No te preocupes, todos tenemos miedo a un cambio en la vida, a que nos dejen de lado los amigos, a que nos distanciemos de la familia, a que nos cambien las circunstancias del trabajo y tengamos que aprender algo nuevo que no dominamos. Todos nos habituamos a lo que conocemos y nos asusta lo desconocido por descubrir.
“Poderoso Caballero Don Miedo”, suelo decir, porque es el miedo el que te hace dudar de que seas capaz de enfrentarte a nuevo trabajo o el que te hace encogerte por dentro cuando conoces a gente nueva con la que no sabes cómo reaccionar. Es el miedo el que te dice que no vas a poder o que no vales.
Los cambios…forman parte de la vida, eso lo sabemos todos, pero qué diferente es creer algo por propia vivencia, porque lo has experimentado en carne propia que porque te lo sabes de teoría. Y experimentas que cuando te habías amoldado a una situación con esfuerzo viene, ¡zas!, un golpe de viento que te derriba todo y te hace volver a empezar. ¡Qué trabajo y qué cansancio!
Nos da miedo el futuro, la incertidumbre, el no saber qué va a pasar (“¿Seré capaz de salir adelante sola en la vida?” “¿Podré hablar en público sin que se note mi nerviosismo?”) y con esos pensamientos estamos en todos los sitios menos en el presente. Con los cambios se nos acelera la cabeza, con su negatividad que se proyecta hacia adelante, a un tiempo que todavía no ha llegado pero que nuestra mente se encarga de adelantárnoslo y poblarlo con toda clase de fantasmas y monstruos. Pero no estamos en el ahora.
Quizás no hay que aferrarse a nada…tomar tus circunstancias de vida (tu trabajo, tu pareja, tus hijos …) como algo que te toca vivir y disfrutar de la mejor manera posible, pero que no puedes controlar y dirigir como deseas. No se puede controlar que tu situación económica sea siempre la misma, ni que tu pareja sienta siempre lo mismo por ti, ni que tus hijos mantengan el contacto contigo que desearías…Vive todo sin aferrarte a nada.
Porque el miedo y malestar que manifiestes por un cambio en tu vida será el reflejo de cuánto te habías apegado a ello, que sin darte cuenta, inconscientemente, habías basado tu bienestar en algo exterior a ti, por muy bueno que esto fuera, y te habías olvidado de que en tu vida también tienes que aprender a soltar, a dejar que se vayan las cosas que ya no pueden ser.
Y cuando dejas que algo o alguien se vaya, sin quererlo agarrar, podrás volver a apoyarte dentro de ti, no fuera, donde “ni la polilla ni el orín las corroe”, donde a solas con tus cambios encuentras en tu interior la fuerza para, simplemente, SER.
Caminamos…Belén Casado Mendiluze