‘Negociador’: comedia vasca sin complejos
NEGOCIADOR
Título original: Negociador
Año: 2014
Duración: 80 minutos
País: España
Dirección: Borja Cobeaga
Guion: Borja Cobeaga
Música: Aránzazu Calleja
Fotografía: Jon D. Domínguez
Reparto: Ramón Barea, Josean Bengoetxea, Carlos Areces, Melina Matthews, Jöns Pappila,María Cruickshank, Óscar Ladoire, Raúl Arévalo, Secun De La Rosa,Alejandro Tejería, Santi Ugalde, Gorka Aguinagalde y Nagore Aranburu
Productora: Sayaka Producciones Audiovisuales / Canal+ España / ICAA / ETB
Género: Comedia / Drama
Sinopsis: Manu Aranguren, un político vasco, ejerce de interlocutor del gobierno español en las negociaciones con ETA. En lugar de asistir, tal como esperaba, a un acto solemne y calculado, pronto verá que las casualidades, los errores o los malentendidos marcan el diálogo entre ambas partes y que la relación personal entre los negociadores será clave para la resolución del conflicto. Comedia basada en las negociaciones entre el presidente del PSE vasco, Jesús Eguiguren y ETA en 2005 y 2006. (FilmAffinity)
Borja Cobeaga es uno de los cineastas que mejor ha sabido retratar el conflicto vasco, el terrorismo de ETA y la realidad política del País Vasco. En ‘Negociador’ vuelve a dar buena cuenta de su sentido del humor para tratar un tema altamente espinoso y repartir estopa a un lado y otro.
La cinta se basa en las negociaciones que el dirigente del Partido Socialista de Euskadi, Jesús Eguiguren, mantuvo con la banda terrorista ETA a mediados de la década de los 2000. La cinta está basada en esos hechos, ahora, lo muestra al más puro estilo Cobeaga, sacando punta a todas las situaciones.
No es una comedia de carcajada continua. Al contrario que en ‘Ocho apellidos vascos‘, aquí no hay chiste tras chiste tras chiste. El guion está mucho más comedido que otras veces y se centra más en esas pequeñeces que separan a un bando de otro que en frases grandilocuentes.
‘Negociador’ es el perfecto ejemplo de cómo entendemos el humor en Euskadi. Esta película es una digna heredera de ‘Vaya Semanita’, un programa de televisión que no podría haber existido en otros lados y que se ríe, sin ningún pudor, de las vergüenzas propias. La película acierta en la valentía de afrontar un tema tan espinoso desde el sentido del humor. Afrontar la negociación de un gobierno con una banda terrorista desde el choteo más absoluto y ridiculizando a ambas partes por igual tiene un mérito no apreciable por todos.
‘Negociador’ es lo que es en la mayor medida por un Ramón Barea que da el resto. Lo que hace el actor bilbaíno es de premio. Consigue que empaticemos en seguida con su personaje, a la vez que sentimos que no es la persona adecuada para llevar esa labor adelante. Nos reímos con él, y hasta de él. En cambio, la empatía hacia el otro lado no está tan bien trabajada.
En una comedia tan de personajes como esta es de agradecer dos de los momentos más brillantes de toda la película. Por un lado el encuentro entre Ramón Barea y la prostituta a la que intenta explicar el conflicto vasco no tiene ni una coma de más. El paralelismo que ella hace entre su profesión y el conflicto vasco por una cuestión lingüística es para quitarse el sombrero. Cobeaga, cuando hace este tipo de cosas, es cuando más y mejor brilla en su labor de cineasta.
La otra situación es la del bar cuando Ramón Barea y Carlos Areces van a comer. El camarero riojano (Secun de la Rosa) eleva este momento tanto que bien podría competir con el anterior. Llegamos aquí sabiendo que Areces lleva una pistola consigo. El monólogo que se marca de la Rosa lo convierte en ese personaje que todos quisiéramos ser en algún momento, el que canta las verdades a la cara, aunque no sepa que lo está haciendo. Un momento álgido, a la par que tenso, que pone el broche de oro a la segunda mitad del filme.
‘Negociador’, es una película muy media, ni espectacular ni desastrosa. Es un buen ejemplo de comedia valiente vasca que afronta su historia personal sin complejos.
Lo mejor: Ramón Barea, el momento con la prostituta y el momento con el camarero riojano.
Lo peor: Le falta fuerza en momentos, se queda como en tierra de nadie.
