>

Blogs

Carlos Rilova

El correo de la historia

Hace 212 años en San Sebastián… El 25 de agosto de 1813

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana San Sebastián volverá a conmemorar uno de sus pasajes históricos más lúgubres, cuando esa ciudad, fundada como estación comercial en plena Edad Media, estuvo a punto de desaparecer. Los hechos son bien conocidos: el 31 de agosto de 1813 las columnas de tropas británicas y portuguesas que la asedian desde hace meses, consiguen tomar una de las brechas abiertas por su Artillería. A partir de ahí cae el dispositivo defensivo de los ocupantes napoleónicos y la ciudad queda prácticamente destruida. A excepción de sus dos parroquias de San Vicente y Santa María del Coro y la calle que corre entre ellas dos y hoy se conoce como “31 de agosto” en memoria de ese momento histórico en el que la ciudad es laminada y aniquilada concienzudamente por las tropas que, teóricamente, venían a acabar con las desgracias de la ocupación que en otras localidades españolas habían causado otra clase de estragos. Como la hambruna de Madrid en 1812…

Dejando al margen las controversias sobre esos hechos del 31 de agosto de 1813 -algunas de ellas renacidas como extravagante panfleto político hace algunos años- hoy, aprovechando la nueva conmemoración de esta semana, quisiera recordar algo fundamental cuando se trata de cuestiones históricas. Ese “algo” es el contexto de los hechos históricos, olvidado cada vez de manera más habitual. Aunque no en los libros de Historia dignos de tal nombre.

Es lo que se hace patente cuando se repasan las páginas de un monumental volumen publicado justo ahora hace un año y del que ya hablé en anteriores correos de la Historia y otras tribunas de “El Diario Vasco”. Ese libro en concreto es “El asedio de San Sebastián. Aquel verano del año 1813”, redactado con tesón por el historiador y arqueólogo donostiarra José María Leclercq.

Tiene exactamente ese libro 844 páginas. Pueden parecer muchas, incluso excesivas para dedicarlas a unos acontecimientos históricos que abarcan apenas tres meses. Sin embargo, a medida que se van recorriendo esas casi 900 paginas de Historia, se constata que quizás puedan ser incluso pocas.

Esto es así porque el libro de Leclercq cuenta día a día, hora a hora, casi minuto a minuto, las circunstancias en las que se va fraguando lo que ocurrirá a partir de la noche del 31 de agosto y que está a punto de destruir la ciudad de manera definitiva, borrándola, literalmente, del mapa.

Y es ahí donde el monumental ensayo de Leclercq nos ofrece una primera dosis de contexto histórico sobre los acontecimientos del 25 al 31 de agosto de 1813, que estaban ocurriendo -o iban a ocurrir- ante la ciudad en la ciudad hace hoy exactamente 212 años.

Ese primer contexto se logra al describir ese libro lo ocurrido como una operación militar de manual propia de la época de las guerras napoleónicas. Así lo vemos en la situación que se desarrolla el 25 de agosto de 1813 ante la ciudad ocupada por los franceses y asediada ya sólo por británicos y portugueses,

Como ocurre en el resto del libro, Leclercq incorpora ahí toda clase de detalles, ilustraciones, mapas de situación de tropas y Artillería frente a la ciudad para batir las defensas francesas y, sobre todo, transcripciones de documentos relativos a lo que está ocurriendo ese 25 de agosto.

Uno de los más interesantes es la correspondencia que el general que tiene como misión mantener la plaza en manos del Imperio de Bonaparte, Louis-Emmanuel Rey, envía nada menos que a una de las principales figuras de ese pequeño olimpo napoleónico. Tan bien conocido hoy en detrimento, muchas veces, de sus adversarios españoles que los combatieron y persiguieron en la pensula y hasta más allá de los Pirineos.

El destinatario de esa correspondencia del general Rey era, en efecto, nada menos que el mariscal Soult. Hombre de toda confianza del emperador Bonaparte, enviado de incógnito a la frontera del Bidasoa para tratar de remediar el desastre creado -en opinión de Napoleón- por su propio hermano, el rey José, que ya no reina -en absoluto- sobre España.

Soult, aparte de un voraz depredador de patrimonio histórico español, era un competente militar al que Rey, hablando entre colegas de profesión, describe la situación de la ciudad en los despachos que su ayuda de campo debe entregar al otro lado del Bidasoa con órdenes de destruir esos documentos caso de que alguna fuerza aliada -de las muchas que ya ocupan la costa guipuzcoana- consiguiese detener a aquel arriesgado (y algo desesperado) correo.

