De todos los titulares indescifrables que nos brinda a diario la actualidad -y son unos cuantos-, ninguno tan enigmático como ése que reza “Alex de la Iglesia se reunirá el jueves con los internautas”. Todas las señales apuntan a que nos encontramos en los albores de una nueva época, caracterizada por los encuentros entre interlocutores inaprensibles y representantes evanescentes, que arrojarán siempre resultados fructíferos, aunque por lo general inenarrables.
Hasta ayer, “los internautas” era tan sólo otra denominación de un colectivo de deidades imaginarias, cuyo uso se regulaba con enorme flexibilidad, como cuando uno lee “Zapatero responderá a las presiones de los mercados”, sabiendo de antemano que éstos no existen como colectivo y que todo se resolverá mediante la correspondiente subida de los impuestos del tabaco. Al fin y al cabo, también Alá tiene 99 nombres.
Vivimos tiempos en los que todas las desgracias parecen caídas del cielo, sin que nadie se moleste en reivindicarlas en su nombre, ni en desmentir su implicación. Dicho lo cual, he leído la lista de asistentes al encuentro -incluida la de los que ya han excusado su presencia- y debo reconocer que tengo tantas posibilidades de estar representado en esa mesa como de detentar el derecho al sufragio en las primarias demócratas de Wisconsin.
Por un lado, estará Alex de la Iglesia, presidente de la Academia de Cine. Por el otro, los internautas, encarnados en una delegación cuyo mero enunciado asusta: Julio Alonso, fundador de Weblog Sociedad Limitada; David Maeztu, “abogado especializado en propiedad intelectual” (¿?) y Víctor Domínguez, “presidente de la Asociación de Internautas” (¿?).
Así de simple, he aquí “los internautas”, en unos tiempos en los que la simple localización del presidente de la comunidad de vecinos ya resulta de por sí una tarea ímproba. Si llegan a acuerdos vinculantes, ya estaremos en condiciones de certificar que la democracia 2.0 era esto.
En semejante encuentro, costará decantarse por unas de las partes, dado que tengo tantas posibilidades de rodar ocho películas en los próximos cinco años como de asumir como propias las posiciones de “los internautas”, trufadas de expresiones tan rimbombantes como “modelo de negocio” y “cambio de paradigma”.
Todo lo escrito hasta hora no se traduce en que reste un ápice de valor a ambas partes. El de los “internautas”, por aceptar un encuentro cara a cara y, por lo tanto, contranatura respecto a su propia esencia. El del cineasta, por exponerse a una emboscada en la que una mano anónima le aplique la eutanasia digital mediante el Ctrl + Alt + Supr.
No obstante, la consigna es esperar a que se desarrollen los acontecimientos, siempre dentro de un espíritu optimista y hasta navideñamente positivo. Está más que comprobado que hablando no se entiende la gente, pero quizás clickeando acontezca el milagro.