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Leyenda Negra… e Historia digna de tal nombre. Reflexiones sobre un libro polémico

Por Carlos Rilova Jericó

adam_frans_van_der_meulen_-_the_crossing_of_the_rhine_at_lobith_12_june_1672Hacía tiempo que sabía de la existencia de este libro polémico al que quiero dedicar hoy este nuevo correo de la Historia.

Apareció ahora hace más de un año de la mano de una de las más exquisitas editoriales europeas: la española Siruela.

El título ya era toda una provocación, larga, barroca y contundente: “Imperiofobia y leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español”.

Pero, aun así, lo reconozco, lo he dejado pasar sin dedicarle más atención, durante cerca de ese año en el que este libro firmado por María Elvira Roca Barea ha poblado las librerías y bibliotecas.

Y ocasiones para dedicarle tiempo no me han faltado. Me lo han ensalzado. Y me lo han denigrado. Aunque la denigración venía de una fuente académica pero, sin embargo, absolutamente despreciable y nada fiable.

Hoy, finalmente, no he sido capaz de resistir la última tentación de escribir sobre ese libro. Probablemente el detonante ha sido la relectura del libro de María Elvira Roca Barea suscitada por haber encontrado el 9 de enero un artículo suyo en “El País”. Uno en el que se abundaba sobre todo lo que esta antigua profesora de Harvard e investigadora del hoy maltrecho CSIC español, ha contado y considerado en “Imperiofobia y leyenda negra”.

En ese artículo María Elvira Roca señalaba, una vez más, que Hollywood nos engañaba sobre lo que realmente había supuesto la conquista del supuesto “Salvaje Oeste”. Decía que cuando los colonos anglosajones y protestantes llegaron a esas tierras al Oeste de la actual Norteamérica, en lugar de indios salvajes se encontraron, en gran medida, con tierras ya civilizadas a la europea sólo que en una versión que, para ellos, era sencillamente monstruosa tras años y años de cuentos agrupados bajo esa famosa “leyenda negra” con la que se ha acunado a generaciones enteras de anglosajones, holandeses…

Tengo mis dudas respecto a esta cuestión. No cabe duda de que es una tesis polémica. Sobre todo si tenemos en cuenta que grandes territorios del Oeste bajo control de ciertas naciones “indias”, no tenían apenas barniz alguno de esa civilización. Caso de los Cheyenes, Sioux y Comanches, absolutamente refractarios a todo trato con las autoridades españolas emplazadas en los actuales territorios de Nuevo México, Arizona, California… y que, en buena medida, serán quienes se enfrenten con dichos colonos.

Sin embargo, toda crítica al posicionamiento de María Elvira Roca tiene que reconocer en primer lugar -por una mera cuestión de honestidad intelectual básica- que en sus tesis -ya sea en “Imperiofobia y leyenda negra” o en artículos como el del 9 de enero- plantea una verdad histórica básica que es irrebatible. Al menos si la consideramos bajo el prisma de la Historia como práctica escrupulosamente científica.

A saber: que durante siglos las naciones protestantes del Norte y centro de Europa -e incluso algunas católicas situadas más al Sur, como Francia- han fabricado una Historia común de Europa absolutamente deformada (apenas digna del nombre de Historia) y que, considerada en términos estrictamente profesionales, es poco más que un cúmulo de imbecilidades que deberían causar sonrojo a quienes los sostienen y al mismo tiempo pretenden pasar por personas cultas. O, incluso, dotadas de cierto prestigio académico…

En efecto, las páginas finales de “Imperiofobia y leyenda negra” nos describen argumentos que causan -o deberían causar- una molesta e incómoda sensación de vergüenza ajena a cualquier persona no ya dotada -o cargada- con un pasaporte español, sino con un mínimo de fe en el futuro de la Confederación europea.

Esos contundentes argumentos señalan que, desde 2007, la vetusta y apolillada leyenda negra se ha reforzado a causa de una crisis sobrevenida en el Norte y endosada -de la manera más rastrera que se pueda imaginar- a países del Sur de Europa. Unos que desgraciadamente -como España- no han sabido defender sus intereses intelectualmente y por esa causa van a pagar, durante una generación al menos, las consecuencias de esa leyenda negra rediviva.

