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Carlos Rilova

El correo de la historia

De Historia y de profecías. Michel de Nostradamus y el Año Nuevo

Por Carlos Rilova Jericó

Me llamó la atención la semana pasada, más o menos en la víspera de Año Nuevo, que el buscador de Google diera entre sus avisos de noticias más importantes (que saltan apenas se entra en su página) varios sobre las profecías del célebre Michel de Nostradamus.

Ese doctor francés del siglo XVI siempre ha proporcionado, desde luego, una fuente de curiosidad y hasta de diversión para los historiadores. Al menos para mí así ha sido, desde que, décadas ha, no resistí la tentación de comprar en una librería de viejo de Madrid una de las muchas obras que se han publicado sobre él tratando de interpretar sus famosas cuartetas.

Entre esa fecha, ya hace más de 30 años, y esta semana pasada, según pude leer, la cosa no ha variado mucho. Michel de Nostradamus sigue siendo toda una inspiración para quienes, desde distintas tribunas, quieren despertar interés por medio de esa sensación tan humana que es el Miedo.

Lo más curioso del caso, para mí al menos, es que la oscuridad de las cuartetas de Nostradamus permiten interpretar cualquier cosa sobre un presunto futuro. Así en las noticias que vi en Google se hablaba de catástrofes climáticas, epidemias, guerras y otras desgracias formando ramillete. Sin duda un buen gancho para obtener muchas visitas que, como ya se sabe, antes de que el Apocalipsis llegue, parecen ser precisas para situarse por delante de la competencia con temas que atraigan mucha audiencia.

Lo de adivinar guerras y epidemias, la verdad, no es demasiado difícil. Aun sin la inestimable ayuda del doctor Nostradamus. Hay gobiernos y organizaciones que no paran de trabajar en ese sentido, en especial con las guerras, que bien podrían ser nucleares y también biológicas. Por ejemplo cierto reciente informe del Congreso de los Estados Unidos, parece no haber dejado muchas dudas sobre la existencia de virus de laboratorio utilizados para fines nada humanitarios y que, curiosamente, habrían sido fabricados por gobiernos de corte más bien dictatorial, como es el caso de la China llamada “popular”.

Con todo esto profetizar esos desastres no parece, como decía, precisamente misión muy difícil sin necesidad de recurrir a centurias y cuartetas de Nostradamus que, sinceramente (y eso lo reconocen hasta quienes han hecho uso de ellas esta semana pasada), no dicen nada en claro.

En efecto rara es la cuarteta de Nostradamus que da pistas más o menos razonables que permitan saber de qué estaba realmente hablando.

Ese sería el caso de la más famosa de ellas, que alude a un tal “Hister” y que se ha utilizado, a mansalva, para demostrar que, después de todo, Michel de Nostradamus profetizó el ascenso de Hitler y la Segunda Guerra Mundial.

Pero esa es la excepción. Lo normal es la oscuridad casi absoluta sobre lo que realmente querían decir esas profecías.

Es más: en esas lecturas apocalípticas de esta pasada semana encontré un caso verdaderamente curioso que salió de la redacción de “El Confidencial”, con una fecha tan madrugadora como el 4 de diciembre del ya concluido 2024.

El artículo lo firmaba P. Díaz bajo un título tan atrayente (para su público) como “Las aterradoras profecías de Nostradamus para España en 2025: clima extremo, desafíos económicos y un enfrentamiento”.

En ese artículo lo primero que me llamó la atención, más que esas imprecisas obviedades sacadas de la oscuridad de las cuartetas de Nostradamus, fue una frase que podría dejar en vano humo todo lo supuestamente profetizado ahí para España. Por una sencilla razón que rara vez se tiene en cuenta incluso en este filo de la ya segunda década del siglo XXI: que las profecías de Nostradamus, lanzadas en el siglo XVI, podrían haberse cumplido hace tiempo y ser, por tanto, no profecía sino Historia desde hace quinientos, cuatrocientos, trescientos o doscientos años.

