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Alberto Moyano

El jukebox

“Mi vida plena como simulacro total: un relato”

“Para empezar, facilitaré cuatro datos sobre mi vida privada. En efecto, vivo con una muñeca hinchable. Nos conocimos hace ocho años, un momento en el que los dos estábamos saliendo de relaciones complicadas que no habían terminado de llenarnos plenamente. Ella, con una colchoneta; yo, con una comunity manager.

Pasada la primera época de pasión, en la que manteníamos frecuentes relaciones sexuales -por supuesto, siempre con preservativo-, nuestra relación se encuentra en estos momentos en un estadio superior, más intelectual, basado en en el cariño y en esa complicidad que sólo pueden establecerse entre dos impostores.

En cuanto a mi trabajo, soy empleado en una asesoría especializada en la realización de estudios para la elaboración de análisis que, tras la introducción de variables e imprevistos, se convierten en informes. Ni que decir tiene que se trata de una actividad tan estéril como inútil que me llena en lo laboral tanto como me vacía en lo personal.

Hombre de mi tiempo, me considero el típico renacentista. Mis intereses y aficiones culturales son innumerables, pero por citar unas cuantas digamos que jamás me pierdo un concierto de cualquier banda tributo, disfruté con el musical de ‘Mamma Mía’ como nunca lo hubiera hecho con un concierto de Abba y desde el punto de vista estético, considero que la réplica de Ekain es muy superior a la cueva original.

También se podría decir que soy un gran lector, sobre todo, desde la irrupción en el mercado del libro electrónico. Por encima del placer de la lectura, extraigo un enorme disfrute de la aplicación que te permite simular que pasas páginas igual que si fueran reales. Diré más: adoro el olor de la tinta por las mañanas, por eso, apenas me levanto ya estoy echando un vistazo a las ediciones digitales de prácticamente todos los diarios.

En cuanto a mi cuerpo, he de decir que soy una persona a la que le gusta cuidarse. Siempre compro los filetes en Irun, siento pasión por la gula del norte y jamás me tomaría un yogur que careciera de bífidus activos.

Me encanta la naturaleza -en concreto, las flores de plástico-, ver paisajes nuevos y sentir el aire acondicionado en mi rostro, mientras pedaleo la ciclostatic que he instalado en el bidegorri de mi casa. Además, mi pasión por los espacios abiertos, la vida salvaje y el sabor del salitre me ha llevado últimamente a iniciarme en la práctica del surf sobre ola artificial.

Y a pesar de los varapalos que te da la vida, soy completamente sincero cuando sostengo que mis sueños de juventud siguen intactos: aún aspiro a tener un clon, crear un vídeo-juego y plantar un semáforo.

Ahora, debo dejarles. Tengo entradas para un espectáculo musical de imitación basado en la
vida de un cantante negro que se blanqueó la piel, vivió al borde de la
pederastia y se hizo adicto al demerol. Vamos, lo que se conoce como la típica obra familiar para chicos y grandes. No quisiera llegar tarde”.


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