Simplemente con una conexión a Internet ya podemos estudiar en las más prestigiosas universidades del mundo. A través de las plataformas Coursera, EdX y Udacity, a partir del año 2012 se han multiplicado los llamados MOOCs: cursos masivos on-line y abiertos. Sin pagar nada uno puede estudiar cosas tan variadas como inteligencia artificial para robótica o nutrición para equinos. Si se te resiste el inglés ya hay una plataforma de MOOCs en castellano: Miríada X, y en euskara Asmoz.
Como señalaba en la primera entrega de este post, los beneficios potenciales de los MOOC son enormes. Gracias a Internet, cualquier persona, de cualquier edad, género, raza o religión, en cualquier parte del mundo, puede realizar un curso en las mejores universidades del mundo. Sin embargo, los MOOC sobrevivirán si cuentan con un modelo de negocio viable. Como comentaba en la primera entrega, las fuentes de ingresos de los MOOC pueden provenir de cobrar los certificados que se otorgan al finalizar el curso, y de la venta de datos sobre los alumnos más competentes a las empresas de gestión de recursos humanos. Más adelante, los ingresos pueden venir de la impartición de grados completos a través de MOOCs, o de licenciar a otras universidades partes del material incluidos en los MOOCS.
En esta segunda entrega quiero analizar algunas limitaciones de los MOOC. La primera limitación reside en la evaluación. Por ejemplo, las plataformas tienen muchas dificultades para asegurar que no se copia en los test semanales o en el examen final. En los cursos que yo estoy haciendo, cuando realizas un test de evaluación, antes de enviar las respuestas tienes que pinchar sobre un código de honor en el que certificas que no has copiado las respuestas de otra persona. Estos códigos, que a nosotros nos resultan un poco extraños, son usuales en las universidades estadounidenses. Por ejemplo, cuando se realiza un examen el estudiante tiene que firmar que no va a hacer ninguna trampa a la hora de responder a las preguntas. Si viviéramos en una sociedad en el que el honor fuese lo más importante, quizá con pinchar el código de honor sería suficiente, pero me parece que no estamos en ese caso. De hecho, en el primer curso que hice, cuando realizabas el test semanal, el sistema te daba instantáneamente tu puntuación. En el segundo curso, en cambio, no te da la puntuación hasta que no haya expirado el plazo para contestar el test semanal. Os podéis imaginar por qué. Una limitación adicional es que las plataformas MOOCs no pueden estar seguras de quién está realmente realizando el curso. Por ejemplo, si yo sé que las empresas van a valorar mucho el tener certificados de cursos MOOC, y yo no tengo tiempo para cursar un MOOC, le puedo pagar a mi sobrino, que es un as, para que los haga por mí. Para salvar este problema, Coursera ha introducido un sistema que analiza el comportamiento de los alumnos al teclear el ordenador, lo que les permite sacar, imagino yo, algo así como el ADN informático de cada alumno. Si observa que el comportamiento informático de un alumno es errático pueden comenzar a sospechar que hay otra persona ayudándola en el curso.
La segunda limitación de los MOOC es que hay ciertas formaciones que son más difíciles de desarrollar a través de la educación on-line. Por ejemplo, los trabajos de laboratorio son difíciles de hacer por ordenador. Tampoco me imagino a los alumnos de medicina haciendo una bisección on-line. Sin embargo, debemos reconocer también que se está avanzando mucho en este campo. Al igual que los pilotos de avión se “entrenan” en simuladores, no creo que tardemos mucho, o quizá ya exista la posibilidad, para que los alumnos de medicina se formen haciendo operaciones virtuales.
