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Carlos Rilova

El correo de la historia

Napoleón, la nación alemana, el “pueblo deicida” y J. B. Fichte (1762-1814)

Por Carlos Rilova Jericó

No sé si las Navidades serán un buen momento para sacar a colación estos temas pero, como se suele decir, no he podido resistirme al vértigo.

El mencionado vértigo comenzó cuando el espectro de un filósofo alemán hoy un tanto olvidado, resurgió mientras leía una ingeniosa novela histórica escrita por un no menos ingenioso historiador: Alessandro Barbero, que pasa por ser el autor de la que, dicen, es la mejor obra de Historia sobre la Batalla de Waterloo.

La trayectoria de Barbero es curiosa, pues ante todo había sido medievalista. Hasta que un día, como nos ha ocurrido a muchos otros historiadores, Napoleón se cruzó en su camino y le llevó a escribir páginas maestras sobre esa época breve, pero fulgurante y fascinante.

Entre esas páginas que ahora mismo llevo semanas leyendo, está esa novela histórica: el “Diario de Mr. Pyle” que cuenta con este largo, pero sugestivo, subtítulo: “Venturas y desventuras de un gentilhombre americano en las guerras napoleónicas”.

Hacía tiempo que quería encontrar la hora de leer esas más de 600 páginas en las que un presuntamente apócrifo embajador de los recién creados Estados Unidos, Robert Pyle, es enviado por esa potencia al reino de Prusia como representante diplomático, en el año 1806. No me puse en serio a ello hasta que me lanzaron un curioso envite -escribir un texto para la exposición “hiru hiri”, sobre las tres capitales vascas- y esta vez se cruzó en mi camino John Adams, segundo presidente de Estados Unidos y padre del verdadero embajador norteamericano en Berlín: John Quincy Adams, que lo sería entre 1797 y 1801, sin que nadie viniera a sustituirlo realmente hasta 1835.

Fue así como Fichte, al que conocía desde hacía años por un libro de la biblioteca heredada de mi padre, reapareció ante mí. Y lo hizo con una fuerza desconocida, pues en los cursos de Filosofía que estudié en el instituto y en la Universidad siempre se pasaba por encima de Fichte en cierto modo. Nada raro porque, como dicen María Jesús Valera y Luis Acosta en la introducción a sus “Discursos a la nación alemana” publicada por la Editora Nacional en 1977, Juan Amadeo Fichte (dicho por su nombre completo y traducido) es considerado un filósofo de transición entre Kant y Hegel. Poco más…

Sin embargo, Alessandro Barbero supo reflejarlo con mucha más fuerza en las páginas del “Diario de Mr. Pyle”. En efecto, Robert Pyle en sus deambuleos por un Berlín que parece a punto de entrar en guerra con Napoleón en ese año de 1806, se encuentra con un Johann Gottlieb Fichte, al que describe como un despistado profesor que juega al ajedrez de manera igualmente descuidada pero que tiene una conversación de lo más interesante. Tanto que él y Pyle hacen buenas migas hasta el punto de que Fichte le invita a comer en su casa, donde Pyle conoce a la nerviosa mujer del gran filósofo, atenazada por el miedo de que su querido marido pase del dicho al hecho y se una a las fuerzas prusianas para predicar a éstas sus ideas pedagógicas y filosóficas, animándoles a presentarse en el campo de batalla como lo que son en su opinión confesa en los “Discursos a la nación alemana”. Es decir: un pueblo elegido para, por medio de la Educación -tema que preocupa especialmente a Fichte, que tuvo contacto con grandes pedagogos como el suizo Pestalozzi- pueda acceder a un estado de vida superior que él relaciona con una mayor cota de libertad.

Una que él esperaba de la revolución francesa y que, sin embargo, ha sido abortada por Napoleón. Al cual el Fichte de Barbero no muestra excesivo cariño por esa misma causa.

