Así que andábamos de tertulia unos cuantos hosteleros y el agregado que soy yo. El tema había llegado a ese punto del clásico que maltrata a su clientela y que, sin embargo, por un motivo o por otro se sigue llenando. Los hay en todas las ciudades, se conocen e incluso a veces se recomiendan con la advertencia por delante del maltrato.
Aunque ese era el tema central llegamos al punto en el que uno de los presentes contó su anécdota con un compañero:
“Ibamos a comer dos o tres veces por semana todas las semanas. Un día llegamos a las cuatro menos cuarto y al asomarnos al comedor nos recibió con un solemne y bien visible corte de mangas.”
Les hizo gracia junto con el comentario: “Prefirió quedarse sin nuestro dinero de aquel día” Y ahí quedó la anécdota.
Y así se sigue contando la historia. El hostelero sólo piensa en el día de hoy, en lo que le va a dejar el cliente tal día como hoy. Es raro el hostelero exque tiene en la cabeza la tarjeta de fidelidad de cada cliente. Cuando sube la persiana es un día nuevo, es el día en que entra gente a dejarse su dinero sin que tenga en cuenta si vino ayer, sin que tenga en cuenta cuánto le ha dejado durante la semana o durante el mes, ni siquiera durante el año.
La anécdota del croissant es un buen ejemplo. Esta vez me la contó un amigo cliente. Iba todoas las mañanas a un bar a desayunar su café con leche y su croissant, sin más. Hasta que un día, porque sí, porque pensó que no hacían nada por mantener su fidelidad, decidió ir a otro bar, así el lunes, martes, miércoles, jueves y el viernes la sorpresa, el viernes el hostelero habia decidido compensar su fidelidad con el croissant de regalo. No había duda de adónde iba todos los días a partir de entonces. Resultado: en un bar pierden el negocio de todo el año, en el segundo bar pierden los beneficios del croissant de un día que recuperan de sobra con el café con leche y el croissant del resto de la semana y del año. Esa es la tarjeta de fidelidad.
Y como el tema iba de esos hosteleros tiránicos os dejo, como siempre, la magnífica escena de Seinfeld y el Nazi de la sopa: