Por Carlos Rilova Jericó
Si leer en España resulta complicado, farragoso, para muchos, pese a las innumerables -y esforzadas- Ferias del Libro, leer a autores que escribieron hace 156 años -más o menos- quizás resulte imposible. Pero, desde luego, creo que debería ser imprescindible. Al menos debería hacerse ese esfuerzo con cierto artículo que Juan Valera publicó en Madrid en el año 1868. Porque merece la pena (y mucho) hacerlo en un país -España- que lleva unos cuantos años en los que parece que no se respira (casi) con la famosa cuestión de la Leyenda Negra.
El artículo en cuestión se titula “Sobre el concepto que hoy se forma de España”. Al menos la mitad de él es espeso -y casi falto de sentido- hasta para un historiador. Son párrafos llenos de esa -quizás- anticuada erudición de los hombres de Letras del siglo XIX que tenían exceso de eso de lo que ahora tenemos defecto en todo el mundo que llaman “civilizado”. Recomiendo, sin embargo, aguantar hasta la mitad más o menos de “Sobre el concepto que hoy se forma de España”, porque es importante conocer a Valera. Saber quién nos está hablando desde la distancia histórica de hace ya casi 160 años.
Después de eso (lo prometo), las mentes ávidas de saber más de esa Leyenda Negra que pesa sobre España, saldrán de “Sobre el concepto que hoy se forma de España” más que satisfechas. Para bien, tras leer ahí certeros consejos a aplicar hoy día para combatir esa astracanada grotesca que es la Leyenda Negra. Aunque puede que haya quienes se sientan heridos al leer “Sobre el concepto que hoy se forma de España” porque Valera pone, también, el dedo en la llaga de esta cuestión. Es decir: en lo vano que es combatir esos ataques intelectuales rabiando y pataleando como niños malcriados que, como Valera dice, parecen querer responder enorgulleciéndose de muchos males -más bien inventados- anexos a esa leyenda Negra.
Tiene así “Sobre el concepto que hoy se forma de España” frases lapidarias, contundentes, donde Valera se queja tanto de la ridiculez de lo elucubrado por los extranjeros para forjar y -lo que es peor- mantener esa Leyenda Negra, como el error -culpable a veces- de algunos españoles al defenderse burdamente con métodos que Valera describe así: “más valiera no adular tanto al vulgo, no lisonjear con palabras huecas e hiperbólicas la vanidad patriótica de los ignorantes; señalar y decir con franqueza nuestras faltas, y no creer al mismo tiempo que sean tan graves, tan inveteradas y tan sin remedio”.
Y es que ahí Valera describe, con una agudeza asombrosa, una situación que hoy, como los Ojos del Guadiana, vemos reaparecer. Otra vez España ha pasado, para algunos, de ser un despojo de Europa a lo más grande que los siglos han visto y nación sin tacha. Una situación en la que, se sepa o no, se está poniendo en bandeja de plata a los divulgadores de esa Leyenda Negra organizar nuevos ataques que serán aún más destructivos que los anteriores.
Y he aquí el problema, que pasados casi 160 años desde que Valera escribía estas cosas, resulta que España, una España más culta (al menos más alfabetizada que la de 1868), más rica (con más ferrocarriles, aviones y hasta cohetes espaciales), con unos niveles de desarrollo que habrían dejado boquiabierto al pobre Juan Valera… sigue, en esta cuestión de la Leyenda Negra y cómo afrontarla, más o menos en el mismo punto en el que él, Valera, la criticó acertadamente.
Aunque quizás soy excesivamente optimista al decir que el asunto está más o menos donde Valera lo dejo hace ya casi 160 años. Tal vez, sin ánimo de incurrir en ese pesimismo que Valera también denunciaba, la cosa está peor en algunos aspectos. Así, por ejemplo, Juan Valera señalaba en 1868 que España había conseguido cierto elogio sincero por el levantamiento contra Napoleón I. Aunque él veía ese elogio escaso y ya desvaneciéndose apenas habían pasado cincuenta años desde el fin de esas guerras napoleónicas.
Una vez más acertaba Valera (aun tratando sólo de pasada ese tema) y una vez más, me parece, se ve confirmada su predicción ahora, pasado un siglo y medio largo.