La tercera limitación de los MOOC reside en qué pueden evaluar. El gran activo de los MOOC es su enorme número de alumnos, unido al hecho de que cada alumno adicional tiene un coste cero para la plataforma. Así, el coste fijo de desarrollar el curso se puede dividir entre un número, en principio, sin límite de alumnos, generando unas economías de escala brutales. Sin embargo, el coste cero de añadir nuevos alumnos obliga a que el sistema de evaluación solamente pueda ser tipo test, para que el propio sistema sea capaz de puntuar automáticamente. Si la evaluación se hiciese con una pregunta abierta, las plataformas MOOC deberían contar con muchos profesores que evaluasen todos los exámenes, lo cual elevaría mucho su coste. Algunos cursos están solucionando este problema a través de que sean los propios alumnos los que evalúen a otros alumnos. Sin embargo este sistema tiene, en mi opinión, muchas limitaciones: los alumnos no tienen los mismos conocimientos que los profesores y los criterios que siguen a la hora de evaluar pueden ser diferentes.
Esta limitación a la hora de qué se puede evaluar nos lleva a lo que yo considero uno de los problemas mayores de los MOOC. En un post que publiqué en el mes de noviembre, reflexionaba sobre cuáles son las competencias que deben desarrollar los estudiantes para los empleos del futuro. Entre ellas destacaba las competencias relacionadas con la creatividad, la imaginación y la inventiva, y las habilidades que son nucleares para la interacción entre las personas, como la comunicación, los idiomas y el trabajo en grupo. Todas estas habilidades son difíciles de desarrollar a través de un curso on-line, y mucho más difícil el evaluarlas. Aunque es verdad que las generaciones más jóvenes están muy acostumbradas a interaccionar en las redes sociales, todavía creo que estas competencias se desarrollan mucho mejor off-line.
La cuarta limitación de los MOOC reside en la motivación. Aunque muchas personas se apuntan a un MOOC, muy pocas lo terminan. Por ejemplo, en el primer curso que yo realicé se inscribieron 61.285 personas, pero solamente 1.303 (2%) obtuvimos el certificado (que era gratis) de haber superado el curso. Como señalaba Luis Garicano en un post sobre los MOOC, uno de los problemas que resolvemos las universidades off-line es el de la motivación. Sacar adelante una carrera requiere un esfuerzo grande. Para no flaquear en ese esfuerzo es muy importante tener la obligación de ir a clase, de reunirse con los compañeros para discutir el caso de una empresa que hay que preparar para la asignatura de Estrategia, o de realizar una presentación en público en la clase de Márketing. Asimismo, la interacción con el profesor es muy importante para aquellos alumnos que tienen más dificultades para seguir la asignatura.
Finalmente, en las universidades ofrecemos algo más que formación. Las universidades ofrecemos un espacio para que las personas se socialicen, conozcan nuevas personas, tanto de aquí como de otros países, y compartan experiencias. La red que se teje en la universidad puede tener, además, una gran importancia en el futuro profesional de los alumnos.
Aunque tengan limitaciones, los MOOC pueden provocar cambios importantes en el modelo de universidad tradicional. Está claro que si un profesor universitario se dedica solamente a recitar en sus clases, es mucho mejor cambiar ese profesor por un MOOC. En mi opinión, los MOOC son un incentivo más para que dediquemos las cursos off-line a aquellas actividades en que los cursos off-line tienen ventaja comparativa. Por una parte las clases presenciales tienen ventaja comparativa en la interacción entre los alumnos y el profesor, que permite identificar y salvar los obstáculos del proceso de aprendizaje, obligar al alumno a que siga un ritmo de aprendizaje, y motivar para que no ceje en el empeño; las clases son también un espacio único para desarrollar la capacidad de comunicación y de argumentación de los alumnos en público. Además la cursos off-line tienen ventaja comparativa en el desarrollo y la evaluación de competencias como el trabajo en grupo, la comunicación interpersonal, cómo responder a situaciones donde no existe solamente una única respuesta (la mayoría), el emprendizaje y la capacidad de imaginar nuevas soluciones. Estas actividades se pueden combinar con aquellas actividades donde los MOOC sí tienen ventaja comparativa: el poder ver las veces que quieras a un profesor excelente explicar un nuevo tema, o la posibilidad de realizar numerosos tests para evaluar si realmente dominas lo aprendido.
Durante estas semanas en mi curso (off-line) International Economics estamos estudiando el concepto de ventaja comparativa. Seguro que en la próxima clase mis alumnos me reclamarán si no aplico también la ventaja comparativa de las clases.