“Creo que me estropeé el hígado en Oslo, tomando Armagnac con ‘Thierry'”, afirma Jesús Eguiguren en ‘Memorias de un conspirador’, la película de Ángel Amigo emitida anoche por ETB2. Es posible que sea cierto, aunque tras ver el documental, tan ‘pulp’ como eficaz a la hora de contar una historia, al espectador le surge la duda si la lesión hepática es fruto de la ingesta del licor o de la compañía del López Peña, un ser extremadamente volátil capaz de pasar sin transición de la exaltación de la amistad a la amenaza más chusca, todo lo contrario que un herbívoro ‘Josu Ternera’, paradójicamente.
‘Memorias de un conspirador’ nos cuenta a Eguiguren, pero el hecho de que el relato sea en primera persona nos impide conocer realmente a Eguiguren. Durante su narración de los entresijos en torno a los últimos ¿contactos? ¿negociaciones? ¿tomas de temperatura? entre ¿Arnaldo Otegi? ¿la izquierda abertzale? ¿ETA? y ¿el PSE? ¿el PSOE? ¿el Gobierno?, se filtra el ligero sopor que le suscita contar otra vez lo mismo, un tedio que contrasta aún más poderosamente con su entusiasmo al abordar episodios de las guerras carlistas.
Tras la película, vino el debate. La anunciada presencia en plató de políticos, ex políticos y periodistas políticos me incurrir en el error de que se trataba de un debate político. Me retiré a los diez minutos, justo después de que el mismo sujeto que sostiene que la única verificación posible sobre ETA es la que lleva a cabo la Guardia Civil añadiera de seguido y sin parpadear que los representantes del Gobierno de Aznar en ningún caso viajaron a Suiza a negociar con la cúpula etarra, sino a verificar su voluntad de abandonar las armas. Humoradas al margen, contemplar cómo, desprovistos de ETA, algunos periodistas quedarían tan huérfanos de discurso como Carrusel Deportivo sin Liga de fútbol podría ser una razón más que sumar a todas cuantas alimentan la necesidad de un desarme incondicional de ETA.
En cualquier caso, del documental sale el retrato de un Eguiguren que si merece el adjetivo de ‘conspirador’ es entendido tan sólo en calidad de diminutivo, dado el comportamiento, oscilante entre liviano, maniobrero y malintencionado, de otros sujetos que no aparecen en cámara. Mientras, en una galaxia muy lejana, el grueso del país se debatía entre ‘Gran Hermano’ o ‘Splash’ porque la ciudadanía vasca necesita urgentemente alcanzar un relato compartido, siempre y cuando no conlleve la obligación de consumirlo.