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Alberto Moyano

El jukebox

¿Se puede cantar? Manual para una Navidad digna

1) A diferencia de la Semana Santa, que se ha consagrado como la fiesta de la huida de familia por excelencia, la Navidad es una especie invasiva destinada a convertirse en una sucesión de instantes en los que quisiéramos no estar.

2) La Lotería: absténgase de jugar sin carece de ‘cañones’ porque las estadísticas demuestran de forma abrumadora que sólo tocan a quienes tienen ‘agujeros que tapar’.

3) Los niños de San Ildefonso: bajo su apariencia inocente, se esconden futuras estrellas del cine para adultos, capaces de simular durante todo el día el falso de orgasmo de cantar una y otra vez, fuera de contexto y estimulados por las cámaras de televisión. el número agraciado y su correspondiente premio en metálico.

4) La cena de Nochebuena: es a las cenas familiares lo que la TDT a las tertulias políticas. Se planifican cuidadosamente, de forma que cada participante sepa exactamente el papel que se le ha adjudicado para representar y, sin embargo, siempre hay algún momento en el que por razones imprevisbles todo salta por los aires.

5) El menú: es la sociedad la que se convierte en fiel reflejo de su Parlamento y no al revés. Así, durante las cuchipandas navideñas siempre hay algún Basagoiti que te adjudica el papel de Patxi López para, a continuación. encargarse de recordarte delante de todos los invitados la conveniencia de que te saltes la siguiente copa o que convendría que recogieras la mesa. Previamente, algún Urkullu se ha encargado de cambiar el menú a tus espaldas, de forma que si estaba previsto cenar pato, acabes repetiendo cochinillo.

6) Las discusiones políticas: pese a que el lugar común nos describe como una sociedad atenazada por la prudencia que rehúye la política en toda conversación, la descarnada realidad es que éste termina siendo el único tema que resulta imposible evitar. Los más levantiscos suelen proferir gritos de ‘Euskal Nespressoak Euskal Herrira’, dando a entender que ya se tomarían otro cafecito antes de dar por concluida la velada y emprender el regreso a sus respectivos hogares.

7) El controlador aéreo: toda reunión familiar oculta al menos uno. Le delata su constumbre de huir intempestivamente en mitad de la comida, lo que no evitará que al año siguiente vuelva a hacer lo mismo. La espantada suele servir para que no decaiga la conversación entre el resto de los comensales que, animados por el hallazgo por fin de un tema en el que todos están de acuerdo, se dedican a despellejar con fruición y renovadas energías al protagonista del incidente.

8) Los niños cantores: detrás de cada llamada a la puerta de casa se esconde una partida de adolescentes desalmados dispuestos a someterte a los rigores de su repertorio a cambio de una módica cantidad. Antes de abrir, conviene exigir que pasen el set list por debajo de la puerta para repasarlo minuciosamente. A la menor sospecha de que entre los títulos seleccionados se esconde algún villancico, negarse a franquearles el paso con tanta cortesía como firmeza.

9) Pub a los hombres de buena voluntad: dada la ausencia de prisa que exhiben la mayor parte de los invitados y la tendencia natural de este tipo de reuniones a prolongarse hasta el infinito, insistir reiteradamente en la posibilidad de tomar la última copa en el bar de abajo, que con un poco de suerte, llevará cerrado ya varias horas. Para cuando los demás se percate, será ya demasiado tarde y no podrán a volver a invadir su casa.

10) Pese a todo lo escrito anteriormente, evite escrupulosamente cualquier comentario público que pueda ser interpretado como una crítica a la Navidad o un síntoma de desapego. De lo contrario, quedará como un simple ‘snob’. Por unas navidades dignas, recuerda que enero está agazapado cerca y que los tres Reyes Magos se llaman Moody’s, Standard and Poor’s.   


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