>

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

Lo difícil que es hablar y entenderse

 

Uno de los principales problemas a los que he tenido que hacer frente en la vida es a la comunicación con los demás. Unas veces por mi culpa y otras por la del oponente, entenderse entre humanos es algo que parece ser todavía raro y difícil. Me refiero a la comunicación verbal, a ese intercambio de frases y palabras que aparenta ser la clave de las relaciones interpersonales, pero que en demasiadas ocasiones no es más que la oportunidad nada desdeñosa de escucharse –una vez más- a uno mismo.

Con demasiada frecuencia me he encontrado con el típico charlatán impenitente que te abruma con detalles inútiles a la hora de relatar un suceso que, intrínsecamente, puede tener valor e interés, pero que esa persona convierte en un meandro de verborrea que impide seguir el hilo principal, consiguiendo que el oyente –es decir yo- active automáticamente sus mecanismos de desconexión auditiva.

Antes me ponía muy nerviosa esperando a que se terminaran los circunloquios y las referencias inicuas; ahora ya me he dado cuenta de que lo que les gusta a esas personas es escucharse a sí mismas.

Si hay mucha confianza hago el gesto deportivo de pedir tiempo colocando la mano izquierda en horizontal sobre la derecha en vertical –como un toldo protector- y le apremio a decir lo que quiera decir de una maldita vez. No siempre es bien recibida mi solicitud y en alguna ocasión me he quedado sin saber –finalmente- lo que me querían contar. ¡Qué le vamos a hacer!

Luego está el taciturno al que hay que arrancarle las palabras. Sabes que quiere contarte algo –mayormente porque ha sido él quien te ha convocado para quedar, tomar algo y charlar. Pero no arranca ni dándole a la manivela. Casi siempre suelen ser hombres los que así actúan –ya lo siento por la generalidad del comentario- y entonces sí que me pongo nerviosa de verdad. E incluso un poco borde, lo reconozco, porque si alguien quiere contar algo pues…¡que lo cuente de una vez y así terminamos antes!

Anécdotas ilustrativas tengo unas cuantas, pero la mejor la de aquel chico que estuvo durante dos cafés y un agua tónica, contando los coches que pasaban antes de decidirse a pedirme que saliera con él a cenar un sábado. Obviamente, le dije que no. ¿Para qué hacerle pasar al pobre otro mal rato? Porque una cena romántica en silencio…como que no.

Pero el mejor de todos suele ser el campeón de la digresión que tarda horas en llegar al meollo del asunto. Este no es necesariamente hombre, está repartida la especialidad entre los dos sexos. Son aquellas personas que empiezan a contarte la visita al médico para mirarse un dolor en los riñones y saltan a la historia de un primo que se casó con una doctora del mismo hospital que era divorciada de un empleado del Catastro que manipuló el valor del piso que tenían en común para darle menos en la liquidación de la sociedad de gananciales, pero que al final le pillaron aunque se libró porque se lió con la abogada que le llevaba el caso que a su vez resultó ser la vecina del urólogo al que fue a visitar y que le dijo que lo suyo no era nada, una cuestión postural, un esfuerzo más del lumbago que otra cosa…

Y acabas pensando que los perros se entienden mucho mejor y con menos desgaste verborreico –tan sólo cuatro ladridos bien dados cuando hace falta- y que la palabra, don divino para los miserables humanos debería ser como las baterías: que o se gastan o se recargan pero perecederas al fin y al cabo.

Todas estas “palabras” vienen a cuento de un desencuentro importante que he tenido con alguien con quien yo creía haberme entendido hablando y que ha resultado que lo que esa persona me decía yo lo traducía equivocadamente y lo que yo le respondía sufría el mismo tratamiento. Conclusión: que hablando se entiende la gente…que habla el mismo idioma.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


julio 2013
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031