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Carlos Rilova

El correo de la historia

La Batalla de Trafalgar o una victoria de corto alcance

Por Carlos Rilova Jericó

Hoy, 21 de octubre, sin duda se va a recordar, otra vez, la batalla naval de Trafalgar ocurrida ese mismo día del año 1805. De hecho, esas maravillosas cajas de resonancia que son las redes sociales ya lo han ido haciendo en días anteriores a este lunes, dando eco a celebraciones oficiales británicas, en la misma Inglaterra, en Gibraltar, en Estados Unidos… y que incluso han contado con la benevolente cooperación de países de habla española. Como Perú.

Por parte española ha habido más bien silencio. Sé que se ha dado una conferencia por parte de la Asociación “Héroes de Cavite” acerca del tema, desmitificando un tanto esos hechos, en una linea que, obviamente, contradice la euforia británica. Y poco más. Escasez española que, debo decir, era de esperar dada la desidia con la que se tratan estos temas en este país. Por parte francesa, curiosamente, el silencio ha sido, sin embargo, más bien notorio.

Aunque sin duda este lunes traerá más restos de esa resaca histórica hasta las costas, casi siempre agitadas, de esas redes sociales, me consta que en Prensa se han echado ya los correspondientes cuartos a espadas. O, para el caso, andanadas. Así para cuando este nuevo correo de la Historia estaba siendo escrito, el inconmovible “The Times” había publicado un artículo del historiador -y columnista de ese prestigioso y veterano diario- Dominic Sandbrook exaltando la vida de Nelson como alguien que todavía debe ser considerado importante por los británicos de hoy día…

Comprendo, perfectamente, esa actitud británica respecto a Trafalgar. E incluso la de los peruanos que, pese a ser un pueblo de habla española, parece que se sienten más inclinados a rendir homenaje a las fuerzas navales británicas. Algo lógico, pues éstas hicieron todo lo posible para que los criollos rebeldes se independizasen de España merced a, sobre todo, los esfuerzos de ese prodigioso aventurero, y oficial naval británico, llamado Lord Cochrane del que espero hablar -en otro momento, con más detalle- en otro correo de la Historia.

Sin embargo, como suelo decir, a menudo, a quienes acuden a conferencias o cursos que yo imparto, la Historia, como Ciencia, da muchas sorpresas y rara vez explica las cosas a gusto de las distintas opiniones enquistadas en el Presente que esperan o una condena o una justificación, en el prestigio del pasado, para sus opiniones actuales que poco o nada tienen que ver con asuntos de, por ejemplo, el año 1805.

Con la Batalla de Trafalgar, desde luego, hay más de un fundamento para que eso ocurra. El 24 de octubre de 2022 publicaba yo otro correo de la Historia donde no podía menos que minimizar el alcance de esa batalla, Trafalgar, considerándola en el posterior desarrollo de los acontecimientos. Cuando, tan sólo tres años después de los hechos de 21 de octubre de 1805, Gran Bretaña, un tanto desesperada y aislada, debía aliarse con su viejo enemigo del Cabo Trafalgar: España…

Así, en ese correo de la Historia de 24 de octubre de 2022, mencionaba a otros historiadores como Agustín Ramón Rodríguez González o Ángel Pozuelo que, hace ya bastante tiempo, habían demostrado que Trafalgar no había sido una derrota aplastante ni definitiva.

Y es que, en efecto, en contra de ciertos tópicos repetidos demasiadas veces hasta parecer una verdad absoluta, la flota española estaba bastante lejos de haber sido aniquilada en esa refriega.

Es lo que se viene a descubrir cuando consultamos, por ejemplo, documentos como el que conserva hoy el Archivo Histórico Nacional español dentro del Archivo Histórico de la Nobleza bajo la signatura OSUNA, CT. 195, D. 41-79. Una pequeña joya de las muchas que esa institución, el AHN, tiene totalmente accesible al público gracias a la estupenda digitalización de fondos históricos del portal PARES.

Ese documento es, como dice su propio título, un suplemento al “Diario Marítimo” del 16 de febrero de 1815 y describe la lista de los barcos que iban a salir de España en ese año (el año de Waterloo) para sofocar la rebelión de las colonias americanas. Problema en esos momentos compartido, por cierto, con su aliada Gran Bretaña que, en la fecha, también tenía que endosar una nueva derrota ante sus antiguas colonias norteamericanas convertidas ya en unos Estados Unidos con los que había entrado en guerra en 1812.

Según ese documento, la relación de barcos de los que dispone esa España que acaba de salir -victoriosa pero arrasada- de las guerras napoleónicas, dista bastante de ser la de una nación que habría perdido toda su flota en Trafalgar.

Esa relación conservada durante dos siglos en el Archivo de la Casa de Osuna, cuenta, en efecto, que en ese momento sale de Cádiz el navío de guerra San Pedro de Alcántara, de 64 cañones, mandado por el brigadier Pascual de Enrile. Iba además acompañado por las fragatas Diana y Efigenia, la corbeta Diamante y la goleta Patriota por lo que respectaba a navíos de guerra de cierto porte.

Aparte de eso estaba la barca Gaditana mandada por el teniente de fragata Juan Diéguez y una muy larga lista de fragatas actuando como transportes de tropas, sumando más de treinta unidades navales. A eso se añadían diez bergantines y dos polacras más lo que este documento llamaba doce “barcas obuseras”. El convoy transportaba -también según ese mismo documento- a los regimientos de Caballería de Dragones de Fernando VII y de la Unión, una columna de tiradores de élite (“cazadores”), Artillería de línea y de a caballo, y los regimientos de Infantería de línea de la Unión, de Barbastro, el 1º de León, el de Castilla y el de la Victoria. Unidades todas ellas fogueadas en la reciente guerra contra Napoleón aunque el documento, lógicamente, obvia ese dato obvio para el año 1815.

Parece pues evidente, por este documento, que España contaba entonces con una fuerza naval de, cuando menos, cierta relevancia (pese a la ausencia en la lista de grandes navíos de línea). Algo que nos da -o debería darnos- una imagen más atemperada sobre los efectos definitivos de la Batalla de Trafalgar.

Obviamente no pretendo decir que ésta no tuvo ninguna importancia, porque sí la tuvo, pero sí quisiera destacar que, más allá de las exaltaciones patrióticas actuales que tratan de apoyarse en la Historia, la documentación de los archivos, que es la que realmente nos cuenta lo que estaba ocurriendo en un determinado momento de la Historia, da base, al menos, para pensar con más calma qué es lo que le pasó realmente en Trafalgar a España, vistos los hechos con diez años de distancia y tras unas circunstancias tan catastróficas como una guerra a sangre y fuego para ese país.

Para esto debería bastar con pensar, siquiera por un instante, lo que habrían hecho novelistas británicos como C. S. Forester, Patrick O´Brian o Bernard Cornwell con un documento como el que acabo de citar si éste, claro está, hubiera sido una lista de navíos británicos destinados a luchar en la nueva guerra contra los Estados Unidos.

De haber sido Gran Bretaña la perdedora de la Batalla de Trafalgar, un documento como éste habría bastado a esos novelistas tan populares -y difundidos- para decir que aquella victoria hispanofrancesa habría sido una cosa de escasísima importancia.

Saquen, a partir de ahí -y, sobre todo, del documento del Archivo Histórico Nacional del que acabo de hablar- hasta qué punto se han sobredimensionado ciertos hechos históricos como la Batalla de Trafalgar por cuestiones que no respetan, lo más mínimo, la verdadera Historia. Tanto española como británica…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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