La mala y la buena fama de los húsares. Viaje a la trastienda de la epopeya napoleónica | El correo de la historia >

Blogs

Carlos Rilova

El correo de la historia

La mala y la buena fama de los húsares. Viaje a la trastienda de la epopeya napoleónica

Por Carlos Rilova Jericó

Revisando, por enésima vez, “Los duelistas” de Joseph Conrad, en su versión para el Cine, que realizó magistralmente el hoy denostado Ridley Scott, no he podido evitar pensar en la aureola que rodea a los protagonistas de ese relato -también magistral- conocido como “Los duelistas” o “El duelo”.

No me refiero tanto al teniente Gabriel Feraud y al teniente Armand d´Hubert, como personas, por así decirlo, sino al cuerpo al que pertenecen ambos. En este caso al de la Caballería Ligera y más concretamente a regimientos de húsares.

En el imaginario histórico actual esos soldados han quedado más o menos fijados en torno, precisamente, a los de las guerras napoleónicas que protagonizan ese relato de Conrad y, por supuesto, la película de Ridley Scott que lo adaptó a la gran pantalla.

En realidad, hubo húsares mucho antes y mucho después de las guerras napoleónicas. De hecho la parafernalia que rodea a esos flamantes regimientos -las pellizas, los alamares, sus chaquetas “dolmán”, sus botas, sus gorros de piel de oso, los colbacs, para las compañías de élite…- proceden casi en su totalidad de Hungría. Y, de hecho, también su nombre, derivado de la palabra húngara “huszár”, que proviene de “husz”, que traducido quiere decir “veinte”. Pues los originarios húsares húngaros formaban escuadrones con ese número de efectivos cada uno. De ahí venían, pues, esas tropas que, como decía, tan brillante fama han alcanzado gracias a sus representantes napoleónicos.

¿Cómo era en realidad el húsar de esa época en la que ya, se supone, eran figuras tan decantadas? Para empezar no solían ser hombres altos, como los granaderos o los coraceros. En ese aspecto Harvey Keitel encajaba perfectamente en su interpretación del teniente Feraud.

Ese requerimiento físico, la altura más bien media o baja, iba asociada al que hoy llamaríamos “perfil psicológico” de los húsares que, en definitiva, es el que plasmó Conrad en su obra. Basada, por cierto, en una historia real que tuvo lugar durante las guerras napoleónicas y que -prácticamente punto por punto- coincide con lo que él escribió en las páginas de “Los duelistas” y hoy podemos ver en su adaptación al Cine por Ridley Scott.

Es decir, para los regimientos de húsares se buscaban hombres ligeros, bajos, que no cansasen a los caballos porque esas unidades requerían rapidez, ya que eran los encargados tanto de explorar el terreno y transmitir rápidamente esas noticias a sus mandos, como de llevar mensajes entre los oficiales de las distintas unidades de un ejército. Todo eso a la vez implicaba que se tratase de hombres audaces y con iniciativa propia, que supieran reaccionar con la velocidad de un rayo ante situaciones imprevistas como un cambio en las líneas enemigas que les obligase a alterar la ruta para evitar que su información -o los mensajes que se les habían confiado- cayesen en manos del adversario.

Esas eran pues las características principales del húsar: capacidad física para moverse a caballo a gran velocidad, criterio independiente y poco ordenancista y un valor casi suicida de hombres que no sabían vivir a menos que sintieran a su alrededor una vaga -pero constante- sensación de peligro físico, de desafío mortal…

Algunos húsares célebres resumieron esa actitud ante la vida en frases famosas. Así, por ejemplo, Antoine-Louis-Charles de Lasalle, uno de los más destacados oficiales de ese tipo de tropas en el Ejército napoleónico, dijo -con ocasión de celebrar uno de sus ascensos- que un húsar que no hubiera muerto -se sobreentiende que en el campo de batalla- antes de cumplir los 30 años, no era un húsar sino un mamarracho…

