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Cecilia Casado

A partir de los 50

Sentirse bien en la propia piel

 

Sentirse bien en la propia piel es algo que debería ocurrir todos los días, pero de hecho, lo habitual suele ser que, entre unas cosas y otras, las pequeñas “incidencias” que flotan a nuestro alrededor como partículas en el aire nos vayan cansando hasta que llega un momento en el que casi todos nos escuchamos decir: “Tengo que desconectar, necesito un parón, no puedo más”.

Y es entonces cuando se busca “la cura de emergencia” para recuperar las fuerzas, las ganas, los deseos. Uno mira el calendario con ansiedad, esperando se acerque el “día X”, el que dé comienzo al break de las vacaciones físicas y emocionales. Cuando los niños se van de colonias o nos dejan solos en casa con la única preocupación de qué cenaremos esta noche mientras miramos a las musarañas o a la pantalla de la televisión –incluso hay osados que se sientan a leer un libro.

Eso de sentirse bien en la propia piel ha ido sacudiéndome como si fueran hitos, momentos estelares de la vida, en los que se toma conciencia, en un instante de hermosa lucidez, de lo que SOMOS por encima de lo que hacemos o de lo que tenemos. No ha sido nada que me haya propuesto como un reto a conseguir luchando por ello cada día, sino la tendencia natural de mi espíritu a calmarse, a dejar que la vida y las gentes sigan con sus afanes a mi alrededor sin andar fijándome en lo que hacen ni en cómo lo hacen ni, lo más importante, pensando siempre en si me va a afectar a mí.

No quiero decir con esto que mi vida sea modelo de nada y mucho menos de pretendida perfección, pero sí que es verdad que cuanto menos me preocupo de lo que hacen los demás, más tranquila me acuesto por las noches y más descansada me levanto por las mañanas. Es algo así como poder decir: “bueno, está bien, la vida sigue, todos tienen sus afanes como hormigas locas en un hormiguero pateado por un niño antipático” y contemplarlo con cierta distancia, sí, como si la cosa no fuera con nosotros.

Porque realmente no va. Los políticos se agraden a dentelladas los unos a los otros y les contemplamos como en aquellas escenas de “Ben Hur” en que el público del circo jaleaba a gritos a los gladiadores en la arena…o a los leones contra los cristianos. Cada día quedan al aire nuevos latrocinios de guante blanco y nos rasgamos las vestiduras pidiendo a gritos –aunque sea en la barra del bar- justicia y castigo (nada de clemencia). Las celebrities –con sus estupideces envenenadas por los medios de comunicación- ponen el contrapunto de despiste para que el personal tenga “carnaza divertida” que meterse entre pecho y espalda y pueda dar rienda suelta a la envidia, el cotilleo, la maledicencia.

Toda esta forma de vivir absurda y vacía de contenido que se acepta como el pan nuestro de cada día, impide sentirse bien en la propia piel. Es lógico, no se puede bombardear espíritu, mente y corazón y pretender que haya paz y sosiego en la “casa interior”.

Por eso pienso que es posible también alejarse de todo ello con prudencia, mirando quizás con el rabillo del ojo lo esencial, pero apartando de un manotazo elegante la estulticia cotidiana.

No ver televisión basura, no leer prensa amarilla, no alimentar la carnaza morbosa, sería una forma de empezar a protegerse. Cuidar la lengua cuando corre el riesgo de volverse viperina, evitar la compañía de personas que no nos aportan nada, cerrar la puerta a los pesados que vienen a nuestro espacio únicamente “a hablar de su libro”. Ir poco a poco, sin alharacas pero con determinación, limpiando nuestra órbita vital de “basura galáctica”, como esa que dicen que gira alrededor del planeta.

Y un buen día, sin esperarlo siquiera, sentir que en lo más profundo de nuestro ser se ha ido gestando un “algo”, al que no somos capaces de ponerle etiquetas, pero que va extendiéndose dulcemente por venas y arterias hasta llegar a asomar por cada uno de los poros en forma de amable aceptación del lugar que hemos elegido en este mundo para vivir nuestra vida.

Y ya está. No hace falta mucho más. Entonces, a la vez que nos sentimos bien en nuestra propia piel, muchas cosas empiezan a carecer de importancia…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


julio 2013
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