Tras visitar hace unos meses la sede del PP para recuperar las tres cosas que cualquier ex tesorero del PP se llevaría a un paraíso fiscal -básicamente, dinero, recuerdos y documentación-, Bárcenas envió el pasado jueves a Génova a un emisario con la misión de hacerse con algunos de los utensilios sin los cuales jamás se iría a una isla desierta.
La imagen resultante fue la de un propio cargado de esquís, trineos y, en general, atrezzo más propio de ‘Al filo de lo imposible’ que de un máster en contabilidad. De paso, el enviado también arrampló con algunas cabezas de ciervo y de alce disecadas que demuestran que si bien es cierto que los dueños acaban pareciéndose a sus perros, también los cazadores terminan asemejándose a las piezas que abaten. Quede la ‘peineta’ de Bárcenas como ejemplo de todo lo aprendido a lo largo de una vida volcada en el estudio y aniquilación de especies astadas.
Y si la primera incautación de bienes tuvo lugar en la sala Andalucía -una denominación de resonancias inquietantes a la luz de las investigaciones de la jueza Alaya-, que la segunda se produjera en el garaje de Génova sin que ningún dirigente del partido se pertacara en tres décadas de la presencia de todo ese material taxidermista extiende las ventajas del coche oficial más allá del traslado puerta a puerta a otros territorios consustanciales al cargo público, como ausentarse durante las engorrosas maniobras de un chófer en trance de aparcar.
Una España desprovista de memoria encuentra en Bárcenas al mejor ejemplo de las ventajas del documentalismo compulsivo. Durante veinte años, el tesorero del PP no aflojó un doblón sin levantar antes acta de la transacción. Su obsesión por atesorar contabilidades comprometedoras traslada el síndrome de Diógenes al territorio de la doble contabilidad. En cuanto a la pulsión que le lleva a coleccionar disecadas las cabezas que se cobra, Rajoy, Floriano y Cospedal, entre otros, harían bien en tomar buena nota, a fin de evitar que sus testas acaben adornando cualquier pared de la guarida a la que Bárcenas denomina hogar.