En efecto, dedicarse hoy en España a la cuestión de las guerras napoleónicas (en mi caso desde hace ya casi dos décadas) es descubrir que desde los tiempos de Juan Valera nada ha mejorado en ese aspecto, que en el mundo, en Europa, en países supuestamente tan cultos y avanzados como Francia y Gran Bretaña, se sigue viendo la España de 1808 en los términos en los que se veía en los tiempos de Valera. Poblada por simples bandoleros, que odian al extranjero, por mujeres con navaja en la liga, por ignorantes, fanáticos, sucios, sin industria ni capacidad para organizarse más allá de partidas de salvajes sanguinarios que no saben lo que es el té, que seguramente cazaban leones, como en África. Y mil y mil sandeces más que, por mucho que se busque en esos archivos españoles visitados con tanta asiduidad por esos historiadores llamados “hispanistas”, uno no encuentra por ningún lado. Salvo de manera muy parcial (en el caso de los famosos “guerrilleros”) y como excepción –muy excepcional– a una regla general española que poco o nada difiere del resto de la Europa de las guerras napoleónicas.
La persistencia de esta especie de enfermedad intelectual es algo de lo que ya se ha hablado varias veces en anteriores correos de la Historia. Anida en las librerías, en las televisiones, en los cines, en las bibliotecas, en forma de relatos escritos por autores anglosajones con un molde idéntico en 1855, en 1933, en 1993 o, incluso, en 2025.
Los nombres de Charles Kingsley (profesor de Historia en Cambridge y capellán de la reina Victoria), de Cecil Scott Forester o, a fecha de hoy, de Bernard Cornwell, jalonan esa ruta. El olor a aceite rancio que se achacaba a España en 1868 y del que hablaba Valera, reaparece –literalmente– a cada paso en páginas de esas novelas que se venden -por millones en todo el Mundo- bajo la etiqueta de “históricas”. La única variante en las escritas por Dudley Pope (autor del pleno siglo XX) o las de Bernard Cornwell (hoy en activo), es que los barcos de guerra españoles (a veces también los franceses, acaso por contagio) huelen a ajo. Como las guarniciones de los estúpidos, descabalados y cobardes regimientos españoles que comparecen en los campos de batalla peninsulares sólo para estropear los magníficos planes de Lord Wellington y sus aguerridas tropas británicas que, por supuesto, ganaron todas las batallas en la España de las guerras napoleónicas. Pese a esos españoles grasientos con olor a ajo...
El panorama, sí, es realmente malo en esto, peor aún que en 1868, porque hay incluso historiadores británicos (y con asiento en la Cámara de los Lores de Westminster) como Andrew Roberts, que han puesto algo de cordura -al menos algo- en semejante relato demencial. Creído por miles de lectores en España y fuera de ella en pleno siglo XXI, 156 años después de que Juan Valera escribiera lo que escribió en “Sobre el concepto que hoy se forma de España”.
Y es así como el día 11 de junio, el historiador que estas líneas escribe tendrá el raro honor de tener que desmentir otra vez lo que ya desmintió Juan Valera en 1868. La cita será a las siete de la tarde de ese día en Vitoria, en el Circulo Vitoriano, en una mesa redonda que compartiré con Patxi Viana, presidente de la Asociación Histórica “Vitoria 1813-2013”, y que contará como moderador con Carlos Torres, de la Asociación “Héroes de Cavite”, que impulsa este evento junto con Iñigo Montoya. Actual conde de Cuadro de Alba de Tormes y, por tanto, persona directamente interesada en el esclarecimiento de esa Leyenda Negra sobre la España de 1808 a 1815.
Hablaremos allí de que ese relato falso no solo sigue existiendo como ya se denunciaba en tiempos de Valera, sino que sigue barrenando la Historia española (y europea) a través de la “vaporización” de figuras militares de esa época como el general Gabriel de Mendizabal e Iraeta (viejo conocido de las páginas del correo de la Historia). O de la demolición -literal- de hitos históricos como el monumento gazteiztarra a la Batalla de Vitoria de 21 de junio de 1813.
Para este historiador será un momento extraño, porque realmente es muy extraño tener que desenredar otra vez ciertos hilos del tapiz de la Historia que llevan 156 años enredados, desde los tiempos en los que Juan Valera (escritor, diplomático, descendiente de una ilustre familia de marinos de la Ilustración europea como los Alcalá-Galiano) habló de ellos en el año 1868.
Resulta, sí, ciertamente increíble, extraño, que en nuestra civilizada Europa, esa cuestión de la aceitosa, ubicua, pegajosa… Leyenda Negra -que destruye la verdadera Historia de España y también, por reflejo, la de Francia, la de Inglaterra…- tenga que ser refutada casi 160 años después de que lo hiciera Juan Valera. Y prácticamente con los mismos argumentos. Y pensando, como Chesterton, que así hemos llegado al temido momento en el que habría que desenvainar la espada para defender que la hierba es verde. O que, sencillamente, ninguna Leyenda Negra será jamás nada que un historiador o historiadora actual pueda (o deba) llamar Historia de España.