El billete de cincuenta euros de ahora es el que metemos en el billetero cuando salimos a la calle un lunes por la mañana. (En otras vidas era un billete de 5.000 Pts. ¿os acordáis?) Para los gastos de la semana, los cafecitos de la mañana, el periódico, los cortados de después, el pintxo del amaiketako, comprar el pan o los cafés con leche de media tarde. Y alguna caña si hace mucho calor. Para poco más…

El billete de cincuenta euros sirve también para estirarlo como si fuera de plastilina y hacer una compra que dure toda la semana. Comprando donde más barato lo den todo –aunque con el precio baje la calidad por mucho que lo nieguen en grandes letras-, aprovechando las capturas de mucho pescado y de la consiguiente rebaja o buscando como zahoríes la sorpresa de un manantial en esas tiendas donde, en vez de tirar el producto fresco “pasado o tocado”, lo pesan y etiquetan por unos céntimos y lo dejan en un rincón escondido donde los compradores que no tienen otro remedio que comprar esa fruta o verduras revenidas, saben que los encontrarán.

Un billete de cincuenta euros también da cierto alivio en lo lúdico/festivo: se puede ir de pintxo-pote el jueves, sentarse en la terracita del bar de abajo el viernes, ir al cine el sábado con bocata de antes o después y tomarse un verdejo y un pintxo de aperitivo el domingo. Poco más. El resto de los días ayuno y abstinencia.

En lo cultural va devaluándose poco a poco: ahora una entrada de teatro puede costar 38€ (la semana pasada en el Victoria Eugenia), si es que es “cultura” ciertos espectáculos que aparte de divertir no tienen mayor pretensión. Asistir a un concierto de música “culta” ya cuesta un poco más y no digamos si la música es “inculta”. También se pueden adquirir algunos libros en edición rústica, pero TAN rústica que hace falta paciencia y buena vista para aguantar la mala encuadernación y el aspecto empobrecido del pobre libro.

Con cincuenta euros puedes comprarte varias prendas de mercadillo con la etiqueta de Zara (¿os habéis fijado la birria de ropa que saca esta gente para las rebajas? ¡Ni regalada, por todos los dioses!). O, si eres listo y sabes estar al quite, UNA prenda de buena calidad en alguna de las tiendas que venden prendas de buena calidad en esta ciudad, que son cuatro y el tambor. (No nos olvidemos que las “marcas” mandan fabricar lo que van a vender en India, Marruecos o Turquía poniéndole la ETIQUETA que permitirá venderlo todo a precios desorbitados).

Con cincuenta euros se puede ir una vez a la peluquería sin que te achicharren el pelo.

Con cincuenta euros te dan de comer en un buen restaurante de los de aquí.

Con cincuenta euros podrás escuchar a Diana Krall. (No; cuesta la entrada bastante más)

Pero lo que NO puedes hacer con un –a estas alturas del post- miserable billete de cincuenta euros, es sentir que tienes algo de dinero en el bolsillo para sentirte seguro por si te ocurre una emergencia.

Todo esto es lo que podría haber hecho y todo lo que nunca habría conseguido hacer con el billete de cincuenta euros que metí ayer en mi bolsillo y que cuando fui a pagar el café de la mañana ya no estaba en su sitio. Debió de caérseme al suelo al sacar el pañuelo o el móvil o la bolsa de plástico para recoger “lo que le sobra” a Elur.

Espero haber hecho feliz a quien se lo encontrara y que le alegrara el día…¡o incluso la semana! Estoy segura de que el Universo me tiene preparada una buena sorpresa para compensar esta pérdida tan absurda.

En fin.

LaAlquimista

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