Desde que parafraseando a Andy Warhol, el juez Garzón proclamó el derecho de todo el mundo a disfrutar de sus cinco minutos de ETA, la cotización de la marca original se han desplomado a niveles de Bankia. Históricamente, en ETA los atentados y las notas de prensa han funcionado como una suerte de vasos comunicantes, de tal forma que a medida que aumentaban los primeros disminuían los segundos y viceversa. A mayor capacidad operativa, menos explicaciones y menor actividad, mayor elocuencia.
Así, en la última década la organización ha generado más literatura que en las cinco anteriores. A resultado de tanto ‘agiri’ éstos son acogidos ahora con una mezcla de pereza y desinterés, envueltas en una cierta sobreactuación para que la situación no resulte humillante, incluso insultante. Anoche, ningún hipotético anuncio de ETA hubiera abortado la presencia de Hollande y Rajoy, principales interpelados, en el estadio de fútbol, no cabe mayor bofetada.
ETA mira hacia atrás y ve medio siglo de activismo que, a la hora del cierre, debe dotar de sentido, pero para el Ejecutivo de Rajoy sólo existe el aquí y el ahora ya que gobernar es una tarea ingrata centrada fundamentalmente en asegurarse el triunfo en las siguientes elecciones. Llegado el momento oportuno, Rajoy no desdeñará la posibilidad de adornarse con la detención de los tres interlocutores, cosa que no hará con Ada Colau, pero ahora mismo anhela mucho más la disolución de la PAH que la de ETA, de cuyos arsenales ni siquiera se encargará el robot de los Tedax, sino la inclemente climatología vasca, caracterizada una humedad de efectos devastadores sobre metales y huesos.
A ETA le ha llegado el momento de darlo todo, empezando por las armas y explosivos que aún conserve en propiedad porque si bien es cierto que sólo en Astérix y Obélix las armas se abandonan en los descampados, también lo es que ni Uderzo ni Goscinny llegaron nunca a imaginar un escenario en el que Abraracúrcix, Panorámix y hasta Asurancetúrix se encontraran cumpliendo largas condenas en las mazmorras romanas. La unilateralidad era esto.