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Alberto Moyano

El jukebox

Hazte extranjero, pero de los de Camus

Lo último que cabía esperar de un país habitado mayormente por ‘ciudadanos del mundo’ y en el que no existen más nacionalismos que los periféricos es que se descolgara con esta insólita invitación: “Hazte extranjero”. Si una de las dos Españas ha helarte el corazón, que sea la de Campofrío, dado que la otra es la del anuncio de la Lotería.”Hazte extranjero”. Está bien, lo haré: “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé”. Alguien dirá que fue el 9 de noviembre de 2014. En cuanto a matar a un árabe, me pregunto qué sentido tiene en estos tiempos de concertinas. Si acaso, quizás quede la posibilidad de rematarlo.

Volviendo a la siempre tentadora oferta de “hacerse extranjero”, esta vez llega a lomos de los insoslayables argumentos extraídos del zurrón del cabrero que todo español lleva colgado. Quizás a Chus Lampreave le subyuguen los sobones, los tocones y las conversaciones a gritos, pero no puede pretender que todos compartamos sus excéntricos gustos. Qué vas a pensar de una horda de presuntos humoristas, reclutada a base de Chiquitos de la Calzada, Verónicas Forqués o las Hurtado, proclamando sin rubor, a los sones el enésimo lailolailo, que en el país de Ernst Lubitsch no nacen cómicos. La ignorancia, y su hermano siamés, el desprecio, también son España. O, si lo prefieres, llámalo carácter. Por otro lado, cabe interrogarse qué sentido tiene presumir de horario hostelero desde un Madrid por cuya Alcaldía han pasado ya y sucesivamente los devotos Álvarez del Manzano, Alberto Ruiz Gallardón y Ana Botella, todos ellos -como se sabe-, conspicuos juerguistas.

El anuncio perpetrado el año pasado concluía al grito de “¿Cómo están ustedes?”, prudentemente suprimido esta vez dado que la pregunta se sitúa fuera de nuestro entramado institucional y ante el riesgo de que la mayoría de los catalanes se pronuncie con sinceridad. A cambio, la turilante y dicharachera anciana nos pasma con una sentencia lapidaria: “Uno puede irse, pero no hacerse”, una frase que contraviene en cada uno de sus términos el articulado de la Carta Magna, tal y como a diario nos recuerdan nuestros mejores constitucionalistas. De hecho, España se levantó primero y derrumbó después sobre el enunciado inverso: “Uno no puede irse”. Sin embargo, la imposibilidad de “hacerse” es lo que siglos después aún mantiene abierto el debate territorial. Por eso, algunos no somos españoles, ni extranjeros, sino viajeros en tránsito, patriotas del No Man’s Land.

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