Comienza una nueva semana y seguro que ya repasas todo lo que se supone que tienes que hacer: trabajo, casa, hijos…siempre lo mismo, pensarás. Después del parón del fin de semana sientes que vuelves a la rutina de siempre, pero aunque hagas lo mismo cada semana, puedes prestar atención a lo que haces sin pretender que te emocione ni ilusione, simplemente lo haces siendo consciente de tu actividad y esa actitud te salva de sentir rutina en tu vida.
El aburrimiento, la rutina, no es más que hacer las mismas cosas con el mismo nivel de atención, es decir, más bien poco. Como cuando haces las tareas mecánicamente, como una autómata y mientras tanto tu cabeza está en otra parte dándole vueltas a la última preocupación del día. Eso es estar en cualquier sitio menos donde estás, sin estar en el aquí y ahora sino perdido entre tus imágenes y pensamientos de la cabeza. Eso agota y aburre.
La rutina es una actitud de tu mente no despierta. Una mente que no descansa y no calla porque siempre está con su parloteo, sus preocupaciones y sus miedos. Y entonces, como estás en tu mente y no en la tarea que tienes delante, la actividad se te torna aburrida, repetitiva y cansina. El problema, entonces, no es lo que haces, sino cómo lo haces, de forma atenta o dispersa.
A todos nos atrae la novedad, hacer cosas diferentes que enganchan por su atractivo. Pero hasta lo más novedoso acaba por aburrirnos si lo hacemos repetidas veces y buscamos nuevas maneras de mantener esa ilusión del comienzo. La solución está en lo de siempre con atención y consciencia.
Pon en práctica lo que te digo y lo experimentarás. Selecciona esas tareas que se han convertido para ti en algo rutinario y carente de atractivo, que haces sin ganas e incluso demoras en el tiempo. Y hazlas como si hubieras elegido por ti misma hacerlas, no como si tuvieras que hacerlas. Eliges hacer algo aunque no te apetezca ni te agrade realizarlo, simplemente lo decides hacer en este momento conscientemente. Es un cambio de actitud importante.
Después, vete llevando a cabo tu tarea con la atención puesta en lo que haces, y date cuenta de si estás en tu presente o perdido en lo que piensas, recuerdas o te preocupa. Cuando te pilles con la cabeza en otra parte menos en lo que estás haciendo, vuelve a llevar la atención a tu tarea, así una y otra vez.
Descubrirás que te pesa menos lo que haces por muy rutinario que esto sea, que tienes una menor sensación de cansancio después de realizada la actividad y que, sobre todo, tu mente está más descansada para afrontar la siguiente tarea. Tu atención te ha salvado del cansancio…y de la rutina.
Caminamos…Belén Casado Mendiluze.