Esta semana nos sentamos para disfrutar de una cata de champagnes y pudimos hablar de muchas cosas. Allá van algunas por ver si salta la liebre:

1.- ¿Por qué se empeñará la gente en pensar que “champagne” es esa bebida de la que se venden seis (6) millones de botellas al año y que sabe a cualquier cosa menos a un champagne serio? Pues hay gente que se sienta en una mesa de restaurante y lo pide como si estuviera pidiendo el no va más. Hay gente que no quiere ver otra cosa. Un horrror, teniendo en cuenta todas las posibilidades que hay en los restaurantes. Yo he dejado de ir a un bar porque, cobrando 7,5 euros (vergonzoso teniendo en cuenta la medida de la copa) me parece una tomadura de pelo.

2.- Un champagne no se debe tomar al final de la comida para una celebración. El champagne desde el aperitivo y durante la comida. Distintos estilos de champagnes para distintos momentos de la cena. Siempre sienta bien porque, además de ser digestivo, tiene un grado de alcohol menor que los vinos más habituales de hoy en día, 3 y cuatro grados menos en dos botellas que se toman en una comida es mucho alcohol.  Y si alguien quiere un espumoso al final de la comida, que sea dulce para que pegue con los postres.

3.- Hay grandes vinos de productores pequeños a unos precios más que  interesantes, como en todo, hay que investigar y probar para quedarse con lo que a uno  le gusta. Llegará el día en que demos ese paso.

Los champagnes que más nos gustaron fueron un desconocido Gonnet y un Pascal Doquet más sutil.

Por cierto y como detalle: en Mugaritz sirven el champagne de las bodas antes del plato de carne. ¿Avanzado como todo lo que hace Andoni? No, tradicional como todo lo que hace Andoni. Como siempre, el mejor. 

Blog escrito escuchando: Supertramp: Crime of the Century