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Carlos Rilova

El correo de la historia

La Historia, el Mito y el olvido. Un caso del año 1808

Por Carlos Rilova Jericó

husar-de-cantabria-2-altoAhora que parece que, al fin, definitivamente, Euskadi, el País Vasco o como prefieran denominarlo, ha entrado en el “año cero” de su Historia más reciente, quizás sea momento de dejar de hablar de ese tema en primer plano. Al menos durante algún tiempo.

Sin embargo, debo reconocerlo, resulta difícil sustraerse a esa inercia. Quizás es incluso necesario dejarse llevar por ella. Así, aunque hoy -como la semana pasada- hable sobre todo de cuestiones relacionadas con el año 1808, no negaré que ese caso histórico que traigo a colación hoy, está también relacionado con lo que podría pasar en estas latitudes que, como decía, desde el comunicado de disolución final de ETA de este viernes pasado, ha entrado en un particular “año cero”.

Por lo que he oído y visto en los medios durante esas 24 horas del día 4 de mayo de 2018, una preocupación bastante generalizada entre los que han/hemos opinado sobre ese momento verdaderamente histórico, ha sido la cuestión de cómo se va a relatar, a contar -espero que, también y principalmente, en los libros de Historia- lo que hizo esa organización -ETA- durante, como mínimo, cincuenta años entre 1968 y 2018.

Es una preocupación bastante lógica porque, por un lado, hay fuertes cargas emocionales e ideológicas que ni se han desactivado, ni se han disuelto ni tienen, que se sepa, intención alguna de hacerlo.

Por otro, los historiadores sabemos no sólo lo que se recuerda y cómo se recuerda lo que, día a día, se va convirtiendo en pasado, sino lo que se olvida de él. Y el caso del que voy a hablar en lo que queda de este nuevo correo de la Historia, es un ejemplo muy llamativo de cómo, en un período de 150 años, pueden desaparecer -completamente- datos y elementos de lo que es parte, por derecho propio, de la Historia de unos determinados hechos. En este caso de la Guerra de Independencia española que, en realidad, no sería sino una de las fases más agudas de las llamadas “guerras napoleónicas”.

El caso de 1808 al que aludía en el título, se refiere a uno de los regimientos levados por el partido patriota español para combatir la invasión napoleónica y a los españoles que habían cerrado filas con José Bonaparte.

Más concretamente se refiere el título a los llamados Húsares de Cantabria, que aparecen en la imagen que ilustra este nuevo correo de la Historia. Este mismo viernes tuve ocasión de hablar de ellos en una conferencia incluida en un ciclo destinado a recordar. En este caso los 750 años que cumple en 2018 la villa de Ordizia, en el corazón del territorio guipuzcoano. Allí este viernes 4 de mayo de 2018 -tan simbólico- recordé, precisamente, que tenemos, todavía, una visión muy incompleta de lo que fue la Guerra de Independencia. Y no sólo incompleta, sino también deformada y llena de grandes ausencias. Como la de esos Húsares de Cantabria, que han desaparecido, hasta hace muy poco tiempo, incluso del relato contenido en los libros de Historia.

Así es. Si buscamos entre los fondos de las bibliotecas más completas de la actual Cantabria, por ejemplo, en la Central de la Comunidad autónoma, en Santander capital, resulta difícil dar con algo relativo a ellos. Ni siquiera hay menciones tangenciales en libros -como el de Emilio Arredondo- dedicados a los regimientos de húsares formados durante la Guerra de Independencia y sólo parece haber un libro entero dedicado a esa unidad.

Se titula “Húsares de Cantabria. La Caballería del señor de la Riva”. El autor es Raúl Lión Valderrábano. Lo publicó una pequeña editorial de Madrid, en una muy cuidada edición ilustrada, en el año 2003.

Aún así, esa unidad, que aparece recogida en muchos expedientes de archivo, ha conseguido salir del peor de los olvidos en una sociedad -como la nuestra- en la que la imagen lo es todo.

El encargado de hacerlo ha sido el pintor José Ferre Clauzel, especializado en cuadros de temática militar hiperrealista que (no sé la razón -dadas sus querencias estético-políticas- pero bienvenida sea) ha dedicado hasta tres de sus óleos a esta unidad que, afortunadamente, poco tuvo que ver con otras más retratadas por este artista. Como, por ejemplo, las tropas enviadas por Franco a luchar al lado de Hitler.

Uno de esos cuadros en concreto, representa a dos húsares de Cantabria con su equipamiento completo que, como se puede apreciar en este enlace adjunto https://i.pinimg.com/originals/be/9a/2b/be9a2be6c8569e2c9c5a1d4ff637ed41.jpg, poco se diferenciaba del usado por los franceses.

Resulta difícil saber algo sobre el trasfondo del cuadro, pues no hay apenas información disponible -ni en la web del autor, ni en otras que lo glosan- sobre la historia que hay detrás de ese cuadro.

Sólo cabe suponer que el artista se ha informado y documentado a fondo -como en sus otras obras- y ha emplazado a estos dos húsares en un paisaje netamente cántabro o del Norte de Castilla. Tal vez están en Trasmiera, o cerca del nacimiento del Ebro. Consultan un mapa en ese camino secundario y eso refleja muy bien lo que hacía esta unidad. Aparte de atacar en formación contra la Infantería francesa -como en la batalla de Toulouse en 1814- su misión era observar al enemigo, infiltrarse entre sus líneas a través de esas rutas semisalvajes que tan bien refleja el cuadro, y después poner esa información al servicio del Estado Mayor del Ejército en el que formaban. En su caso el Séptimo, desplegado en toda la cornisa cantábrica.

Soldados como estos fueron fundamentales para la derrota de Napoleón en la Península y, por extensión, en el resto de Europa. De ellos dependió, en buena medida, el éxito de batallas como las de Arapiles o Vitoria.

El cuadro no debe engañarles. Solían ser muy jóvenes. Apenas adolescentes de 16, 17, 18 años en muchos casos. A pesar de que el característico bigote y el uniforme, les daban un aspecto más maduro. Con esa escasa edad, en la que hoy consideramos a los que la padecen casi niños enganchados a una pantalla de móvil, húsares como estos se jugaron la vida infiltrándose entre las zonas controladas por los franceses, cruzando a toda velocidad paisajes como el del cuadro de Ferre Clauzel, esquivando a los húsares y cazadores enemigos, perseguidos por ellos, para que sus oficiales tuvieran información de primera mano…

Y sin embargo, durante cerca de dos siglos, personajes históricos como estos, fueron borrados del relato histórico de la Guerra de Independencia. Simplificado hasta el absurdo, reducido a un Mito, a la gesta heroica de un pueblo inculto y atrasado que, sin embargo, con precarios medios -ridículos, de hecho, comparados con los del Ejército napoleónico- consiguieron vencer al emperador de los franceses en una gesta tan imposible como, definitivamente, alejada de todo lo que podamos llamar “Historia”.

Así las cosas, hoy sería un buen día para preguntarse, ante este cuadro que representa fielmente a dos húsares del Ejército patriota español de 1808, si después de este 4 de mayo de 2018, el relato de los hechos históricos que nos toca elaborar a partir de ahora caerá en el mismo absurdo, en el mismo mito ridículo (por exceso y por defecto), en el que cayó el de la Guerra de Independencia española hasta hace muy poco…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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