Cada pareja es un mundo con una situación particular. No es lo mismo querer formar una familia con hijos propios que adaptarse a una convivencia con hijos de anteriores relaciones de nuestra pareja. Es mucho más fácil convivir si partimos de sólo nosotros dos que si convivimos con hijos de.
Aviso para navegantes: si vas a convivir con tu pareja y esta tiene hijos, debes, condición sine qua non, vincularte afectivamente con ellos. ¿Qué quiero decir? No puede ser que tú te lleves bien con tu compañer@ y te mantengas indiferente, o a distancia, de los hijos de aquel. No se trata de que hagas un papel de padre/madre que no te corresponde, sino de que te intereses por ellos y te muestres cercano en su presencia. Por supuesto, esto es válido también en la relación de los hijos contigo: tú también tienes que sentir que los hijos de tu pareja te tratan con cercanía, no como el inquilino de casa o el novio de turno de su madre; pero tienes que dar tú el primer paso de acercamiento.
Convivir tiene sus ventajas e inconvenientes: tienes más la sensación de compartir la vida con la otra persona porque está en tu día a día, pero exige un mayor esfuerzo de flexibilidad para no pretender que las cosas se hagan de una manera determinada. Hay que hablar mucho para llegar a acuerdos.
Que si estás acostumbrada a quitarte los zapatos al llegar a casa y el otro sigue con los zapatos puestos como “Pedro por su casa”. Que si tú cocinas con el fuego mínimo para aprovechar la energía y ella lo pone todo a la máxima potencia, que si tú bajas la tapa del inodoro y, sin embargo, cuando entras al baño te la encuentras siempre levantada…La lista de diferencias entre vosotros sería interminable.
El esfuerzo de ceder no significa que haya siempre que callarse, aunque también; si te sube la factura de la luz habrá que hablar hasta de cómo cocinar con menos gasto. Si te sigues encontrando la tapa del wc levantada a pesar de tus quejas, cuesta menos bajarla tú que ir corriendo a quejarse por enésima vez, vistos lo pobres resultados que dan las conversaciones sobre el tema.
Cuando uno vive solo se organiza el espacio y el tiempo como quiere, sin tener que dar cuentas a nadie de los movimientos que hace. Si quieres silencio lo encuentras, si tienes mal día no estás obligado a dar conversación ni poner buena cara, si te apetece comer algo saturado de grasas no tienes que tener en cuenta la dieta adelgazante del otro para arrepentirte.
Yo creo en la necesidad de espacios de soledad dentro de la intimidad. Por convivir no hay que estar siempre juntos sino sintiendo que, a veces, tengo la suficiente libertad para estar conmigo mismo a mi aire. Es bueno para la pareja el tener espacios propios individuales (amigos, aficiones…) que nos hagan reencontrarnos con el otro con ganas.
Para mí la intimidad de la convivencia propicia el verse a uno mismo en el espejo del otro porque, probablemente, mis propias manías pasan desapercibidas a mis ojos si vivo solo. Así que puedo aprender más de mí a través de ti y eso siempre es… un regalo inestimable.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce