acontecimientos esa Historia escocesa en parte del siglo XVII y la primera mitad del XVIII, hasta el año de 1745.

Uno de esos ejemplos de documento histórico escrito en “lallans” es la canción en apoyo de la causa de los derrotados Estuardo, compuesta en el calor de la que sería la última insurrección de esos llamados “jacobitas”. Es decir: aquellos escoceses -e ingleses- partidarios de Jacobo II Estuardo, rey legítimo de Inglaterra y Escocia derrocado por la revolución de 1688. Cuestión esa provocada por el temor de que ese soberano tratase de imponer en las islas británicas la religión católica, borrando, de un plumazo, toda la reforma protestante y los numerosos beneficios económicos que había traído a muchas familias de las que regían Inglaterra en esos momentos.

Esa canción en apoyo de esa causa de los partidarios de Jacobo II y sus descendientes tiene un título, “Wha Wadna Fecht for Charlie?”, que, más o menos traducido del “lallans” al español actual, sería “¿Quién no lucharía por Carlos?”. El aludido Carlos, o más bien “Charlie”, era el nieto de Jacobo II, Carlos Eduardo Estuardo, conocido por diversos motes que iban desde el que le aplicaba la propaganda de los británicos leales a los Hannover instalados en el trono de Saint James en Londres, (el despectivo de “matasiete italiano”, pues los Estuardo se habían refugiado en países católicos, como los Estados Pontificios en Italia), hasta el de bello príncipe Charlie (“bonnie Prince Charlie”, una vez más en “lallans”) pasando por el de Joven Pretendiente para distinguirlo de su padre, el exiliado Jacobo III conocido como el Viejo Pretendiente.

“Wha Wadna Fecht for Charlie?”, compuesta en honor a “Charlie”, es toda una declaración de intenciones e ideas jacobitas, una explicación, rimada, de los porqués de aquellas guerras, de insurrecciones como esa que, tras la captura incruenta de Edimburgo, se iniciaba con la ruptura de hostilidades abiertas en 21 de septiembre de 1745, en la Batalla de Prestonpans, y que iba a prolongarse hasta la primavera de 1746, acabando con la derrota jacobita en el páramo de Drummossie.

Las rimas en ese sonoro “lallans” nos preguntan así quién no estaría dispuesto a luchar por “Charlie”, por Carlos Eduardo Estuardo, nieto del destronado Jacobo II, quién no estaría dispuesto a desenvainar la espada por esa causa, quién no estaría dispuesto a alzarse y congregarse para esa lucha a la voz del príncipe real.

Las siguientes estrofas son más concretas sobre lo que se organiza en Escocia a partir del desembarco del pretendiente Estuardo en la isla de Eriskay el 23 de julio de 1745.

Así la canción dice que pensemos en los antiguos héroes de Escocia, en el enemigo extranjero expulsado de allí, en los leales Bruce y Wallace aplastados por el usurpador inglés. Nos lleva de ese modo la canción jacobita a la Edad Media, a las luchas entre ingleses y escoceses del siglo XIII y XIV hoy conocidas (no diré que bien) gracias a películas como la famosa “Braveheart” de Mel Gibson.

De la Edad Media el bardo jacobita que compuso “Wha Wadna Fecht for Charlie?”, nos lleva a otro momento de la Historia que se escribe en esos meses en los que transcurre la rebelión “del 45”.

Así los siguientes versos, tras repetir la llamada a luchar por “Charlie”, a desenvainar la espada, a levantarse y congregarse a la voz de mando del príncipe real escocés, hace ver como los clanes del Norte avanzan, como acuden a la llamada los de Glengarry y Lochiel, el brillo de las espadas escocesas y el valor de los corazones tan fiable como el acero.

Unas estrofas que describen, en efecto, a los escoceses que en 1745, viniendo de valles como los de Glengarry y el lago Lochiel, acuden, sin ambages, a unirse al estandarte de los Estuardo desplegado desde agosto en Glenfinnan. Y es que los Cameron, de Lochiel, en efecto, constan en los libros de Historia sobre estos hechos como el soporte más sólido con el que pudo contar aquel muchacho, el bello príncipe Charlie, criado entre las cálidas bellezas de Italia y para el que Escocia debía ser un lugar tan exótico como los paramos de la Luna.

Las siguientes estrofas de “Wha Wadna Fecht for Charlie?” pueden parecer más oscuras a quien no conozca la cuestión. Pero son reveladoras, en su poesía, de lo que fue aquella última insurrección jacobita. Esos versos hablan de como el pretendiente ha alzado su estandarte, en alusión a lo ocurrido tras el desembarco en Eriskay y como la causa ha triunfado. Sin duda, pues antes de la derrota de Culloden, en abril de 1746, los jacobitas se anotarán numerosas victorias, pisando incluso suelo inglés, hasta llegar a Derby.

En los últimos versos de esa expresiva canción jacobita se canta que el león rojo de la otra bandera de Escocia se alzaba y así los escoceses leales podían golpear “por el Príncipe y las Leyes” al enemigo de su causa…

Unas palabras éstas que en tierra vasca seguramente evocan recuerdos de otras guerras. Las carlistas, con otros pretendientes, que, un siglo después, entre 1833 y 1876, también trataban de dar la vuelta al reloj de la Historia restableciendo viejos príncipes y viejas leyes, apelando a las lealtades ancestrales de los habitantes de esas y otras provincias españolas para remover del trono de Madrid no a un usurpador extranjero, sino a sus propios primos de la dinastía Borbón. Esos a los que consideraban traidores a lo que debía ser la monarquía española según una tradición que -en plena época del telégrafo y el ferrocarril- tras casi un siglo de ideas ilustradas traídas por esa misma dinastía, no se sabía muy bien de qué rincón de la Historia española salía.

Unos y otros, carlistas y jacobitas, con el tiempo, fueron convertidos en materia de novela. Los jacobitas escoceses desde luego con mucho más éxito que los carlistas retratados con sutileza -pero de manera inmisericorde- por Valle-Inclán y Pío Baroja.

En eso, en efecto, han tenido más fortuna las novelas de Walter Scott y las algo irónicas, y muy sutiles también, de Robert Louis Stevenson. Un escocés que supo tratar con verdadera flema, ya completamente británica, aquel asunto “del 45” en el que los escoceses se acometieron en una guerra que también fue civil, para decidir si reinaría en las islas el bello príncipe Charlie o la dinastía de los Hannover. Y así es como, hasta hoy, se ha conservado un recuerdo de eco mundial de aquellos guerreros vestidos con kilt y armados con ancestrales escudos y espadas de hoja ancha para enfrentarse a otros escoceses más a la moda del siglo XVIII, que les combaten bajo las banderas de los Hannover. Todos ellos han dejado, sin duda, una larga estela histórica que da para escribir páginas y más páginas de Historia.

Algunas tan inesperadas como la que los suscriptores de este mismo periódico podrán leer mañana en la sección de “Historias de Gipuzkoa”…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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