En vista de que tras una temporada fuera de la agenda, los medios de comunicación estatales han vuelto su mirada sobre los acontecimientos que periódicamente proporciona el País Vasco a la actualidad-manda, he aquí un puñado de consejos que ayudarán a cualquier periodista avezado a deformarse su propia opinión y a ofrecer en cuatro pinceladas un retrato ajustado de la realidad, al gusto tanto de sus lectores como de sus editores:
1) Si bien las últimas tendencia literarias caminan hacia el relato fragmentario como reflejo de las incoherencias en las que incurre la vida real, la tendencia periodística y museística apunta a construir narraciones cerradas, con planteamiento, nudo y desenlace, en las que todo tiene sentido.
2) Por eso, conviene que el relato del periodista esté trufado de expresiones como “mirada huidiza”, “silencio elocuente”, “confesiones a media voz” y “medidas de precaución”. Si todo esto no surge espontáneamente, se provoca. Ejemplo: el periodista ha quedado con su entrevistado en un bar. Llega primero, elige sitio en la mesa y a continuación apunta: “Mi interlocutor se sienta de frente a la puerta, para controlar quién entra y quién sale”.
3) Es imposible entrevistar a dos millones de vascos, lo que convierten el casting en un elemento clave del reportaje, que deberá construirse a base de contrastes. Los personajes más cotizados a la hora de elaborar la información son los ex miembros de cualquier rama de ETA arrepentidos de su pasado y convertidos ahora en constitucionalistas o, al menos, transversales. De no ser posible localizar a ninguno, se puede echar mano de algún ex consejero nacionalista que haya seguido el mismo o similar trayecto ideológico.
4) Es importante trufar el texto con frases cuya matriz sería “esto es muy pequeño y aquí nos conocemos todos”. Para ilustrar este hecho incontestable, hay que salpicar el reportaje de datos y personajes que lo encarnen: políticos socialistas que coincidieron en la universidad con dirigentes de ETA, amenazados cuyos primos cumplen condena por kale borroka, futbolistas con una cuñada en busca y captura, sindicalistas cuyo padre era guardia civil, empresarios con hermanos del Grapo o incluso abertzales de familia franquista.
5) También ayuda al lector situarle geográficamente, no tanto a base de topónimos, sino de hechos históricos. Por ejemplo, “nos encontramos a escasos cincuenta metros de donde fue asesinado…”, “hemos quedado un bar cuyo dueño…”, “…. atravesamos la misma plaza en la que hace veinte años…”
6) A la hora de ilustrar el reportaje, sea fotográfico o televisivo, conviene desechar por vetustas aquellas recurrentes imágenes de montañas verdes, ventanas salpicadas de lluvia, frontones grafiteados de arriba abajo y calles encharcadas. Estamos en otra época que requiere otra iconografía, basada en lo chocante: pueden servir desde escolares con mochilas pasando frente a una pintada de ETA hasta retratos de presos junto a un cartel de La Oreja de Van Gogh, pasando por ‘parroquianos’ del batzoki viendo en la pantalla de la tele a tres encapuchados.
Esperando haber sido de alguna utilidad, aquí dejo este breve manual periodístico, elaborado con la vista puesta únicamente en el interés del lector-espectador, un señor que -recuerden- que no desea ser informado, ni mucho menos iluminado, sino que aspira a ser reconfortado.