Por Carlos Rilova Jericó
Este verano ha tenido un papel estelar en los medios de comunicación la cuestión de las olas de calor que, en muchas ocasiones, han precedido a lamentables incendios que todavía asoman por dichos medios. En esas sucesivas apariciones de los picos de calor que se estaban alcanzando, aparecía también con frecuencia la expresión “desde que hay registros”. Es decir: se suponía en esos noticiarios que se estaban registrando temperaturas superiores a las de otros años en una pauta que debería ser alarmante. A esto ha habido algunas contundentes respuestas. Por ejemplo por parte del escritor y articulista del “ABC” Juan Manuel de Prada, que ha puesto en solfa esa Política informativa en un artículo donde desarmaba un, para él, exagerado alarmismo.
Yo no voy a entrar tan a fondo en esa cuestión, pero, como historiador, me ha chocado enormemente la repetición de ese aserto sobre la alteración, a más, de las temperaturas medido ese cambio en cifras “desde que hay registros”. Me ha chocado porque esos “registros” se basan (según la Agencia Meteorológica española, que se supone es organismo científico solvente) en una pauta que no va más allá de 1961 y en ocasiones se reduce a las observaciones entre 1991 y 2025.
Deduzco de todo esto que la mayoría de periódicos, televisiones, radios… carecen de tribunas como ésta en la que, precisamente, se busca perfilar mejor cuestiones como esas y convertirlas en informaciones fidedignas y no simple comunicación a matacaballo. Como denunciaba Juan Manuel de Prada con respecto a esta cuestión del alarmismo con la subida de temperaturas...
Porque lo cierto es que para hablar sobre eso en base a la afirmación de “desde que hay registros”, hay que saber que los registros históricos de temperatura se pueden retrotraer mucho más allá de esos a los que se aferran y dan crédito esos medios.
Pondré sólo dos ejemplos que deberían llevarnos a reflexionar sobre esas afirmaciones alarmantes pero basadas en un trabajo incompleto, sin profundidad de análisis más allá de recabar datos numéricos y mediciones realizadas en un arco temporal de muy escasa entidad como para respaldar noticias de tan grave calado.
Tomaré el primer ejemplo de la “Atzoko Prentsa Digitala”. Se trata de un repositorio de periódicos históricos mantenidos por la Diputación Foral guipuzcoana en la página web de la Biblioteca Koldo Mitxelena. Entre ellos hay tribunas con más de doscientos años. Como la del “Diario de Palma”.
Pese a que no contamos con la serie completa de esa publicación, sí disponemos ahí de un año entero -el de 1813- sobre el que basar una observación de registros de temperaturas con más de dos siglos de antigüedad.
Veamos, por tanto, qué dice ese “Diario de Palma” al respecto para el 22 de junio de 1813, con el verano ya comenzado 24 horas antes. Para ese día registraba ese periódico a las siete de la mañana 16 grados y medio. A las 12 del mediodía la temperatura había subido sólo dos medios grados hasta los 17 y medio y a las cinco de la tarde la temperatura bajaba medio grado.
Comparemos esas cifras con las recogidas este año en Palma. Los registros de la AEMET daban una media anual allí de 25, 3 grados. Otras páginas como la de Tiempo 3, indicaban con precisión que el 22 de junio Baleares registraba una máxima de 29 grados y una mínima de 20.
Trasladémonos ahora a mediados de agosto del año 1813. ¿Qué temperaturas daba el “Diario de Palma” para el 14 de ese mes -pues el día 15 no se publicó- que coincidiría, aproximadamente, con la mitad de la estación más cálida? Apenas ha habido variación respecto al día 22. A las 7 de la mañana se registraron 17 grados. A las 12 se habían alcanzado los 19 grados. A las 5 de la tarde la temperatura era de 19 grados todavía.
¿Cuál sería la diferencia con respecto a las mismas fechas en Palma en el año 2025? En las gráficas de AEMET vemos como en la estación del aeropuerto se registraban desde el 1 de junio mínimas por debajo de 15 grados centígrados a un poco más de 20 entre el 12 y el 18 de agosto empezando a decaer por debajo de 20 a partir del 24 de agosto. En las máximas, entre el 12 y el 24 de agosto, las temperaturas oscilan entre 30 grados sin llegar a alcanzar los 35 y para el 24 decaen hacia la zona de los 25 grados sin bajar de los 30.
