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Carlos Rilova

El correo de la historia

Historia de Europa a 500 años de la Batalla de Pavía

Por Carlos Rilova Jericó

Hoy, 24 de febrero de 2025, se cumple el quinto centenario, redondo, de la Batalla de Pavía. Un hito histórico bastante controvertido (como la mayoría de ellos) y más en esta Europa de la inminente posguerra de Ucrania.

Leo así en redes sociales que en Francia, a diferencia de lo que ocurre en España o en Italia, más bien se ignora el hecho. Evidentemente porque supuso para ese país una derrota catastrófica aquel encuentro de españoles, alemanes e italianos enfrentados a un ejército francés reforzado con legitimistas navarros y los habituales mercenarios suizos en un ya lejano 24 de febrero de 1525.

Todo un detalle revelador de cómo están las cosas en esta hoy muy maltrecha Unión Europea. La Batalla de Pavía es, en efecto, un buen termómetro del rumbo errático que está padeciendo esa Europa unida que parecía, no hace tanto, una gran idea y que ahora se asemeja más bien casi a un despojo histórico. Un fracaso más en la larga lista de desencuentros que ha sufrido una Europa que, por su bien, debería estar condenada a entenderse pero no parece ser capaz de lograrlo.

Así las cosas la Batalla de Pavía debería ser hoy vista como algo más que una victoria aplastante -de fuerzas que mayoritariamente podrían llamarse “españolas”- a celebrar además en medio de una ofuscada exaltación patriótica de esas que están malogrando la Historia de España.

Para el emperador Carlos V, y para sus generales y soldados que ganan esa batalla el 24 de febrero de 1525, esa interpretación sería, cuando menos, extraña. Porque lo que se había despachado sobre aquel frío campo de Pavía era -ni más ni menos- que una Italia fragmentada en ducados, reinos, estados del Papa de Roma, ciudades-estado y similares, quedaba así bajo control de una de las más poderosas familias de Europa -los Habsburgos- frente a otra dinastía, los Valois, que se había puesto en medio de su camino. Y a la que los citados Habsburgos querían o sometida a sus designios como estado vasallo, o dividida y envuelta en otra guerra como la que había tenido que sostener contra los ingleses entre el siglo XIV y XV, durante más de cien años.

Eso es lo que estuvo en juego en Europa durante nada menos que dos siglos, hasta que, en 1700, la muerte sin herederos del último Habsburgo español, Carlos II, puso en el trono de Madrid a una rama de la dinastía francesa heredera de los Valois que pierden la Batalla de Pavía hoy hace 500 años.

Entendamos ahora cómo veía entonces las cosas ese rival derrotado. La Francia de Francisco I no buscaba tanto imponerse al resto de Europa y revivir el imperio de Carlomagno (aunque esa parecía ser su intención portando una reliquia de ese emperador en la batalla), sino tan sólo sobrevivir a una tenaza aplastante que se cernía sobre ella desde que en 1453 arroja a los ingleses al otro lado del Canal (salvo por un par de gibraltares que retendrán hasta muchos años después).

Desde el siglo XV los Habsburgos habían ido tejiendo, en efecto, una densa red de poder que va cercando a Francia. Primero desde el Este, desde lo que va a ser el imperio austríaco, desde regiones hoy tan francesas como Borgoña o Lorena. Después por medio de hábiles alianzas matrimoniales desde lo que hoy es España, desde Italia con batallas como la de Pavía…

Así aquel 24 de febrero de 1525 Francisco I se debió de ver, sin duda, como responsable de la hora más baja de los proyectos destinados a conseguir que no se desmoronase la herencia recibida de los reyes franceses que han derrotado a los ingleses en una larga guerra de más de cien años.

Y es que Francia ha quedado en Pavía a los pies del vencedor, su ejército ha sido dispersado, su nobleza, que cree estar aún en la época de la Caballería feudal, ha quedado derrotada o muerta sobre el campo de batalla gracias al uso de armas tan modernas entonces como los arcabuces… A esto hay que añadir que el mismo rey ha sido rendido y hecho prisionero, descabalgado de su montura y capturado por tres hombres de armas al servicio del emperador Carlos V: el gallego Alonso Pita de Veiga, el guipuzcoano Juan de Urbieta y el granadino Diego Dávila.

Pese a eso Francia logrará sobrevivir, pero tan sólo para tener que afrontar, con un coraje encomiable, un largo ciclo de guerras contra los Habsburgos españoles y austríacos que no van a perder ocasión de destrozar -o ayudar a que se destroce- a Francia como tal.