Una frase ya citada muchas veces y entre otras en un correo de la Historia anterior a éste, de noviembre de 2020, pero que reflejaba perfectamente lo que era un húsar y lo que se esperaba de él. Aunque Lasalle mismo moriría con 34 años…

Y hay que reconocer que Lasalle se esforzó, con ahínco, en morir antes, aplicando lo que hacía famosos a esos húsares. Es decir: ese comportamiento salvaje, suicida… Lo demostraría en numerosas ocasiones. Como nos lo recuerda uno de los muchos franceses fascinados con la epopeya napoleónica y que llevan años entregados a una magnífica divulgación de ese fenómeno histórico. Me refiero a François-Guy Hourtoulle. Médico, como muchos otros, fascinado por la Historia, y que escribió diversas obras sobre la epopeya napoleónica. Algunas de ellas ilustradas con la inestimable colaboración de Jack Girbal y Patrice Courcelle. Caso de “Soldats et uniformes du Premier Empire”.

Ahí Hourtoulle retomaba la figura de Lasalle. En su buena y en su mala fama. Es decir: en las dos caras de lo que era un húsar. Por un lado nos hablaba de sus grandes hazañas militares, como la de Stettin en 1806 y, sin salir de ahí, de la cara más desenfrenada de estos soldados brillantes y letales como un rayo. Así, en esa plaza fuerte del Ejército prusiano -al que Lasalle ha arrollado hasta sus puertas- conseguirá que ésta capitule tras amenazar a su gobernador (al que califica de “viejo atontado” en su misiva) con bombardear la ciudad, tomarla al asalto, pasar a cuchillo a la guarnición y librar Stettin al pillaje de la soldadesca napoleónica durante 24 horas, a menos que le sea entregada dicha plaza fuerte a las 8 de la mañana del día siguiente…

Ya antes de eso Lasalle se había hecho una reputación de valiente en el campo de batalla. Y de bronquista. Por ejemplo en Agén en 1800, cuando está de guarnición con el 10 de húsares. Allí acudirá a una fiesta del prefecto que gobierna esa zona a la que él no había sido invitado y arrojará por la ventana -con ayuda de sus hombres- todo el banquete, que irá a parar a manos de sus fieles soldados…

Y no piense nadie que esa actitud fulgurante era privativa del húsar francés. Blücher, el mariscal prusiano que derrota definitivamente a Napoleón en 1815, lo será toda su larga vida pese a no haber muerto con 30 años, como pedía Lasalle para un verdadero húsar. De hecho su apodo entre las tropas, el viejo “¡Adelante!”, encajaba perfectamente en ese perfil de jugador, bebedor, fumador, mujeriego y aventurero que no podía vivir lejos de un campo de batalla. O de una buena bronca con quien le molestase siquiera levemente. Como le ocurrió a Lasalle en Agén. O como en el mismo año de 1815 demostraron en Tolosa los Húsares de Bailén desplegados en territorio guipuzcoano para hacer frente a ese nuevo conato napoleónico. Consta en la documentación que uno de sus capitanes, un alférez y varios soldados del regimiento, cuya presencia no era necesaria (ni conveniente, como dice el documento) en el despacho del alcalde de esa localidad, habían entrado allí “mui bruscamente” a exigir lo que, se suponía, se les debía dar por esa autoridad civil para sus raciones oficiales…

Expeditivas maneras que bien se les podían perdonar -como decía el mismo Napoleón de Lasalle- dado su valor, también desbocado, en los campos de batalla. Al menos hasta que sus victorias eran frenadas en seco.

Como les ocurrió a los húsares de Kellermann en noviembre de 1809, ante los cuadros de Alba de Tormes formados por generales como Gabriel de Mendizabal y Martín de la Carrera… Allí estos oficiales españoles demostrarían que los húsares, pese a todo, no siempre se salían con la suya. Y menos ante un diluvio de fuego de mosquetería bien organizado en cuadros de Infantería…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


febrero 2024
MTWTFSS
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
26272829