Es un retrato bastante acertado, aunque como recuerdan Varela y Acosta, a veces Fichte pudo ser excesivamente político y otras aparecer como un mero diletante filosófico que hablaba de cosas demasiado intangibles. Así, como un diletante inofensivo, lo vieron las fuerzas de ocupación francesas en Prusia, que llegaban a dictar pena de muerte contra quien soliviantase demasiado los ánimos de esa nación. Más adelante, sin embargo, ya vencido Napoleón, el propio estado prusiano verá a Fichte como un peligroso agitador. Un concepto sobre él que, sin embargo, cambia con el paso del tiempo.

Así es: en tanto que precursor de Hegel, Fichte, más adelante, es destacado como un filósofo que parece haber elaborado ideas que están más cerca de los ideales nazis de pureza racial -en su caso basada en la conservación de la lengua originaria en el núcleo de la nación- que de los ideales universalistas de la revolución de 1789.

De esa opinión parece la novela de Alessandro Barbero, donde los judíos que Prusia está incorporando a miles a su número de súbditos en 1806, se convierten en seres monstruosos y repelentes tanto para el profesor Fichte como para su esposa, que ríe las malévolas ocurrencias de su marido sobre decapitar a los judíos y sustituir sus cabezas por otras en las que no quepa una sola idea judaica…

Ese es el Fichte que Barbero refleja en las páginas 199 y 200 de la edición española de su novela. Un alemán que, como muchos otros cristianos, odia a los judíos, al pueblo deicida, extranjero por excelencia, inasimilable y, por tanto, corruptor de programas filosóficos de regeneración nacional como el que propone Fichte en sus complejos “Discursos a la nación alemana”.

Es difícil, en definitiva, poder describir correctamente a Fichte, pero ahí el mérito de Alessandro Barbero como historiador queda una vez más claro.

El profesor Barbero y su novela, en efecto, se adentran en una cuestión difícil. A saber: que las ideas de Fichte sobre la cuestión judía son tan complejas y poliédricas como el resto de su sistema filosófico. Algo que queda bien claro leyendo biografías de Fichte como la que en 1931 publicó la Revista de Occidente en España, donde Heinz Heimsoeth explicaba para el público español de esas fechas a ese filósofo sin querer entrar en cuestiones tan escabrosas de su pensamiento como las que refleja Barbero en su novela. Nada extraño, como señala John M. Hess en su estudio “Germans, Jews and the claims of Modernity”, donde indica en su página 142 que la relación de Fichte con los judíos fue compleja y variada, pero aun así alentó con sus escritos a los que escribían literatura antijudía. Incómodo hecho que, como se ve en el caso de biografías filosóficas como la de Heimsoeth, tiende a pasarse por alto…

Sin embargo, existe esa otra cara de aquel filósofo alemán que hizo tanto por derrotar a Napoleón sin moverse de su gabinete. Y esa otra cara ha vertido bastante tinta de la cual, evidentemente, Barbero ha bebido para su magistral retrato de Fichte y de la compleja y sugestiva Prusia que va a correr a enfrentarse a Napoleón. Especialmente cuando la resistencia organizada estalle en España en pocos meses.

En realidad el Fichte que refleja Barbero, no es más que un producto de la Europa napoleónica bien descrita ya -con respecto al tema judío- por ejemplo en la “Historia del Antisemitismo” de Gerald Messadié, donde vemos a Napoleón y su Código Civil oscilar entre dar derechos civiles a los “súbditos imperiales” que profesan “el culto hebraico” y mantenerlos más bien ocultos, disimulados entre los demás “súbditos imperiales”, el intento de creación de un estado propio para ellos y, finalmente, la reacción tanto antinapoleónica como antijudaica del Congreso de Viena y de la propia Prusia de Federico Guillermo III.

Esa que tan bien refleja, después de todo, el “Diario de Mr. Pyle” de Alessandro Barbero donde la ficción histórica ayuda, una vez más, a entender una realidad que, como siempre, suele superarla…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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