Si por algo se ha caracterizado este 2013 que hoy termina es por nada en especial. Fue el año en el que las mareas de colores -verde, azul o blanca- sustituyeron a las acampadas indignadas, el amago de protesta generalizada devino en revueltas sectoriales, con idéntica falta de resultados. Dijmos adiós a Mandela y hola a Madiba, y aprovechamos su funeral para hacernos ‘selfies’ en los que todos salimos superguapos mediante el sencillo procedimiento de autoproclamar nuestra adhesión inquebrantable a sus principios. Siempre nos situamos más allá de cualquier demostración empírica, de forma que evacuamos ordenadamente esta realidad impracticable para instalarnos en la ficción del autoengaño, el único relato compartido que a día de hoy todos reconocemos como propio. El materialismo dialéctico aceptó por fin que los muertos pueden reencarnarse en pajarillos y el socialismo del siglo XXI adoptó la estampita de la virgen como herramienta de transformación. El “sí se puede” ya ha dado paso a la depresión de postguerra que patrocina Campofrío y la tradicional corrupción ha evolucionado de práctica aceptable a actividad ineludible. 2013 fue el año en el que negar lo evidente se demostró lo más razonable. No hubo papanatas sin público, ni mentira a la que no se diera crédito. Rajoy no contestó a las preguntas y Rubalcaba se centró exclusivamente en las suyas propias, gracias al infalible recurso de introducir cualquier respuesta mediante la fórmula “ahora, si lo que usted me pregunta es X, entonces lo tengo que decir que Y”. En Euskadi, los muros de pago en la prensa convivieron con los muros populares en la calle. En ambos casos, estériles. Fue el año de la gastronomía española, el primer país en introducir la concertina a su cubertería de mesa. Nunca hemos hablado tanto, ni hemos hecho menos, sirva la elección del Papa Francisco como hombre del año. No por falta de ganas, sino por ausencia de qué. La esperanza es una Conversación del Sabadell. Han sido doce meses en los que siempre faltaban tres días para abonarse Orbyt en condiciones inmejorables. Qué rápido pasa el tiempo cuando la vida se divide en trimestres y para todo hay que esperar a que llegue el cuarto. En lo colectivo, apenas nos quedan ya delitos inéditos que perpetrar; en lo individual, la autoestima roza el bono basura. 2013, quién nos iba a decir que serías el año en el que descubriríamos que el Trending Topic era un árbol que jamás dará frutos. A las doce en punto te diremos agur. Esperemos que los “enemigos de la paz” se queden sin cohetes ni petardos para y cuarto como muy tarde.