–Paciente (P): Buenos días, Belén. La última vez que estuve aquí salí contenta porque se me quitó un peso de encima. Tengo amigas con las que me llevo bien pero me sentía obligada con ellas a contarles mis intimidades. No me cuestionaba si de verdad quería decírselas o no, pero después de hablarlas me acaba sintiendo mal porque era como si me hubiese desnudado sin yo quererlo. Ahora, cuando voy a quedar con una amiga, me pregunto antes: ¿quiero contarle lo que me ha pasado con mi hijo, por ejemplo? Y si es que no, me pongo el “chip” de que ese tema no lo voy a tocar porque yo no quiero. Para mí lo importante ha sido el darme cuenta de que no tengo que demostrar a nadie lo buena amiga que soy a base de contar todas mis cosas. (Silencio…) Seguro que te parece ridículo lo que te estoy contando.
-Terapeuta (T): En absoluto. Has tomado más conciencia de que no tienes que demostrar a nadie que eres de fiar. (Silencio…) Me acaba de venir una asociación con la palabra fiar, a ver qué te parece. Inconscientemente, querías que la gente se fiara de ti a base de fiar tus propias confidencias. Es como si dijeras: “mirad, no escondo nada ni me guardo nada para mí, soy un libro abierto”.
-P: ¡Eso es, has dado en el clavo! Y yo que, muchas veces, me preguntaba: “¿por qué me sale tan automático el contarlo todo, que parece que no lo puedo controlar?”, ahora comprendo más por qué lo hacía (Silencio…) Pensando en lo que has dicho, se me ha ocurrido que esa forma de funcionar es una manera desesperada de querer hacer amistades, de que te quieran y cuenten contigo ¿no?
-T: Ciertamente. Te podía más la necesidad de querer caer bien y que te quisieran. ¿Te das cuenta de eso?
-P: Sí, ahora sí. Y eso a pesar de que luego me sentía mal conmigo misma por haber contado lo que no quería…pero es verdad que me podían más mis ganas de ser aceptada por los demás. (Silencio…) Ahora que empiezo a callarme más lo que no me apetece contar, me siento rara conmigo misma en el momento, pero cuando me vuelvo a mi casa después de haber quedado con una amiga, curiosamente me siento muy orgullosa de no haber hablado más de la cuenta. Es como si, por fin, me tuviera en cuenta a mí misma.
-T: Es que es así. Estás comenzando a hacer caso a lo que sientes y eso siempre deja una sensación muy positiva en el cuerpo. Sigue poniendo en práctica esa actitud y ya me irás contando cómo te encuentras. ¿Cómo te quedas ahora, para terminar?
-P: Muy bien. He entendido muchas cosas que me pasaban. Gracias, Belén por tu ayuda, me está sirviendo mucho.
-P: Me alegro que sea así. Nos vemos la próxima semana. Hasta pronto.
*Este Consultorio es una recreación ficticia que no responde a ningún paciente concreto.
Podéis encontrar la 1ª parte en el siguiente enlace:
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com