Para celebrar un concierto hacen falta al menos dos personas: un músico y un espectador. Para suspenderlo, basta una sola, habitualmente encarnada por el vecino madrugador. Este principio se mantiene vigente aún en el caso de que los espectadores sean doscientos.
Los sueños de juventud no sucumben a la vista de las derivas dictadoriales de las revoluciones, ni de las caídas de los muros de Berlín, ni de la quiebra de la socialdemocracia europea. Suele ser algo mucho más prosaico: cualquiera que haya participado en una reunión de su comunidad de vecinos sabe que la lucha por la utopía es un ejercicio perfectamente estéril.
Si nadie logra hacer algo por evitarlo, acabaremos viviendo en un mundo perfecto. El vecino madrugador no tiene sólo tiene la ley de su lado, sino lo que es peor, también tiene la razón. Por eso, es implacable y si resulta monstruoso desde algún punto de vista, tan sólo lo es en cuanto a que representa otro sueño de la razón hecho realidad.
En efecto, el vecino madrugador no es más que la plasmación evolucionada del ciudadano participativo, ése que no se limita a votar cada cuatro años, sino que entiende la democracia como un ejercicio continuo y cotidiano. En otras palabras: el vecino madrugador reivindica su derecho al descanso y en ese afán, no descansa, ni da descanso. Y todo portal posee uno.
Hasta aquí los hechos y a partir de aquí, las elucubraciones. Nadie podrá demostrar que cuando se fumaba en los bares el vecino madrugador mascullaba desde la barra contra el exceso de humo, mientras que ahora que no se puede, el mentado especimen se encuentra dando vueltas en la cama, precisamente, en el dormitorio cuya ventana da al bar.
Por otra parte, nos quedaremos con las ganas de saber si sus quejas serían igual de persistentes ante un concierto de trikitrixa, aún a riesgo de quedar como un enemigo de la cultura vasca. Y finalmente, nunca sabremos cuánto tiempo tardaría en bajar
el vecino madrugador al bar, papel y bolígrafo en mano, si el que
actuara esta noche fuera Bisbal, por poner un ejemplo.
Las cosas son así, nadie tiene la culpa, ni puede cambiarlas. El futuro pasa por asistir a conciertos en play-back, disfrutando de una buena cerveza sin alcohol y del sabor del cigarrillo electrónico. Ya lo cantaban los Stones: “Neighbors / Have I got neighbors? / Ringing my doorbells / All day and all night”.