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Carlos Rilova

El correo de la historia

Recuerden, recuerden, recuerden… Fue el 2 de mayo… de 1808. “Pueblo”, nación y sociedad civil durante la fase española de las guerras napoleónicas

Por Carlos Rilova Jericó

Hoy, 4 de mayo, quiero dedicar este nuevo correo de la Historia a hacer un pequeño homenaje a dos oficiales navales españoles: Juan Van Halen y José Heceta.

¿Por qué?, pues porque creo que su historia dentro de la gran Historia debe ser conocida. Más que nada por las razones habituales que tanto hacen subir el tono de este correo de la Historia a veces.

Es decir, porque la historia de Van Halen y su amigo Heceta durante el 2 de mayo de 1808, apenas es conocida y ha sido desdibujada por la imagen exageradamente popular que ha predominado a la hora de escribir la Historia de esos hechos que, en definitiva, hundieron al llamado “capitán del siglo”. Es decir, a Napoleón Bonaparte.

Sí, Van Halen y Heceta han sido eliminados de esos acontecimientos en la mayor parte de las obras que se han escrito, o filmado, sobre ellas.

¿Cuál puede ser la razón?, tal vez se pregunten ustedes. Yo, como historiador atento, tengo mi propia teoría sobre el tema. O tal vez sea algo más que una teoría.

Verán, en algún momento de la segunda mitad del siglo XIX, se hizo casi obligatorio entre los intelectuales españoles reducir la reacción contra Napoleón en España a una mera, y generalmente brutal, incivilizada, casi bestial, revuelta protagonizada por españoles que más que seres reales parecían los monstruos imaginados por el emperador para justificar su intervención militar en España. Potencia que en esos momentos, aunque generalmente se olvida, era un imperio transatlántico aún rico, poderoso y bien armado. Como pronto lo experimentaron las tropas que Napoleón mandó a la Península a ejecutar su designio habitual. Es decir, quitar del trono de turno al rey reinante en ese momento y asentar en ese sitial aún caliente las posaderas de algún pariente más o menos cercano.

El caso de las palabras de Ángel Ganivet en su obra “Granada la bella” es un gran ejemplo de cómo las sandeces con las que Napoleón se autojaleaba y daba ánimos, pensando en una fácil conquista de España, acaban siendo asumidas como una verdad histórica escrita en piedra -por así decir- por quienes deberían haberlas puesto en duda desde el primer momento.

Ganivet decía, en “Granada la bella”, que los verdaderos protagonistas del levantamiento del 2 de mayo fueron los integrantes de ese “pueblo” amorfo, brutal… imaginado por Napoleón para su consumo interno y el de sus tropas de mariscal para abajo. El resto de los españoles de 1808, según Ganivet, no hicieron nada y nada hubieran hecho de no ser por la marea incontenible de ese “pueblo” que les obliga con su primigenio impulso.

Ganivet dice, en efecto, que esas gentes que no pertenecían al “pueblo” hubieran aceptado a Napoleón. Es más “se hubieran dejado rapar como quintos e imponer el imperial uniforme” en nombre de las que Ganivet llama con su desusada capacidad de síntesis “nuevas ideas”, sin detallar, como en el caso del “pueblo”, a qué se refiere exactamente con tales “ideas nuevas”.

Nada más falso desde el punto de vista histórico. Y la historia protagonizada por Van Halen y Heceta dentro de la gran Historia de las guerras napoleónicas, lo demuestra claramente.

Los datos que hay sobre su intervención en el motín que estalla el 2 de mayo de 1808 son escasas. La principal fuente parece ser la “Narración de don Juan Van Halen”, escrita, como dice el largo título de esa obra, “por él mismo”.

Ahí, en el capítulo dedicado a sus primeros años, señala que fue ascendido a alférez de fragata en julio de 1805, pocos meses antes de la batalla de Trafalgar. Obtendrá el mando de una cañonera que opera en la costa de Málaga y será herido antes de que acabe esa última guerra en la que España es aliada de la Francia imperial en contra de Gran Bretaña.

De allí se le destina al Almirantazgo español en Madrid. Gracias a esa circunstancia nos dice, en sus propias palabras, estaba en la capital en “la época de nuestra memorable insurrección; y en el memorable día 2 de mayo de 1808”.

Ese día dice haberse sentido inflamado “del ardor de independencia que animaba a todo español celoso de defender el honor nacional”. Así se vio al frente de los que llama “un cuerpo de patriotas”, que lo eligieron de manera tumultuaría como su jefe. Combatiendo con ellos hasta que una herida bastante grave lo deja fuera de combate.

Aunque Van Halen no dice mucho más sobre lo ocurrido en ese día, Pío Baroja cuenta en “Juan Van Halen, el oficial aventurero” que Van Halen y Heceta capitanean ambos a las masas que “venían preparando” para ese golpe desde hacía días, llevándolos al luego famoso parque de Artillería de Monteleón para que recibieran allí armas…

Como vemos ambos oficiales, ambos alféreces de fragata, hombres doctos, instruidos… en lugar de dejarse rapar como quintos e imponer el imperial uniforme por cuestión de las supuestas “nuevas ideas” traídas por el Ejército napoleónico (de las que al menos Van Halen, peligroso revolucionario, estaba más que bien informado),  cumplieron con su deber, instruyendo a los elementos del “pueblo” que se revuelven contra lo que, ya no cabe duda, es un ejército extranjero que invade España como ha invadido y sometido al resto de Europa.

Van Halen, como no se oculta en sus “Memorias”, huirá de Madrid para evitar ser, como tantos otros, fusilado por las brutales represalias de Murat. Se pone entonces a las órdenes del general Blake y con ellas combate hasta que puede obtener una comisión de oficial naval en Galicia, donde se ha organizado una resistencia que nada tiene que ver con un mítico “pueblo”, sino con toda una sociedad, en la que todos sus estratos se coordinan para hacer frente a una amenaza común.

Esa nación en ciernes, que luego se plasma en la constitución de 1812, le entregará el mando del cañonero Estrago, con el que hostiliza a las tropas napoleónicas.

Cuando Ferrol cae en el otoño de 1809, después de que el último ejército operativo que le queda a Gran Bretaña haya sido reembarcado, protegido bajo fuego español, Soult decidirá fusilar a Van Halen, como a otros oficiales españoles. Parece ser, sin embargo, que su juventud le libra del escarmiento. Bajo los términos de capitulación de esa plaza tendrá que volver a su último destino antes de unirse a las tropas patriotas.

En su caso debía volver de Ferrol al Almirantazgo de Madrid. Obligado por las circunstancias, aceptará a José I y le servirá hasta el año 1813. Entonces, dolido por un desprecio del llamado rey intruso, que, tras huir de España, nada quiere saber de su antiguo servidor, Van Halen decidirá acogerse a la oferta de la Regencia española, que admite de vuelta a las filas patriotas a todos los que, como Van Halen, por unas y otras circunstancias, se habían convertido, más que en afrancesados, en eso que el profesor Miguel Artola definió como “juramentados”.

Van Halen no volverá con las manos vacías. Logrará, con una treta de guerra, que Mequinenza, y otras plazas fuertes de la zona del Este peninsular, se rindan a las tropas patriotas sin hacer resistencia…

Reconocerán que este currículum no está nada mal para uno de esos que Ganivet describía como “doctos” incapaces de enfrentarse a los designios de Bonaparte, a diferencia del “pueblo” idealizado por ese diplomático español de triste destino y equivocada idea de la verdadera Historia de la España de las guerras napoleónicas. Ahora sólo hace falta que ustedes lo recuerden. Para siempre. Cada 2 de mayo…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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