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Alberto Moyano

El jukebox

Por el deporte de élite… te dopamos, óyenos

Fue tal la cantidad de cocaína que corrió durante ‘El último vals’ -el concierto de despedida de The Band que inmortalizó Martin Scorsese-, que Michael McClure, uno de los participantes, confesó años después: “Cada vez que lo veo me coloco”.


La imagen del doctor Eufemiano Fuentes ejerce el mismo influjo entre los aficionados al deporte y no digamos el mero enunciado de su nombre, capaz de lograr que cualquier espectador curtido en mil y una horas de sofá baje de los cincuenta segundos en los cien metros lisos, arañando unas décimas a su mejor marca.


Desde el punto de vista del aficionado, el deporte de elite se ha convertido en un acto de fe, es decir, en un don divino. Cada vez que un campeón deportivo es descubierto entre bolsas de sangre equivale a una encíclica papal sobre la inexistencia de dios: sí, se crearía un cierto revuelo, pero no disminuiría un ápice el número de creyentes, ni la intensidad de su fe.


Y si la religión cristiana se divide básicamente en católicos y protestantes, los seguidores de determinadas disciplinas deportivas se escinden también en dos grandes doctrinas: los que creen ciegamente en la limpieza de los de deportistas y quienes no dudan de su suciedad pero confían, con idéntico fervor, en que jamás serán descubiertos. Entre unos y otros, están quienes siguen la actualidad deportiva como quien va a misa dominical, más por una cuestión rituales que por otra cosa.


La por ahora inexistente imagen de la mejor atleta de la historia de España -a la sazón, vicepresidenta de la Real Federación- detenida por posesión y tráfico de sustancias dopantes en su cuarto mes de embarazo explica el éxito editorial de ‘Vida’, la autobiografía de Keith Richards y confirma la vuelta del naturalismo como corriente literaria predominante.


Y no sólo literaria. Los casos de dopaje -reales o supuestos- también han alumbrado piezas audiovisuales inolvidables, desde ruedas de prensa en formato gospel hasta relatos de charcutería, pasando por los exámenes de pupila ocular que el presidente cántabro realiza en riguroso directo televisivo y que remiten directamente a alguna escena de ‘Blade Runner’.


Como en el caso WikiLeaks, las revelaciones que emergen a la luz de las operaciones policiales contra esta práctica confirman lo que todo el mundo sabe o, al menos, intuye. Su valor radica en los detalles y en que pone negro sobre blanco las sospechas generalizadas: es muy difícil salir del infierno del deporte de élite sin ayuda profesional, ni más apoyo que el de familiares y amigos. 


diciembre 2010
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