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Cecilia Casado

A partir de los 50

Tomo lo que me dan

 

A pesar de que me enseñaron que la vida era una especie de escaparate donde se podía elegir el “producto” más atractivo, pagando el precio estipulado, he acabado aceptando lo que me dan y no deseando nada más.

A pesar de que he vivido más de cincuenta años viendo cómo la ambición de tener y poseer era la religión más practicada (fervorosamente) ahora, por fin, tomo lo que me dan.

A pesar de que en muchas ocasiones me duele por dentro y me da todavía rabia que me traten con poca generosidad o me infravaloren, tomo lo que me dan.

Y lo hago con conciencia y reflexión previa de estar haciendo lo que quiero hacer; es decir, es una elección meditada.

¿De qué me ha servido empeñarme en que alguien me quisiera como yo creía necesitar que me quisieran? De nada en absoluto. Los seres humanos tenemos un corazón tan inextricable como esos caminos que cita la Biblia y es sufrimiento absurdo empeñarse en que una madre quiera a sus hijos, unos hijos quieran a su madre –y mucho más que el amor ilumine a esa persona que nosotros desearíamos…

¿Cuánta energía se desperdicia creyendo que “alguien puede cambiar” porque nosotros así lo necesitamos? Cuando jóvenes se tienen creencias absurdas que tan sólo el tiempo se encarga de desmoronar. Las utopías –en lo emocional, en lo afectivo- son absurdas e innecesarias. Idealizar el amor y las relaciones humanas es otra falacia muy extendida. Y a los hechos me remito…

Ahora, por fin, -y no siempre- me quedo feliz cuando tomo lo que me dan. Sin enfadarme cuando esto es menos de lo esperado, incluso cuando es “nada” en comparación con lo que siento que me merezco…

Y tomo lo que me dan…¡Que es tanto…!

Mi familia de origen ha reducido su relación conmigo al mínimo de los mínimos; no les resulto persona grata. Mi forma de ser, de comportarme –con ellos y con el mundo- les resulta incómoda y hace ya mucho tiempo que cerraron las puertas del cariño y la comunicación. Lejos de buscar culpables a quienes colgar el sambenito, tomo lo que me dan. Que en este caso es tranquilidad y paz en la distancia.

Para compensar, la familia que yo he creado, mis hijas y “adosados”, expresan y comparten el amor conmigo elevándolo a la enésima potencia formando un núcleo afectivo solidario, generoso, fuerte y lleno de bendiciones. Sin intentar “poseernos”, dejando que cada decisión sea tomada en libertad, respetando el vuelo único y personal de cada uno y a pesar de los muchísimos kilómetros que nos separan, nos damos, nos regalamos… sin exigir nada a cambio. Tomar lo que me dan es un regocijo continuo, fuente de felicidad.

Luego está “mi familia del alma”, esas amigas y amigos a quienes les gusto, quienes disfrutan conmigo cuando hablo y cuando callo, esas personas humanas que me envían –desde la generosidad y la bondad- buenas vibraciones para que sea un poquito más feliz.

Todo esto lo tomo –lo bueno y lo menos bueno- como parte de lo que me equilibra en la vida. A veces desearía que aquel amigo me llamara después de su silencio de varias semanas…pero tengo que aceptar que esté en “sus cosas” en vez de en las cosas comunes. A veces, también, desearía que alguna amiga querida no se perdiera en ensoñaciones cansinas o peligrosas y compartiera conmigo –que la quiero tanto- un poco más de tiempo…pero tomo lo que me da, aunque parezca poco, que no lo es, porque es el “todo” para ella y así debo sentirlo e interpretarlo yo.

Y luego, la vida. Con sus sorpresas buenas, con sus circunstancias imprevistas a las que se les puede sacar muchísimo jugo… Encuentros, conversaciones, casualidades…y las hermosas causalidades que hacen que todas las piezas del puzzle vayan poniéndose poco a poco –cada vez con menos esfuerzo- en su lugar.

Hoy también tomaré lo que la vida me ofrezca, lo que las personas me quieran dar; sea poco o mucho, cada vez me afecta menos.

La vie est belle!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


julio 2013
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