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Cecilia Casado

A partir de los 50

“De buena me he librado”. Una infidelidad normal y corriente.

 

Los humanos tenemos la fatal tendencia a condolernos por aquellas cosas que creemos perder. Sean materiales o pertenecientes al mundo de lo afectivo, cuando dejamos de tener algo a lo que creíamos tener derecho, nos revolvemos furiosamente contra el presunto “ladrón”, o si no encontramos un cabeza de turco para echarle la culpa, dejamos que la ira o el enfado se dirijan hacia el universo en general.

Volví a encontrarme en días pasados con una amiga de hace muchos años con la que estaba la relación en “stand by” debido a su separación matrimonial. Sus tristes avatares la llevaron a tomar una decisión que no deseaba tomar, (bien) aconsejada por su entorno familiar y amistoso que veían con claridad meridiana, siempre desde fuera, que “lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”.

Somos legión las mujeres –y me incluyo en el término- que por querer amar o sentirnos amadas, hemos obviado peculiaridades y características específicas del hombre elegido amparándonos en conceptos tan peregrinos –y poco científicos- como el “ya cambiará” o “nobody is perfect”.

De esta manera, sencilla, cotidiana y aprendida educacionalmente incluso, se aguantan “carros y carretas” con el consiguiente desgaste emocional y deterioro de la autoestima.

La que no ha pasado por mentiras e infidelidades, ha tragado sapos infumables. La que no ha sido maltratada ni física ni psicológicamente considera que le ha tocado la lotería con un hombre diferente y “bueno”. Pero la mayoría –y me remito ÚNICAMENTE a lo que yo he conocido y vivido- ha pagado y sigue pagando por el “amor” un precio absurdo desde el punto de vista de la “economía afectiva de mercado”. Es decir, desproporcionado y utilizando moneda devaluada.

Esta dulce amiga reencontrada a la que hago referencia, cuando estaba en plena pelea matrimonial, cuando sufría y maldecía, cuando adelgazaba a ojos vistas y hasta sus propios hijos le aconsejaban que abandonara al hombre que, sin ser ni malvado ni canalla sino tan sólo humano por tener otra mujer, una amante confesada y ser sincero diciendo que “a ti te querré siempre, pero a ella no la abandonaré”, esta amiga mía tuvo que aguantar –además- la conmiseración de su entorno. Esa pena mezclada con un puntito de desprecio que nos merecemos las mujeres a las que nos han sido infieles el hombre al que amábamos.

Yo fui la primera que me atreví a decirle la verdad que los demás callaban, la verdad que todos veíamos y ella se negaba a reconocer. Un horrible y apestoso : “De buena te has librado” que yo también había tenido que escuchar de labios de mi madre cuando me abandonó un hombre al que yo quería con locura. (¡Qué tiempos, cómo pude sufrir tan estúpidamente!)

Y después de los abrazos del reencuentro entre dos mujeres amigas que comparten experiencias para nutrirse y ayudarse, en la sobremesa plácida de una tarde a la sombra de la vida, me recordó mis antiguas palabras y, sonriendo tranquila por la satisfacción de la prueba superada, lo dijo ella misma: “De buena me he librado”.

A veces lo más cómodo es que sean los demás los que tomen las decisiones que nosotros no tenemos la valentía de tomar…

En fin

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


julio 2013
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