La frase en cuestión era ésta, sacada, según P. Díaz, como “Extra” de la Centuria IV, Cuarteta V: Cruz paz, bajo el Verbo divino cumplido, España y Francia permanecerán unidas juntas: Gran guerra próxima y combate muy duro, corazón valiente no habrá quien no tiemble”.

La interpretación que daba el artículo de Díaz era, claro está, que en este año 2025 España y Francia entrarían en guerra unidas contra alguna amenaza bélica.

Independientemente de las buenas relaciones actuales entre los dos países y que esa buena armonía pudiera reflejarse en algún conflicto bélico, las posibilidades de que eso fuera a ocurrir en este año entrante son tan buenas como que esa presunta profecía -que Nostradamus hizo entre 1555 y 1569, en sus tres publicaciones sucesivas- sea ya, sin embargo, Historia.

Efectivamente, dada la habitual oscuridad del verbo profético de Nostradamus, y la ausencia de orden cronológico de sus centurias y cuartetas, esa unión de España y Francia en la fe ante una gran guerra podría haber sucedido, por ejemplo, en cualquier momento entre 1700 y 1783. Cuando tras la muerte de Carlos II de Habsburgo Francia y España estarán unidas por la misma dinastía Borbón y, salvo raras excepciones como la guerra de la Cuádruple Alianza entre 1717 y 1720, combatieron juntas en guerras tan grandes que se han calificado de primeras guerras mundiales antes de la genuina Primera Guerra Mundial. Por ejemplo la de Sucesión española o, mejor aún, la llamada de Sucesión austríaca que durará desde 1740 a 1748.

Un conflicto que, pese a los medios de destrucción mucho más limitados de la época, causó, a escala global, en distintos teatros de operaciones (en América y Europa principalmente), miles y miles de bajas que, desde luego, habrían hecho temblar a cualquier corazón por valiente que fuera.

En esa guerra, en la que combaten Francia y España unidas, ambas bien podían reclamar luchar por la fe contra los herejes británicos (discurso puesto en marcha así bien cambiaron las alianzas en 1700) en grandes campañas y batallas entre las que destaca el asedio a Cartagena de Indias, tan célebre tras el redescubrimiento de Blas de Lezo, y otras como la de Italia.

El tributo de sangre de ejércitos y potencias como España y Francia, Gran Bretaña, Prusia, el imperio austriaco, Suecia… en esa guerra será tan escalofriante como los 63.000 muertos franceses, los más de 10.000 británicos (que son casi tantos como los prusianos), los 52.000 austríacos y así hasta sumar cerca de 700.000 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos en combate durante esa Guerra de Sucesión austríaca.

Puede que a nuestra era atómica le parezca casi una bagatela, pero para un hombre del siglo XVI que, supuestamente, por algún raro azar, estuviera viendo el futuro, como se suponía que era el caso de Nostradamus, aquella sería desde luego una gran guerra y con unas perdidas en prácticamente medio mundo que habrían hecho temblar, en efecto, a cualquier corazón valiente del siglo XVI…

Supongo que dicho esto quedará claro que la Historia nos puede dar una perspectiva más serena sobre esas profecías que, quizás, no se vayan a cumplir jamás. Por la sencilla razón de que lo que podía ser el futuro para Nostradamus, es ya el pasado para nuestra época.

Partiendo, por otra parte, de la base de que, después de todo, Michel de Nostradamus no fuera un profeta. Extremo en el que insisto entre otros motivos porque algunos estudiosos del tema niegan categóricamente que Nostradamus fuera un profeta de alguna clase, dando a esas supuestas profecías un sentido muy distinto: el de críptica propaganda política para consumo de su propia época, hablando, por tanto, de hechos ya consumados en el siglo XVI.

Comprendo que sacar a pasear a comienzo de año esas truculencias sea muy tentador para la Prensa, pero, quizás, debería pensarse con más calma si realmente merece la pena arriesgarse con esos oscuros textos que, como decía, tal vez no son ni siquiera verdaderas profecías. O, como mucho, ya Historia pasada

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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