Lo más probable es que el que diseñó el Estadio de Anoeta hace veinte años no contemplara la posibilidad de que su creación estuviera llamada a convertirse en el principal factor de configuración de la ciudad desde su incendio a manos de las tropas invasoras, allá por 1813. La otra posibilidad es que dios creara el mundo en siete días y reservara el octavo para poner las pistas de atletismo.
Apenas dos décadas después de su construcción, la eliminación de estas instalaciones se ha revelado una operación mucho más complicada que el exorcismo que expulsó al diablo del cuerpo de Linda Blair. Por seguir con las santas escrituras, es más fácil que un atleta pase un control antidóping que llevarse a cualquier otra parte la pista por la que estuvo correteando.
Ahora, la última ocurrencia pasa por girar noventa grados la orientación del terreno de juego, una propuesta que invita a cuestionarse si no sería más sencillo dejar el campo tal y como está, y aplicar ese desplazamiento sobre su eje al resto de la ciudad, de forma que El Antiguo quedara en las faldas de Urgull, Ibaeta, en las de Igeldo, la Parte Vieja pasara al otro lado del Urumea e Intxaurrondo se convirtiera en el centro histórico de la ciudad.
En una ciudad tan compleja como la nuestra, puede que la solución radique en eso que se llama trabajar en red, conectando unos problemas con otros y aplicando los sortilegios propios del “piensa en global, actúa en local, reposa en universal”.
Así, la ciudadanía asumiría que eliminar esta instalación deportiva del Estadio pasa obligatoriamente por renunciar a la iluminación navideña, lo cual a su vez, implica sortear todos los años los toldos de las playas, por supuesto, una vez inaugurada la estación intermodal, de forma que las pistas de atletismo puedan añadirse a las de aterrizaje y despegue del aeropuerto de Hondarribia, siempre que los atletas puedan entrenar en Tabakalera. En cuanto a la opción de regalárselas al Camino de Santiago, eso ya sería cuestión de hablarlo con el Apóstol con una propuesta en firme sobre la mesa.
La urgencia por suprimir las pistas de atletismo se entiende mejor si se contempla a la luz de las mismas teorías que desaniman el uso del preservativo en las relaciones sexuales: pérdida del contacto, disminución del calor humano, menor sensibilidad y deshumanización de las relaciones, en este caso, entre jugador y forofo.
Probablemente costaría menos dinero instalar una máquina de diálisis en la casa de cada uno de los enfermos que la requieren, pero en tiempos de crisis tenemos la responsabilidad social de establecer prioridades y en el caso que nos ocupa, se trata de conseguir que la Real logre mantener su sorprendente trayectoria mediante ese juego ramplón que le permite ganar un domingo y, con toda tranquilidad, perder al siguiente.