Por Carlos Rilova Jericó
Antes de que declinase este nuevo verano, tenía apuntado saldar una vieja deuda del correo de la Historia con las novelas marítimas (e históricas) españolas, contraída en el de 19 de junio de este año. Allí, hablando, una vez más, de las novelas de ese género escritas por los británicos (C. S. Forester, patriarca fundador del género, Alexander Kent, Dudley Pope, Patrick O´Brian…) daba a entender la inexistencia de un equivalente español a las mismas. Lo cual, como vamos a ver, no es cierto y hace precisa esta aclaración en este nuevo correo de la Historia.
En los años 30, cuando los británicos empiezan a desarrollar su novelística histórica y naval, nace uno de esos autores que han escrito en España novela histórica marítima, retomando el testigo donde Pío Baroja y sus “novelas del mar” lo dejaron. Se trata del donostiarra Carlos Alonso Mendizabal, que ha abundado en temas muy propios de nuestra ciudad natal como las expediciones bacaladeras y el Corso.
Tras él, o a la par, han aparecido otros como Juan Carlos Arbex, Alfonso Romero Martín o el recientemente desaparecido Víctor San Juan. También está entre ellos Elías Meana, persona de impresionante currículum (ha sido uno de los principales impulsores de la base española instalada en el continente antártico) y autor de varios volúmenes de raro valor sobre temas como la participación de marinos españoles (de ambos bandos) en las operaciones bélicas de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, entre todos esos autores que han cultivado esa aún demasiado escasa especie que es la novela histórica marítima española, hay que dar un puesto destacado al capitán de navío (y director durante trece años del Museo Naval de Cartagena) Luis Delgado Bañón, pues, a decir toda la verdad, su labor bien merecía haber sido mencionada mucho antes (como también la de los ya citados) en algún correo de la Historia de los muchos en los que han asomado el bauprés Forester, Pope, O´Brian…
La razón es obvia, el capitán Delgado Bañón se impuso, hace años, la tarea de escribir lo que él llama “Una Saga Marinera Española” que, a través de una familia de marinos, los Leñanza, relata el desarrollo histórico de la Armada española desde su época de esplendor en el siglo XVIII -justo la misma que queda perfectamente ocultada en las novelas de O´Brian, Pope, etc…- en adelante. De hecho el capitán quiere culminar esa saga en la Guerra Civil con una serie de volúmenes que pasarían de los cincuenta y que, de momento, están en su número 34 con la llegada de los motores de vapor y el siglo XIX.
Así pues enmiendo y corrijo el equívoco del correo de la Historia del 19 de junio. Como vemos la novela marítima histórica española (como la británica), existe y, como espero haber dejado claro, ha sembrado librerías y bibliotecas de diversos títulos en los que -también lo espero- muchos lectores de Forester, O´Brian, Pope… se ilustren sobre la otra cara de la moneda que, ni por asomo, aparece en esas novelas anglosajonas…
Pero (supongo que siempre ha de haber un “pero”) pese a esa existencia probada y que corroboro, debo sostener -y no enmendar- que, como decía yo también el 19 de junio, falta todavía algo en las novelas españolas dedicadas a su Historia naval.
La primera cosa ausente en ellas, creo, es la conexión entre la investigación histórica española (o hispana) y quienes escriben estas novelas. Prácticamente vivimos de espaldas unos a otros los historiadores que hemos investigado sobre la cuestión y autores como, por ejemplo, el fallecido Víctor San Juan. Así, también por ejemplo, su novela “El perfil del infinito” habla de una expedición científica en el año 1795 donde se cuelan de rondón especialistas franceses que merodean en esos tres barcos españoles aprestados para repetir la circunnavegación de Magallanes-Elcano. Y lo hacen pasando por Cantón y Filipinas… El libro de San Juan data de 2016, fecha en la que algunos ya habíamos publicado material sobre un navegante getariarra muchas veces mencionado en los correos de la Historia: Manuel de Agote. Hombre con un papel capital a cargo de los intereses españoles en el Imperio chino, y partícipe en expediciones como la de Malaspina realizada en esas fechas, pero totalmente ausente en “El perfil del infinito” …
Y esto es así pese a que algunos de estos autores de novela histórica marítima española son perfectamente conscientes de esa falla. Basta con leer algunas entrevistas al capitán Delgado Bañón que lo expone claramente, aludiendo a publicaciones del Ministerio de Defensa relativas a la Historia naval española que, sin embargo, no salen de un pequeño círculo que el capitán describe con acierto como endogámico…
Aparte de ese problema, gran problema, del que no adolecen los autores anglosajones (alguno de ellos historiadores navales, como Dudley Pope) otra gran debilidad de nuestras novelas marítimas podría ser el ritmo narrativo. En este caso una vez más el ejemplo lo tomo del capitán Delgado Bañón. Parto de “El falucho Colombo”, primera de las que dedica al período en el que más ha trabajado el que estas líneas escribe. Es decir: la fase de las guerras napoleónicas en la Península. El capitán ha hecho una apuesta sumamente arriesgada, pues escribe no como narrador omnisciente (como es el caso de O´Brian, Pope…) sino a través del personaje protagonista. Lo cual le lleva a tener que utilizar el lenguaje de la época. Terreno muy peligroso, pues requiere una inmersión en el asunto de décadas en archivos. Caso contrario entre expresiones totalmente correctas, se pueden deslizar otras que no tienen el menor sentido en 1808.
¿Una pequeñez?, sin duda, pero cuando se espera tomar como presa al Victory -por decirlo metafóricamente- es preciso disparar con una precisión impecable. Sea a bordo de fuerzas sutiles (como las magníficamente descritas en “El falucho Colombo” en sus acciones del triunfal verano de 1808), en una fragata de 34 cañones o en un primera línea de más de cien…
Por otra parte ese lenguaje que trata de imitar el de época, en muchas ocasiones, impide ir a algo que ha hecho justamente famosas a las novelas británicas: la acción directa, que los lectores pueden sentir casi en el rostro al pasar las páginas de Pope o de O´Brian, como si estuvieran a bordo del cúter Kathleen o de la fragata Surprise.
Algo que nos lleva al último gran problema, a la gran debilidad de esas novelas históricas marítimas españolas: su traducción y difusión. Un gran inconveniente del que -me consta- son también conscientes autores como Alfonso Romero Martín o el capitán Delgado Bañón que han indicado, sin ambages, que el punto de vista sobre la Historia naval europea sigue perfectamente controlado por los autores británicos, architraducidos y difundidos por el mundo en cifras millonarias. Algo que, es innegable, no ha ocurrido (por muchas razones como las señaladas hasta aquí) con las novelas marítimas españolas.
En conclusión, a fecha de hoy, este historiador sólo puede llamar a la reflexión a todos los interesados (historiadores, novelistas, editores, fuerzas vivas competentes…) acerca de ese panorama literario español que existe, que es necesario, pero que, para ser realistas, debería replantearse muchas cosas.
Al menos para no quedar en oscura anécdota ridiculizada a conveniencia por los que, hoy por hoy, siguen siendo los amos de la principal y más victoriosa flota de novelas históricas marítimas. Esa que -no cerremos los ojos- hace que, sin justicia y sin verdadero motivo histórico, “Britania” impere todavía hoy sobre la imaginación de millones de lectores en todo el Mundo, negando así la existencia del a veces aliado, a veces formidable enemigo español que, en los hechos históricos, numerosas veces se impuso en los mares a capitanes británicos como los imaginados por Forester, Pope, Kent, O´Brian…