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Alberto Moyano

El jukebox

Ha estallado algo, pero no se sabe qué es

En una situación de conflicto en la que parecíamos condenados a vivir todos los dramas un mínimo de dos o tres veces, parece ser que la principal novedad radica en que las cosas ya no volverán a ser idénticas a sí mismas, al menos, en los términos en los que las hemos conocido.

Sortu ha llegado y nos ha cogido a todos exhaustos. Cada uno de los hitos que acompañan la liturgia vasca se encuentra hace tiempo en fase terminal, de forma que cualquier manifestación pública de apoyo o repulsa, a favor o en contra de lo que sea, debía resignarse a convocar a los mismos de siempre o los mismos de siempre, menos los algunos ocasionales. En lo que respecta a ETA, digamos que hace años que cayó su último ‘número uno’ y desde entonces lo que se han registrado son las periódicas detenciones de sus sucesivos 0,5, máximo grado alcanzable en el seno de la organización.

Una lectura detenida de todos los análisis que hoy se publican en torno al irrupción de la nueva izquierda abertzale nos proporciona todos los elementos indispensables para que cada uno se construya su propia confusión, amén de relativizar el concepto de complejidad literaria aplicada al ‘Ulysses’ de Joyce.

Es tal la riqueza y pluralidad de la sociedad vasca que es posible encontrar desde teorías que apuntan a que ETA y el Gobierno forman una Unión Temporal de Empresas hasta otras que aseguran que ayer asistimos a la versión abertzale del bofetón que Rita Hayworth propinara a Glenn Ford en ‘Gilda’. Entre las unas y las otras, las que sostienen que las palabras se las lleva el viento, pero no las desintegra, por lo que habrá que esperar dónde termina depositándolas.

El tedio es el único camino. Todo apunta a que dentro de poco recordar, olvidar, perdonar u odiar pasarán a ser actividades tan privadas como rezar, a disposición de quien desee practicarlas, pero siempre en la intimidad del hogar.

No faltarán quienes se dediquen al cultivo intensivo de sus viejos agravios, pero deberán hacerlo en su jardín privado por la constante disminución de espectadores interesados en admirarlos. Y quien piense que semejante lodazal constituye en esencia el germen de una sociedad enferma, tiene toda la razón, siempre y cuando no olvide de ésta es el hábitat natural en el que, a fuerza de práctica, mejor se mueve el ser humano.

En este panorama, los intereses de las formaciones políticas -que nunca se pierden de vista a sí mismas- vienen a poner orden dónde sólo hay caos. Todas lucharán honradamente por salvaguardar sus intereses partidistas y aunque los más pusilánimes ya han mostrado su temor a que ETA se muera en la cama, hasta ellos deben encontrar motivo de consuelo en el hecho de que cincuenta años de historia siempre nos obsequiará con un último 23-F preñado de oportunidades, tal y como se demostró en el original.

Frente a quienes propugnan cerrar las heridas mediante la elaboración de relato coherente y unánime que dé sentido a todo esto, la solución más sencilla y natural terminará por imponerse: que cada uno se escriba el suyo propio. El reto no consiste en dar con el que más te convenga -la oferta disponible es amplia y nuestra necesidad de hipótesis plausibles, infinita-, sino lograr que te siga resultando creíble en el tiempo.


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