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Alberto Moyano

El jukebox

Caminamos rodeados de fantasmas con la frente agujereada

El lunes fue la primera vez que hablé con un guardia civil sin necesidad de levantar la cabeza. Apareció cuando llevábamos tiempo esperándole aunque, por fortuna, demasiado tarde. Ya habíamos terminado nuestro trabajo. Era una agente, muy joven -no había nacido en 1983 y dudo mucho que pasara de ser una lactante en 1995-, muy educada, diría que tímida, de baja estatura, el uniforme le quedaba grande y en conjunto ofrecía una imagen que despertaba la ternura. La Guardia Civil no tiene compasión ni de sus propios miembros.

Acababa de entrevistar a Harkaitz Cano para presentar la charla que hoy ofrecerá en el Aula DV en torno a su novela ‘Twist’, una recreación del caso Lasa y Zabala en clave de ficción. En un rapto de genialidad, propuse hacer la foto que hoy se publica en el periódico y el vídeo colgado en la web en el Palacio de La Cumbre o, por ser más preciso, frente al Palacio de La Cumbre, y ni siquiera cuando el escritor me contó que ya lo había hecho hace un año, en compañía de Pili Zabala, para el diario ‘Berria’ se desinfló mi entusiasmo, quizás un poco mi autoestima. Una amiga siempre me reprocha el carácter ‘low cost’ de mis sueños y ocurrencias.

Hicimos unas fotos en la puerta principal y varias más, en el acceso lateral, junto a una de las garitas de vigilancia. Tomadas las imágenes del escritor y grabado el vídeo, el fotógrafo se fue y cuando Harkaitz y yo nos disponíamos a coger el taxi que nos había llevado hasta allí para volver al centro de la ciudad, se abrió la puerta y apareció la agente que, dirigiéndose a nosotros, nos preguntó algo que no conseguí entender, así que crucé la carretera y me acerqué a ella, desarrollándose a continuación el siguiente diálogo:

-Buenas tardes, no se puede tomar imágenes de dentro del Palacio.
-No estamos tomando imágenes de dentro del Palacio, sino de la calle.
-Pero está prohibido fotografiar el interior del Palacio.
-Ya, pero es que no queremos entrar en el Palacio. Soy periodista del DV, sólo hemos hechos unas fotos en la calle.

Dado que tanto la agente como yo éramos conscientes de que aquello ya no daba más de sí, me di la vuelta y le dije a Cano que nos metiéramos en el taxi y nos fuésemos, mientras la agente regresaba un tanto indecisa al lugar del que había salido. Y hasta aquí los hechos y a partir de aquí, la reflexión. Cuádruple.

1) No me interesa un pimiento descubrir las medidas de seguridad que protegen el Palacio de La Cumbre. En tiempos de Google Earth y con quién sabe cuántas ciber-herramientas más de espionaje en vigor, parece una broma que la Guardia Civil crea que alguien va a ir a la puerta del edificio, con una cámara de fotos, otra de vídeo y un flash del quince, a sacar imágenes de tapadillo.

2) Quiero creer que la agente destinada a pasar las horas custodiando el Palacio es autora de innumerables actos de indisciplina, falta de respeto y desobediencia a la autoridad porque hay un punto de sadismo en destinar a alguien a la vigilancia de un lugar en el que compañeros de uniforme interrogaron durante varias semanas a dos ciudadanos secuestrados hasta que dejarlos en tal estado que la ejecución y desaparición de sus cuerpos se antojó a los captores como la mejor opción.

3) Hubiera hecho las fotos de Harkaitz Cano en el Palacio de La Cumbre aunque ya no existiera el Palacio, aunque sólo quedara un solar o incluso aunque hubiera sido reemplazado por una nueva construcción porque albergo la inconsistente creencia de que los lugares cuentan tantas cosas como los testigos, casi siempre son más locuaces y en ocasiones, mucho más fiables.

4) Vivimos en una ciudad imposible de recorrer en cualquiera de sus trayectos sin pasar por uno o varios puntos que un día fueron la escena de un crimen. Con frecuencia recuerdo la frase que Natalia Sedova dedicó a su marido, León Trotsky: “Caminamos por este jardín tropical rodeados de fantasmas con la frente agujereada”. Dicho lo cual, no creo que exista en Europa otro caso semejante en materia de monumentos a la desmemoria como este Palacio, en el que ninguna placa o monumento se digna a recordar lo que allí sucedió y que incluso a día de hoy permanece bajo la inaudita custodia de la propia Guardia Civil.

5) Qué relato compartido van a tejer, qué educación en valores van a impartir y qué dignidad o justicia van a inculcar unas autoridades que encuentran todo esto de lo más natural, me pregunto. En un mundo perfecto, el Palacio de La Cumbre albergaría, si no la Casa de la Paz, al menos sí la dedicada a la memoria. Por un momento, creí que lo del 2016 iba, no sólo de eso, pero al menos sí también de eso.

*PD: La anterior vez que había entrevistado a Harkaitz Cano quedamos en una cafetería de su elección. Al día siguiente, llegó al DV un email del propietario preguntándonos, en términos bastante indescriptibles, a ver si nos creíamos que su establecimiento era un plató de cine para andar haciendo fotos y vídeos.

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