El etólogo canino Martín R. Ojeda (*) nos ofrece esta semana una cuarta entrega del tema de la agresividad en el perro (si queréis leer la segunda parte, podéis pinchar aquí y para la tercera, aquí).
“Para continuar con nuestro “vuelo de pájaro” sobre los distintos tipos de agresividad de acuerdo con sus causas de origen, vamos a ver hoy otros dos que tienen cierta relación, recordando que estamos hablando de causas no orgánicas.
1.- Agresividad territorial.
La escena la conocemos todos de memoria, porque es bastante típica: va usted caminando por la calle tranquilamente, sólo o acompañado por su amigo canino, cuando de repente al pasar frente a una casa, o bien rodear un jardín, siente que se abalanza una bola indefinida de pelo, uñas y dientes que estrella sus kilos contra la puerta entre ladridos y bufidos, prometiendo el desastre para todo aquél que ose acercarse.
Voy a contarle, aunque no haga falta, que semejante “bestia infernal” no es otra cosa que un perro defendiendo su territorio…aunque ciertamente se le haya dejado extralimitarse tanto en el modo como en la función misma.
Como primera medida, es necesario señalar y comprender que se trata de una agresividad sobre todo de tipo “protectora”, por lo que su disparador es normalmente la amenaza que el animal pueda sentir respecto de su “propiedad y uso” de su territorio.
La presentación habitual se produce cuando una persona o personas desconocidas entran en el territorio del perro, ante lo cual debemos hacer una salvedad: los perros llevan consigo su territorio, luego no sólo es el lugar donde viven, sino también el coche donde habitualmente pasean o el propio rincón del bar donde estamos disfrutando tranquilamente de una caña hasta que alguien se acerca demasiado. (Por eso, aprovecho la ocasión, es de suma importancia en esos sitios estar con los perros con correa, que ya llevo vistas varias “batallas campales” entre perros de los parroquianos y a más de un camarero acabar en el suelo).
Como en todos los casos de agresividad, el aprendizaje tiene un papel importantísimo en el desarrollo del tema, y en su agravamiento. Si la reacción primera del perro cuando entra un desconocido es, por ejemplo, ladrar amenazadoramente y el desconocido se retira, el animal verá el resultado como un refuerzo, por lo cual se afianzará la conducta. Y -atención- si la segunda vez no funciona, aumentará la intensidad de la reacción o bien llegará al paso siguiente.
En cuanto a la población canina susceptible, hay que señalar que se presenta mayormente entre machos y en el desarrollo hormonal, y que hay un elemento clave que contribuye a su agravamiento: el vivir confinados o atados. Lo cual conduce a pensar en todos aquellos perros que mal clasificados por una ley están obligados a vivir confinados en cierto espacio –y a salir casi con grilletes-, llegando a la conclusión de que la “genial solución” lo único que hace es agravar el problema.
¿Tiene solución? Sí, pero no es fácil. La castración, si bien puede ayudar, no es solución por sí misma, y tampoco lo son los medicamentos. Hay que trabajar la obediencia básica del animal para tener control sobre él y poder interrumpir sus reacciones con una orden incompatible con ellas; lo cual iremos haciendo paulatinamente con mayor frecuencia para lograr el aprendizaje a través de la repetición y los refuerzos. Como siempre, habrá que evitar cualquier tipo de reacción nuestra que pueda ser tomada por él como un refuerzo a la conducta no deseada, y premiarle sólo cuando esté tranquilo.
2.- Agresividad por protección de recurso
Es similar al anterior, aunque hay que hacer un par de salvedades. En este caso el animal no reacciona ante la posible amenaza a su propiedad y uso de su territorio, sino que lo hace cuando es frente a un elemento determinado que le resulta especialmente valorado: puede ser comida, los premios, su cama, un juguete determinado o -prepárese- usted mismo.
En efecto, como bien sabe, usted o si prefiere su cariño, es algo altamente valorado por su perrote, de modo que puede constituirse perfectamente en un asunto que haya que defender si lo siente amenazado.
Pero entonces, ¿no puede ser el territorio un recurso para el perro? Claro que sí. Pero hay características diferentes: por ejemplo, la de territorio se da frente a personas, mientras que la de recurso es más habitual de forma intraespecífica.
En cuanto a su tratamiento, las notas son similares. La educación es fundamental para tener control y poder así exponerlo con seguridad al estímulo y mostrarle la conducta que queremos que lleve a cabo, y se evitará cualquier refuerzo positivo cuando realice la no deseada.”
(*) Martín R. Ojeda es etólogo y adiestrador de Servicios Caninos Integrales
(**) Si quieres que Martín te ayude con tu perro, recuerda rellenar este cuestionario y enviarlo a unomasenlafamiliablog@gmail.com.