Por Carlos Rilova Jericó
Quienes siguen habitualmente este correo de la Historia ya se habrán percatado de que Teresa Cabarrús ha sido protagonista de estas páginas varias veces.
La más reciente hace pocos meses, en enero, cuando hablé de ella a raíz de una exposición itinerante sobre mujeres relacionadas con la Historia guipuzcoana de la que ella, obviamente, formaba parte a través de la persona interpuesta de uno de sus tíos paternos, vecino eminente del puerto de Pasajes y, como su sobrina, entusiasta de la revolución francesa. Como bien lo demostraría con la entrada de las tropas revolucionarias en esa provincia a partir del año 1794.
Del enfriamiento de los entusiasmos revolucionarios del tío de Teresa Cabarrús, la documentación no nos dice mucho. A diferencia de lo que ocurre con su sobrina, que perdió parte de ese fuego político a medida que los acontecimientos del 14 de julio de 1789 derivaban hacia un auténtico baño de sangre. Todo lo cual hace que hoy, 15 de julio de 2024, ella se convierta, de nuevo, en un tema casi imprescindible para un nuevo correo de la Historia.
Porque esos acontecimientos -y su toma de distancia respecto a ellos- es lo que la hizo entrar a ella, a Teresa Cabarrús, en la Historia con “H” mayúscula. Al menos en cierto modo. Porque la verdad es que esta protagonista de esa revolución francesa ha tenido una posteridad un tanto errática.
No es de extrañar en alguien que, como ella, tiene sus orígenes en una villa del sur de la Navarra peninsular -Caparroso, que da nombre al apellido familiar, derivado en Cabarrús- y era nacida en Madrid.
Con unos antecedentes geográficos como esos, como ocurre con otros personajes históricos, sus posibilidades de figurar en lugares destacados de los libros de Historia eran más bien escasas. Independientemente de la importancia de lo que hubiera hecho o dejado de hacer.
Abundantes ejemplos de esto, y de la misma época, han pasado por estas páginas del correo de la Historia. Personajes con un peso importante en aquella Europa de las guerras revolucionarias y napoleónicas pero que hoy son casi desconocidos. Caso de vecinos del tío de Teresa como el astrónomo José Joaquín de Ferrer y Cafranga, elogiado por el mismísimo Pierre-Simon Laplace, padre de la Astronomía moderna. O el arquitecto Pedro Manuel de Ugartemendia, esencial como ingeniero militar para la victoria de Wellington en el flanco Sudoeste del Imperio napoleónico o, por razones similares, el general Gabriel de Mendizabal e Iraeta.
Teresa Cabarrús podría haber sufrido la misma suerte que esos personajes, todavía hoy desconocidos salvo para una minoría, convertidos en figuras locales pese a su importante proyección en una Historia mucho más general. No ha sido así, pero sólo en parte pues el modo en el que Teresa Cabarrús ha sido recordada a lo largo de estos dos siglos es, cuando menos, mejorable.
La razón para constatar esto es sencilla. Teresa, la ciudadana Cabarrús, indudablemente figura hoy en numerosos libros, novelas históricas incluso y en ese gran medio de difusión del recuerdo histórico actual. Es decir: los medios audiovisuales, las películas, las series de Televisión…
El problema es que, como vamos a ver, en muchos de esos soportes, Teresa Cabarrús, con un apellido de origen navarro, un nacimiento en Madrid… ha sido previamente privada de esos aspectos de su personalidad. Empezando por su verdadero nombre original.
Dejando aparte libros y novelas históricas donde ese nombre se ha conservado -poco más o menos y con serias deformaciones- en el material audiovisual esa Teresa Cabarrús, de referencias nada francesas, tiende a desaparecer.
Tomemos la primera aparición cinematográfica de ella en la gran pantalla, en el llamado “cine mudo”. Se trata de una película italiana, de 1916, de Mario Caserini y Enrico Guazzoni. Ahí ya sólo su título niega a Teresa Cabarrús: “Madame Tallien”.
Después, en color y en cine sonoro, ocurre algo similar. Así, por ejemplo, en “Desirée” del año 1954. Teresa Cabarrús tiene en esa cinta un papel muy secundario aunque llamativo, pero es, ante todo, otra vez, Madame Tallien. Al año siguiente se repite ese esquema en el “Napoleón” de Sacha Guitry, un verdadero monumento destinado a glorificar la Historia del primer emperador francés y donde se van repasando los episodios de su vida a través de los recuerdos de un Talleyrand interpretado por el propio Guitry.
En la parte de la película dedicada a la época del Directorio, tras la caída del régimen del Terror de los jacobinos y Robespierre, aparece, en efecto, Teresa Cabarrús, pero apenas un minuto de metraje y ahí su nombre se cambia, otra vez, al de Madame Tallien… Como vemos el nombre original de Teresa es escamoteado de continuo en la pantalla. Algo que hay que explicar aunque sea brevemente.
Teresa Cabarrús, como buena revolucionaria, en la línea de Madame Roland o de Olympe de Gouges, clamaba por y ejercía los derechos que la República atribuía a los hombres en su declaración universal, entendiendo que eran extensivos igualmente a la mujer. En el ejercicio de ellos se divorcia de su primer marido y llevará una vida privada totalmente libre, teniendo varios amantes.
El primero de ellos será el enviado en misión Tallien. Hasta que la conoce a ella en Burdeos, Tallien será uno de esos llamados caníbales o bebedores de sangre jacobinos. Después, en una bonita historia de amor, Teresa logrará que Tallien vea y se haga plenamente consciente de la espiral demencial en la que se han metido los jacobinos y conseguirá de él tanto que se detengan las masacres -ya indiscriminadas- en Burdeos, como que desde dentro del partido jacobino se exija el fin del reinado del Terror desatado por Robespierre.
Aunque destacados autores como Stefan Zweig no reconocen ese mérito a Teresa, prácticamente el 99% de la opinión sobre los hechos de la reacción de Termidor contra el Terror sí admite que Teresa Cabarrús jugó un papel de catalizador esencial para que Tallien -entonces todavía sólo su amante- se enfrentase a Robespierre y consiguiera su fin y derrocamiento. Desde luego está bien constatado que, tras la caída de ese régimen y la instauración del Directorio, Teresa será celebrada como una de las artífices de Termidor, pero, casada con Tallien, perderá su nombre para la Historia.
Así las cosas, en fechas más recientes miniseries de Televisión como “Napoleón”, de 2002, apenas cambian un ápice esto. Aparece ahí Teresa Cabarrús, en efecto -la gran amiga de Josefina desde la época del Terror en la que ambas están a punto de ser ejecutadas- incluso menospreciando burlonamente a un joven Napoleón -que no se lo perdonará nunca- pero otra vez sólo se la nombra como Madame Tallien…
Hoy que, con tanto furor, se reclaman en España películas sobre personajes históricos olvidados -caso del ultrabaqueteado y ultradeformado Blas de Lezo- seria bueno pararse a pensar, en esta semana, posterior a un nuevo 14 de julio, cómo es que se ha dejado prosperar este escamoteo de una parte de la Historia que aquí deberíamos tener mejor considerada y más claramente nombrada. Empezando por Teresa Cabarrús, pero siguiendo, desde luego, con otros nombres de este lado de los Pirineos -Ferrer y Cafranga, Ugartemendia, el general Mendizabal…- que también han perdido -o se les ha hecho perder- todo su brillo histórico en el transcurso de estos dos últimos fulgurantes, fascinantes, importantes siglos desde el 14 de julio de 1789…