En esas conversaciones de amigas en las que se habla de cómo nos va la vida sale, de pronto, la consabida frase: “¿No te gustaría volver a tener 18 ó 20 años? ¿Saber que tienes toda la vida por delante, que casi no hay barreras para hacer lo que te apetezca, que sientes que disfrutas de la vida…a tope?”
Y se me quedan mirando esperando una mirada nostálgica al pasado, añorando esas edades en las que no existía el peso de la responsabilidad del trabajo, ni de la familia, ni de las facturas que pagar…Como si entonces fuéramos libres de vivir la vida como nos apeteciera, sin ataduras ni corsés.
Pues yo no volvería a esa edad…ni a ninguna otra que no sea la que tengo. Y no porque ya haya hecho todo lo que me apeteciera a esa edad, que yo no fui hija de esa generación de los 60 que rompió moldes y barreras…no, ni todos hemos vivido una juventud llena de experiencias, aunque no lo reconozcamos.
He aprendido unas cuantas cosas en mi vida, no sé si muchas o pocas, pero sí que me han hecho falta y no quiero renunciar a nada de eso que “con sangre, sudor y lágrimas” me costó entender. No quiero renunciar al camino andado.
Aprendí que el amor no lo cura todo, que la vida da muchas vueltas y nos pone a todos boca abajo, que la comunicación no es la panacea, que nadie cambia contra viento y marea y que no hace falta luchar por lo que no puede ser y hay que dejar marchar. Y lo que me queda por aprender…
Cuando se tienen 20 años uno se estrena con todo, con los amores, las amistades, las experiencias; todo está por descubrir y parece que estás en una novedad permanente, sientes ilusión por todo porque todo es una primera vez.
¿Y ahora? Pues claro que me gusta probar cosas nuevas y divertidas, no he perdido la curiosidad y la capacidad de asombrarme pero, ¿sabes?, también la tengo con cosas sencillas y conocidas como coger fruta de los árboles, caminar descalza por la hierba y echar una carrera por la calle a ver quién gana…quizás esa es la “niña interior” que nunca debemos perder.
Así que he aprendido que la novedad es también una ACTITUD que yo puedo tener ante las cosas, que no depende siempre de que tenga planes originales y diferentes para que me lo pase bien, que puedo “mirar” un niño jugando en la playa con ojos nuevos, disfrutar de su presencia y tener la sensación de vivir una experiencia nueva, recién estrenada.
La novedad de los 20 años sigue presente en mi mirada…y en la tuya.
Caminamos…Belén Casado Mendiluze