Caso 1: Restaurante estrellado. Pareja cenando. Llega el postre, se coloca sobre la mesa. Empiezan a comer y, de repente, “Camarero, hay un pelo en el postre.” Zafarrancho, invitación de las bebidas y el postre, pero no contentos con eso la pareja escribe un correo diciendo que todo muy mal, amenazando con contarlo. Devolución completa del precio del menú y parece que se detiene la bronca.
Caso 2: Restaurante estrellado. En medio del menú, lo mismo: “Kamarrrero, hay un pelo en mi cyn” (es que eran rusos). En este caso el pelo era rubio y largo y en la cocina no había nadie con ese pelo. La rusa en cuestión era rubia y de pelo largo. Zafarrancho, disculpas e invitación al canto.
Caso 3: Bar de la Parte Vieja donostiarra. Pincho caliente especialidad de la casa que se hace al momento. Llega a la barra, y hay un pelo ostensible en el plato: “Camarero, hay un pelo…” Retirada sin más asuntos, otro pincho y se acabó. La cuenta completa sin descuentos.
¿Cómo se gestiona una queja de este estilo? Seamos realistas, no es fácil y hay profesionales de esas quejas que intentan conseguir comidas gratis porque saben que determinados restaurantes, sobre todo con estrella, no se pueden permitir ciertas broncas en el comedor. Pero a veces es mejor acompañarles a la puerta directamente en medio de una bronca antes de aguantar una tomadura de pelo (nunca mejor dicho). Ahora bien, si es cierto o hay la más mínima duda de que pueda ser cierto no queda más remedio que envainarsela.
Y yo me pregunto ¿No se resolvería el problema pidiendo a todos los cocineros que se pusieran sus gorras REGLAMENTARIAS?
Por cierto, uno de esos casos me ocurrió personalmente. Está claro cual, el del tonto que lo pagó todo.
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