De este registro de los registros de temperatura que, como vemos, van más allá de 1961 y de 1991, parece que se confirmaría que ha habido un aumento exacerbado de temperaturas en España. Al menos en Baleares. Habríamos ido así de máximas de 19 grados en 1813, a otras de 30 dos siglos después… Algo ciertamente alarmante…
Pero es preciso ser cautelosos en ese aspecto. Para empezar las mediciones del “Diario de Palma” no especifican si son Celsius o Réamur. Lo más probable es que las mediciones fueran en esa última escala -la Réamur- habitual en la época, con lo cual los 19 grados registrados en agosto de 1813 equivaldrían en realidad a unos 24 grados Celsius que es en lo que se miden ahora las temperaturas. En pocas palabras: las temperaturas en Baleares según esos registros históricos de dos siglos, habrían subido sólo seis grados centígrados entre 1813 y 2025. De 24 a 30 de máxima.
Pero sigamos siendo cautelosos. Más aun. Si algo no es el clima de nuestro planeta, es global. Vamos pues con el segundo ejemplo sobre registros de temperaturas anteriores a 1961. La información en este caso se encuentra en los diarios de navegación y estancia en China del comerciante guipuzcoano Manuel de Agote y Bonechea.
Tomemos así, por ejemplo, sus observaciones en el puerto chino de Cantón en el mes de junio de 1789 registradas en su diario conservado hoy en el Museo Marítimo Vasco con la signatura R-631. El 22 de junio, inicio de verano, la temperatura máxima será allí de 21 grados Réamur, pues Manuel de Agote, siempre cuidadoso, señala que toma sus sistemáticas observaciones en esa escala. Así, en la escala actual de Celsius, la máxima habría sido 27 grados y medio.
En agosto de 1789 las temperaturas en Cantón los días 14 y 15 son, respectivamente, una máxima de 25 grados y 24 y medio en la escala de Réamur. Lo cual equivale a temperaturas de Celsius de 31 grados en un caso y aproximadamente de 30 grados en el segundo caso…
En este año de 2025 se han registrado en Palma temperaturas máximas similares, como vemos por el registro de la AEMET. Algo que, en principio, parece bastante llamativo y confirmaría un aumento significativo de la temperatura global. Pues Cantón está en una latitud más al Sur que Palma de Mallorca, que queda a 39 grados del Polo en tanto que Cantón queda a 23 grados de esa zona más fría o más templada por la mayor cercanía a las masas polares.
Pero sigamos siendo cautelosos. Estos registros de 1789 o 1813 son sólo, por ahora, una muestra parcial. Por otra parte las tomas de temperatura, tanto en Palma en 1813 como en Cantón en 1789, se realizaron en medio de lo que se ha llamado “Pequeña Edad de Hielo” en la que se dieron caídas significativas del termómetro con inviernos atroces. Como el de 1788 que arruina las cosechas y provoca hambrunas que catalizan la revolución francesa. O el de 1808-1809 que barrió todo el Norte peninsular con una ola de frío polar. Algo similar a lo que ocurre en el Gran Invierno del año 1812 que destroza al Ejército napoleónico en las estepas rusas y vuelve a congelar el Noreste español. Todo esto, evidentemente, habría contribuido a que el verano de 1813 fuera en Palma seis grados más frío que el actual.
Así las cosas, circunstancias históricas constatadas como esas deberían invitar a la prudencia si se quieren sacar, por ejemplo, conclusiones categóricas a partir de registros como los de Manuel de Agote en China que, aparentemente al menos, arrojan una inquietante igualación de temperatura en el verano de Palma de 2025 con el verano del Cantón de 1789.
En cualquier caso, a partir de este somero estudio de registros de dos siglos de antigüedad, lo que debería quedar claro (y ese es el objetivo de este artículo) es que, cuando menos, habría que revisar esas noticias sobre aumentos alarmantes de temperaturas globales asentadas en esa dudosa afirmación de “desde que hay registros” que, evidentemente, ignora muchas fuentes de información al respecto como las aquí consideradas. Todo lo cual implicaría que la información que se está dando al respecto no es fidedigna ni veraz. Algo que sí es muy alarmante.
Y más si consideramos la desmedida remuneración -en algunos casos- que reciben por tan deficitario trabajo quienes difunden, sin mayor estudio, ni contraste de fuentes, ni revisión, esas noticias desde, por ejemplo, grandes cadenas de Televisión donde se desconoce cualquier registro de temperatura más allá de 1961. Como ocurre con los disponibles en los diarios de Agote o en periódicos como el “Diario de Palma”. Algo que no incita, desde luego, a dar crédito a semejante clase de noticias en un mundo tan preocupado, además, con las “fake news”…