Por Carlos Rilova Jericó
Hoy es 4 de julio. Una fiesta estadounidense que, sin embargo, como mucho de lo que viene de allí, se ha convertido en un referente internacional, sobre todo en nuestra baqueteada y “viejoven” Europa.
Hollywood, por supuesto, ya lo dejó bien claro en alguna de sus producciones de impacto como “Independence Day”, película de ciencia-ficción en la que una coalición mundial derrotaba una invasión extraterrestre justo un 4 de julio, pasando así -como decía el ficticio presidente de Estados Unidos en esa película- a convertirse en una fecha de celebración mundial.
Por eso no he podido, claro está, sustraerme a hablar del tema en este nuevo correo de la Historia, que coincide esta vez con ese mismo 4 de julio. ¿Y qué decir sobre el asunto? Pues creo que lo más pertinente hoy sería recomendarles ver una serie de Televisión -no vayamos a convertirlas en privilegio exclusivo de ex-presidentes de gobierno- para empezar a conocer mejor el valor histórico de tan histórica fecha.
La serie en cuestión se titula “John Adams” y es una producción de HBO. Pese a eso me sorprendió gratamente ya que, en general, esta miniserie está lejos de las molestas fijaciones presentistas que suelen ser habituales en las producciones de esa compañía.
En “John Adams”, en efecto, todas esas obsesiones de los guionistas de HBO están muy mitigadas y apenas erosionan el tejido histórico real, imprescindible en una serie que pretende describir la vida del que fue segundo presidente de los Estados Unidos y padre del sexto: John Quincy Adams, que también tiene un papel preponderante en esta serie. Como no podía ser menos.
Así las cosas “John Adams” es un producto televisivo de lo más recomendable. ¿Por qué? La respuesta a esa pregunta es múltiple y variada. Pero puede resumirse en que la serie muestra de manera bastante veraz, y con una muy buena reconstrucción de época, el proceso de lo que llamamos “revolución americana” o “Guerra de Independencia norteamericana”, a través de la vida del segundo presidente de esos Estados Unidos de Norteamérica.
Y esa calidad se nota en la mejor piedra de toque de toda serie histórica. Es decir, en mostrarnos una realidad casi desconocida sobre un tema que creemos suficientemente conocido y sabido.
En efecto, “John Adams” desde su primer episodio nos dibuja un proceso revolucionario tortuoso, difícil… Nada que ver con la imagen fija, decantada, que se guarda de él en auténticos iconos como el famoso cuadro de John Trumbull, del año 1819, en el que se pretendía reflejar el momento de la firma de la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776. Un asunto que trata a fondo la serie, con un viejo John Adams (moriría en 1826) que critica ácidamente el cuadro ante el propio autor, señalando que ese óleo no refleja, en absoluto, la realidad que se vivió en los momentos de la redacción y aprobación, por el Congreso Continental, de ese hoy famoso documento.
Y, en efecto, poco tiene que ver el ordenado y solemne cuadro de Trumbull con la realidad histórica que recrea magníficamente la serie “John Adams”, donde vemos ásperos enfrentamientos entre los representantes de cada provincia -hoy estados- con un Nueva York reticente y obstruccionista (quién lo diría de un estado, y ciudad, hoy imagen mundial de Estados Unidos) y numerosas y agrias peleas dialécticas entre quienes desean mantener la unión con Gran Bretaña y quienes no ven ya otra solución que el enfrentamiento armado.
Una cuestión que atormentará a John Adams en la Historia real y en la que nos dramatiza esta serie, donde vemos como el futuro primer vicepresidente y segundo presidente de esos Estados Unidos se debate entre el Lealismo y la revolución, llegando incluso a defender, como abogado, a los casacas rojas a los que en Boston se acusará de haber disparado sobre la multitud independentista. Uno de los puntos fuertes de la propaganda antibritánica de los insurgentes… Facción con la que John Adams, como vemos también en la serie, está estrechamente relacionado a través de su primo Samuel que no aparece, sin embargo, correctamente reflejado. Tal cual lo señalaron en su día -acertadamente- algunos colegas historiadores. Como Jeremy A. Stern en un recomendable artículo sobre la cuestión, publicado online en la “History News Network” de la Universidad George Washington, donde señalaba que ese otro Adams no fue un rico comerciante maquiavélico y agitador del descontento de las masas populares de Boston para conseguir sus fines. Lo cual no quita, aunque Stern no lo señalaba, para que ese falseado -por HBO- Samuel Adams representase muy bien a otros magnates yanquis convertidos en revolucionarios para mejor dirigir dicha revolución desde arriba…
A través de sutilezas como esas, no siempre todas exactamente reflejadas, como bien señala Jeremy A. Stern, “John Adams” nos describe la difícil formación de los Estados Unidos más allá de la época del 4 de julio de 1776 (bastante bien descrita, por otra parte, en algunos episodios de la serie). Complicaciones muy reales y muy históricas, no sólo expresadas en los fieros combates en tierra y mar, como el que afecta al propio John Adams cuando cruza el Atlántico para su misión diplomática en Europa -y que, nuevamente, Jeremy Stern ponía en su sitio en otro artículo de la “History News Network”- sino en arduas luchas políticas que estarán en el centro de la larga vida de John Adams y pasan por la creación de los actuales partidos políticos estadounidenses, el peligro de disgregación de aquella hoy potentísima federación, las intrigas que se urden en un congreso que apenas recuerda al actual que vemos en los Telediarios o las oscuras disputas con personajes hoscos y complicados como Hamilton. Presentado en la serie como un peligroso halcón con ambiciones bonapartistas sobre el nuevo país creado el 4 de julio de 1776.
Todos esos detalles y muchos más, como la cuestión de la esclavitud -presente en una Casa Blanca que Adams y su ubicua mujer, Abigail, habitan a medio construir- hacen de “John Adams” un interesante viaje a la verdadera Historia de Estados Unidos y su formación más allá de las batallas de Concord y Lexington, Paul Revere, el 4 de julio de 1776, el paso de Washington sobre el Delaware, el invierno en Valley Forge o la rendición de Cornwallis en Yorktown…
Si algo falta en “John Adams”, aparte de las inexactitudes señaladas por historiadores como Jeremy A. Stern, es una porción importante de nuestra propia Historia que apenas si se refleja en esta serie de Televisión.
En efecto, una vez más en esta producción norteamericana -como suele ser habitual en ellas- se da más relieve a la ayuda prestada por Francia a los emergentes Estados Unidos que a la concedida por España, que llega -aún de manera secreta- en primer lugar y que el propio Adams, el real, apreciaba a tal punto que se desplazaría hasta Bilbao (no sólo hasta París o Ámsterdam, como vemos en la serie) para elogiar allí las instituciones forales vascas y vigilar que los envíos de armas a través de la firma bilbaína “Gardoqui e hijos” no se retrasasen en lo más mínimo. Para así sacar de aprietos a un Ejército norteamericano necesitado de todo.
Aspectos bien descritos en trabajos como los escritos por historiadores como Joseba Agirrezkuenaga, Begoña y María Jesús Cava Mesa y muchos otros, y otras, que, de momento, parecen haber caído en saco roto. Algo que esperemos cambie, de aquí a un año, quizás. Para que por fin tengamos una idea más exacta por estas latitudes de la razón por la que el 4 de julio sería también importante para nosotros…