No es cierto que Tabakalera esté parada. Al contrario, no ha dejado de moverse desde el inicio de su gestación. Lo que sucede es que lo ha hecho en espiral, de forma que, hasta transcurrido algún tiempo, no se está en condiciones de saber cuándo se avanzaba y cuándo se retrocedía.
Ayer las instituciones cerraron siete meses de proceso de reflexión para redimensionar el proyecto y hacerlo económicamente viable con una batería de conclusiones, cada una de las cuales constituye por sí sola una gran incógnita: tecnicismos arquitectónicos y económicos al margen, se buscará un cuarto socio, un nuevo director general y una cifra de gasto corriente asumible para todas las partes.
Y en 2015 se abrirá un centro internacional de cultura contemporánea, construcción sintáctica que, bien pensada, constituye ya por sí sola un arcano indescifrable, dado el ritmo al que mutan los usos y consumos culturales en esta materia.
Las instituciones presentes en el consejo de administración reconocieron, por boca de su presidente, Markel Olano, que Tabakalera es el proyecto cultural más importante de la legislatura y que no se ha sabido transmitir a la sociedad su importancia estratégica.
Lo primero resulta una obviedad apenas se repasen las cifras que se manejan. Y lo segundo, un error de diagnóstico. A cada convocatoria realizada desde Tabakalera han respondido siempre los medios de comunicación como un solo hombre. Pocos proyectos habrán generado semejante cantidad de documentación y pocos habrán sufrido a base de frustraciones semejante desgaste de marca.
El problema de ‘vender’ Tabakalera estriba en determinar el número exacto de caldos que se pueden hacer con el mismo hueso. Diez años después, el proyecto aún no ha superado ese punto crítico en el que el volumen de lo que se sabe supera al conjunto de lo que todavía se ignora. En este punto, baste decir que ni los arquitectos encargados del rediseño de interiores van a conocer el destino final de alrededor de 5.000 metros cuadrados del edificio.
Desde sus inicios, ha sido más concreto lo que Tabakalera no iba a ser que lo que sí iba a ser: ni un centro comercial, ni un centro internacional de fotografía, ni un museo de arte contemporáneo. Tampoco albergará Musikene, ni la Sala Kubo Kutxa, ni un Centro Superior de Estudios Audiovisuales.
Se desconoce aún quién será su director, pero está claro que no será Joxean Muñoz y el presupuesto de su gasto corriente tampoco está concretado, aunque definitivamente sabemos que no será de quince millones de euros anuales. Por cierto, Joxean Muñoz dimitió hace siete meses por coherencia con su proyecto,
pero habrá que ver si el nuevo mantiene o no una absolutamente
coherencia con Joxean Muñoz.
Es tal la cantidad de descartes efectuados durante esta década que juntando todos ellos se podría hacer algo, bien es cierto que quizás no un centro internacional de cultura contemporánea. Más bien, sería una especie de híbrido, pero quién sabe si tan interesante y sostenible como lo que sí va a ser, esto es, una fábrica de cultura centrada en lo audiovisual.