Por ejemplo durante el reinado de Felipe II se aprovechará la situación de guerra civil que vive ese país para alentar a uno de los partidos en liza, el de los Guisa -favorables a la causa católica- ante los protestantes. Así se infiltran tropas que llegan desde Bruselas a París para allí sostener en el poder a ese partido católico y doblegar aún más a una Francia dividida.

Con distintos altibajos esa situación se prolongará -tras el fin de esa guerra civil entre católicos y protestantes- a lo largo de todo el siglo XVII. Especialmente en el reinado de Luis XIV, que está a punto de hundir a Francia involucrándola en una serie de guerras finalmente desastrosas.

Y es que en 1697, para cuando se va a firmar la Paz de Ryswick, en Francia se muere de hambre, se dan casos incluso de canibalismo con los cadáveres de los primeros que caen muertos en esa nación exhausta por años de guerra continua. Consta también que en el Levante muchos franceses cruzan los Pirineos, prefiriendo entregarse a la compasión de sus encarnizados enemigos españoles al otro lado de la frontera antes que seguir soportando esas condiciones…

La oportuna muerte de Carlos II sin descendientes será la que salve, in extremis, a esa Francia casi desahuciada que lleva ya casi tres siglos luchando no tanto por revivir el legado de Carlomagno como por, sencillamente, sobrevivir como nación-estado desde aquel infausto 24 de febrero de 1525. Lo tendrá que hacer a costa de nuevas guerras, pero ahora contando con energías y fuerzas de refresco. A saber: las de España y sus vastos dominios americanos que controlan, como bien lo contaba el profesor Carlo Maria Cipolla, las principales minas de oro y plata mundiales que son las que finalmente deciden las guerras en esas fechas.

Esa es, pues, la Historia de Europa que se puede recobrar tirando del hilo de lo ocurrido en Pavía un 24 de febrero de hace hoy 500 años.

Lo que asombra al historiador en día tan señalado es que nada de todo esto (ni muchos otros hitos históricos) parecen ser tenidos en cuenta por ese cada vez más fantasmal gobierno europeo, que tras la última debacle derivada de esos hechos históricos -la de 1939 a 1945- surge para evitar el desplome final de ese continente en el que nadie iba a alzarse con una victoria definitiva en ese largo ciclo de guerras.

Asombra, sí, al historiador todo esto. Le asombra que ahora mismo una de las mayores áreas económicas del mundo esté regida por dirigentes que han iniciado carreras políticas a partir de exclusivas universidades y centros de estudios aún más exclusivos y que, aun así, parecen carecer de la más mínima perspectiva histórica del continente que dicen administrar. Algo que han dejado completamente al descubierto -si es que no lo estaba ya- las reacciones de esos mandatarios ante el aislamiento diplomático y militar de esa Unión Europea por los acuerdos de paz en Ucrania.

Nadie parece saber en esos altos niveles no ya qué fue una batalla como la de Pavía, de qué derivaba o qué consecuencias iba a traer. Todo apunta a que, además de eso, estas supuestas élites europeas ignoran hechos tan fundamentales para la Historia -y el presente- de Europa como saber qué fue el Rus de Kiev, la Confederación polaco-lituana, el reinado de Pedro I Románov, el de Catalina de Rusia, el de Alejandro I y el Congreso de Viena y qué se deriva hoy de todo eso.

Por el contrario parece que todo su programa político se va en ruinosas iniciativas -rozando el ridículo como el asunto de los tapones de las botellas- que finalmente dan el triunfo en las urnas a cualquiera -literalmente- que se oponga a esa asfixiante y estúpida burocracia que, quizás, hace años, soñaba con revivir a Carlomagno pero se ha quedado en eso, en reguladores de tapones de botellas, en fanáticos del control digital -por ser una cosa muy moderna, supongo- y en grandes discursos sobre que la Libertad de Europa está en juego en el frente ucraniano. Y eso cuando una mayoría de europeos, ahora mismo, creen -o constatan de manera fehaciente- que la Libertad europea se está yendo al garete precisamente en esa Bruselas gobernada por gente que, para empezar, desconoce -o aparenta desconocer- algo tan fundamental para la Política del presente como la Historia de Europa. Desde las Guerras Italianas hace 500 años, hasta quién era Winston Churchill -con el que tanto se compara ahora a gente que no da la talla ni de lejos- o qué hizo ese preclaro líder con la Unión Británica de Fascistas una vez que empezó la última gran carnicería entre europeos en septiembre de 1939. Tan aludida, sin fundamento histórico alguno, hoy día.

Cuestiones éstas, todas ellas, que el historiador cree deberían dar, desde luego, mucho que pensar a muchos en este quinto centenario de la Batalla de Pavía…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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