Esa que carece del más mínimo fundamente histórico y que, sin embargo, está siendo usada por desaprensivos -nacionales y foráneos- para justificar prácticamente cualquier cosa. Desde esa crisis financiera de 2007, hasta cualquier otro despropósito que se nos ocurra elucubrar. Por ejemplo, la necesidad de poner en el Parlamento español partidos a los que sólo les falta pasear por la Carrera de San Jerónimo en formación paramilitar, saludando a la romana y al paso de la oca…

Para abrir los ojos a esa incómoda realidad, basta con tomar sólo un caso de los que menciona María Elvira Roca en esas páginas finales de “Imperiofobia y leyenda negra”. Es decir, el de la maltrecha república -o algo parecido- holandesa que en el año 1672 vivió el llamado “Año del Desastre”. Una situación que contradice, frontalmente, a esa pseudohistoria fantochesca que asegura que los rebeldes holandeses que consiguen su independencia hace 400 años, en 1648, lo logran gracias a su modernidad y eficacia protestante frente a una anquilosada y oscurantista -y por supuesto atrasada- España católica.

En el mundo real -no en el imaginario de la leyenda negra- en ese año de 1672 el muy católico rey de Francia y de Navarra culminará sus planes para lanzarse sobre aquella -para él- maldita república de comerciantes de arenques que, tal y como sospechaba este monarca -Luis XIV, medio francés, medio español- no resistiría el primer asalto de su bien engrasada maquinaria militar.

Es así, aunque “Imperiofobia y leyenda negra” no lo cuente, como la supuestamente invencible e hiperdesarrollada Holanda tendrá que volver sus manos desesperadas hacia el -también supuestamente- oscurantista, retrasado y opresor imperio español… ¿Para qué? Pues sencillamente para obtener ayuda militar y financiera para sobrevivir a la feroz guerra decretada contra Holanda por el rey Sol.

Gracias a esa ayuda española -y a otros cambalaches políticos y diplomáticos- Holanda ha llegado como nación independiente a nuestros días. De hecho, la verdadera Historia de Holanda -da igual lo que hayan oído o leído hasta hoy- fue la Historia de una nación insignificante y sumisa desde ese año 1672. Sujeta, en realidad, a venderse al mejor postor para sobrevivir frente a la potencia dominante en Europa en cada momento: en 1673 a la España de la que había renegado tras una larga guerra por diferencias religiosas. En 1719, hace ahora 300 años, a una Gran Bretaña a la que no había podido derrotar navalmente en el siglo XVII y a la que, como decía el embajador español en La Haya -según consta por documentación del Archivo General de Simancas- eran incapaces de enfrentarse dada su debilidad. En 1780, otra vez, Holanda deberá someterse a la alianza española y francesa frente a Gran Bretaña y a favor de Estados Unidos. Entre 1808 y 1815, una vez más, Holanda tendrá que cobijarse bajo la sombra de España y sus aliados para evitar, nuevamente, ser desmenuzada y destruida por Bonaparte…

Esta es, pues, la diferencia entre la verdadera Historia de Europa (contrastada documento a documento y no basada en opiniones sobrevenidas y sin fundamento) y la leyenda negra. Se trata de un conocimiento que, obviamente, países civilizados y cultos deberían asumir cuanto antes como parte de sus programas educativos y divulgativos. En lugar de seguir insistiendo en ese ridículo intelectual tan viciosamente cultivado desde el siglo XVI en adelante y que los más perjudicados por el mismo, obviamente, deberíamos poner de manifiesto.

Caiga quien caiga. Pues ese es un precio pequeño, en cualquier caso, cuando el bien común de todos los europeos está en riesgo. Como bien se insinúa en las últimas páginas de un libro como “Imperiofobia y leyenda negra”. Criticable, sin duda, pero imposible de pasar por alto en un debate intelectual de verdadera altura en el que -hay que insistir- nos jugamos mucho no sólo a nivel cultural, sino material…

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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