Lo que Rey dibuja a Soult en esa correspondencia, es un dispositivo militar fuerte y denso, con distintos escalones de defensa. Desde posiciones avanzadas en lo que hoy serían los jardines de Alderdi Eder y el actual Ayuntamiento donostiarra, hasta distintos destacamentos dentro de la ciudad que ha sido erizada de barricadas para defenderla calle a calle si, como teme Rey, los bastiones exteriores son rebasados por las columnas de asalto de británicos y portugueses.

De hecho los despachos de Rey a Soult son casi clarividentes. Habla así de cómo el lugar más probable para que se dé ese ataque, será la zona de la desembocadura del Urumea -cerca de la Zurriola y el entonces convento de San Telmo- que había sido especialmente castigada por la Artillería que dispara desde el otro lado del río, en el actual barrio de Gros.

Rey no se equivocará ni un milímetro en ese diagnóstico. Así el 31 de agosto las columnas de asalto de británicos y portugueses logran, desde ese punto, rebasar al fin las defensas exteriores de la ciudad y arrollar el dispositivo de Rey comenzando, de paso, el saqueo y destrucción de la ciudad.

En esa descripción por parte del general Rey del dispositivo militar propio y el del enemigo, es donde la documentación incorporada por Leclercq a su libro nos ofrece la siguiente dosis de contexto histórico sobre aquellos hechos del 25 al 31 de agosto de 1813, pues ahí se describen no sólo las tropas desplegadas por Rey, sino las que los aliados tienen ante la ciudad ocupada y asediada.

Rey habla así en sus despachos de ese día enviados a Soult de las tropas de línea -el soldado-tipo de las guerras napoleónicas, la gran masa de combatientes que aparece en películas y cuadros- pero también de unidades especializadas de esas guerras napoleónicas como los “voltigeurs” -temibles tiradores de élite- y los cazadores de montaña. Tropas especialmente creadas para combatir en zonas como los Pirineos y que han estado destinadas a lo largo de toda la fase peninsular de esas guerras en lugares como Benasque, combatiendo allí a las tropas españolas y a los irregulares que aún actúan en ese distrito.

Del lado aliado la correspondencia de Rey describe Artillería portuguesa, aparte de británica, y unidades tan exóticas -al menos aparentemente- como la Legión de Brunswick que combate con los británicos, formada ésta por alemanes que se niegan a aceptar la ocupación por Napoleón de lo que hoy es Alemania tras la derrota de prusianos y rusos que acaba en 1807 con la Paz de Tilsit. Una que, en la práctica, lo hacía dueño de toda Europa exceptuadas Gran Bretaña y Rusia.

Ese es, pues, el verdadero contexto histórico de lo que ocurre hoy hace 212 años ante San Sebastián. Y de lo que va a ocurrir el 31 de agosto. Estamos, pues, ante un episodio más de las guerras napoleónicas, en el que vienen a coincidir todos, o casi todos, los elementos propios de un acontecimiento que devasta a Europa de parte a parte entre 1805 y 1815. Tenemos así ante nosotros a mariscales renombrados como Soult, unidades de élite como granaderos y “voltigeurs”, la carne de cañón de uniforme blanco, rojo y azul -o de casaca roja- que llena nuestro imaginario colectivo desde cómics, películas, series de Televisión… y refugiados alemanes que huyen de una de las mayores -y menos conocidas y comprendidas- victorias de Napoleón.

La batalla en torno a la ciudad, y su propia sangrante destrucción, son por tanto un episodio más producto de ese contexto que provocó similares desgracias en Moscú, en Badajoz, en Madrid… Eso es pues lo que esta semana se vuelve a conmemorar con diversas actividades en las que participarán activamente instituciones como el Ayuntamiento de la ciudad, el propio José María Leclercq, asociaciones ciudadanas como “Donostia 31 kulturtaldea” y el que estas líneas escribe. No se trata por tanto de una fiesta de “disfraces”, ni de un hablar por hablar, de hablar sin saber, sobre esos hechos históricos -de alcance internacional- que culminan el 31 de agosto.

Permanezcan pues atentos a pantallas como las de “El Diario Vasco” quienes tengan la suerte de estar en la ciudad en estos momentos y a los avisos que habrá en ellas a partir del día 25 de esta semana sobre esos eventos donde se hablará de más Historia, de más contexto histórico, de lo ocurrido en San Sebastián hace 212 años…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


agosto 2025
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031