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Carlos Rilova

El correo de la historia

El capitán Hornblower o una Historia imaginaria de las guerras napoleónicas

Por Carlos Rilova Jericó

No es ésta la primera vez (ni, seguramente, será la última) que comparece en estas páginas el capitán Horatio Hornblower y su “padre” literario: Cecil Scott Forester.

En efecto, repasando antiguos correos de la Historia (dos de ellos de hace poco más de un año) veo que Forester y su celebre capitán ya han pasado varias veces por estas páginas.

La razón ha sido, mas o menos, siempre la misma. Es decir: reflexionar, una y otra vez, sobre cómo las novelas históricas británicas han colonizado -no se me ocurre otra palabra- y confundido la imaginación de millones de lectores en todo el mundo.

Y es que esas novelas británicas son magníficas, por ejemplo, describiendo a su propia Marina de la época de las guerras revolucionarias y napoleónicas, pero son pésimas cuando entran en juego marinas rivales o aliadas -dependiendo del año- como la española de esa misma fecha.

Así es. Al historiador de esa época -como es mi caso- le resulta verdaderamente asombroso pasar -en novelas como las de Forester- de magníficas descripciones de los navíos británicos de 1793 a 1815, a párrafos bastante delirantes cuando se habla de la situación de las fuerzas navales -o terrestres- españolas en esas fechas.

En 2021 ironizaba en otro correo de la Historia sobre este problema, describiendo la biografía del teniente general José de Mazarredo. Y es que es difícil, conociendo figuras como esas, entender como C. S. Forester escribió -allá por los años 30 del siglo pasado- lo que escribió sobre ese asunto en una novela publicada en España en varias ocasiones. La última de ellas en el año 2000 bajo el título de “Hornblower en España” (originalmente “A ship of line”).

Forester demostraba ahí que carecía de todo dato respecto a este marino y científico español (de origen vasco), Mazarredo, y en lugar de guardar un prudente silencio llegado a ese punto -el de la Historia naval española en época napoleónica- se dejaba arrastrar por toda una serie de tópicos británicos que empañaban rápidamente otras brillantes páginas de una novela como “Hornblower en España”.

Así en ese libro de esa larga saga, el escritor que incluso escribió clásicos del Cine como “La reina de África”, da por hecho que no existe la Marina española. La de Mazarredo que se ha pasado al bando napoleónico, pero también la de muchos otros marinos -como el general Álava y de ahí para abajo- que combatirán la invasión napoleónica. Esa novela también pretende que tampoco existían las fuerzas terrestres españolas de esas fechas en las que se integran marinos como Díaz Porlier o el ya citado general Álava y que colaboran con la Marina británica desde el momento en el que las dos potencias vuelven a ser aliadas. Como lo eran antes de 1700 o 1795.

Es evidente en las páginas de novelas como “Hornblower en España” que Forester no se tomó la molestia, en efecto, de buscar esa información ni siquiera en libros publicados muchos años antes de que él empezase a escribir y en los que se cuenta que tropas de los reorganizados ejércitos españoles tras el 2 de mayo de 1808 -o la reestructuración disciplinaria de 1810- participaron en operaciones combinadas con la Marina británica con rotundos éxitos.

Nada de eso, en efecto, aparece en una novela como “Hornblower en España” donde, por el contrario, el heroico capitán británico debe soportar -una vez más- a unos aliados españoles -ahora en la costa catalana- que son sistemáticamente desastrosos. Es más: Forester no tuvo inconveniente en ese punto no sólo en no tomarse la molestia de documentarse en fuentes españolas, sino en inventar personajes astracanescos para suplir esas carencias de su novela.

Así en “Hornblower en España” aparece un coronel de los húsares de Olivenza, Villena, al que Forester pinta como un personaje de opereta, vestido con un uniforme flamante, lleno de dorados y adornos y que, Forester, sin ningún pudor, viste con el color amarillo propio de las unidades de dragones españoles y una confusa mezcla de la uniformidad de los húsares de la época. En fin, un tiro por aproximación bastante zafio con el que el, por otros conceptos, genial novelista británico debió de pensar que, tratándose de españoles y de su Caballería ligera, lo mismo daban húsares que dragones. O cazadores como era ya el caso -desde 1808- del regimiento de Olivenza…

El problema con estas novelas de Forester no acaba ahí, claro está. El coronel Villena es rápidamente juzgado por Hornblower como un “típico” español de las guerras napoleónicas. Es decir: un ignorante bravucón incapaz de maniobrar correctamente con sus tropas y que así ha llegado hasta la cubierta del Sutherland -el navío de Hornblower- escapando de una ignominiosa derrota frente a los franceses, provocada por combatir no como una unidad militar sino como una horda. (Esa es la palabra que usa Hornblower cuando imagina lo que supone le oculta deliberadamente el coronel Villena cuando le relata sus peripecias).

Villena es descrito también como un invitado garrulo y molesto que no deja en paz a Hornblower (único oficial que habla español a bordo) tratando de convencerle de los sufrimientos de España por la invasión y de sus intenciones -más bien imaginarias y propias del típico soldado fanfarrón- de tomar cumplida venganza de los desmanes napoleónicos. Cosa que, en realidad, será llevada cabo por mano de Hornblower.

Y eso incluso gracias a que un bastante inverosímil asedio a la plaza fuerte de Rosas no consigue llevarse a cabo por la desidia de los españoles, su carácter traicionero y poco fiable y su tendencia a la pereza y la siesta. Tópicos zafios pero puntualmente descritos todos ellos -con inconmovible flema británica- por Forester en “Hornblower en España”…

¿Qué mal hay en todo esto? Es lo que suelen responder muchos lectores españoles cuando se plantean críticas como ésta a novelas históricas como “Hornblower en España”. Al fin y al cabo, dicen, tan sólo es ficción.

Sí, pero… ficción histórica, no lo olvidemos. Una a la que hay que pedir un mínimo de trabajo de documentación, de rigor. Y más en plumas como las de C. S. Forester del que, vistas sus excelentes descripciones de la Marina británica en época napoleónica, se podría esperar algo más…

Además de eso hay otro gran problema: novelas como “Hornblower en España” han creado un relato tópico que, asombrosamente, se ha ido repitiendo -y reeditando sin reflexión ni prudencia alguna- desde hace casi un siglo, creando así una especie de pozo negro cultural en el que una Historia común, compartida por muchos europeos, queda completamente falseada de una manera fosca, fea, preocupante, indigna de sociedades que se dicen altamente civilizadas y cultas. Como la británica. O la española…

Civilización y cultura… Algo que quedaría bien desmentido, evidentemente, por la contumaz presencia sin contrapartida alguna, en numerosas librerías y bibliotecas, de novelas como “Hornblower en España” y de derivados suyos como películas o cómics. Algo que debería dar mucho en qué pensar a muchos lectores, editores, cargos públicos… de este lado, (inferior en más de un sentido, visto desde la altura de las Islas Británicas) del Golfo de Vizcaya.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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